Marta, Sandra, Lucas, Juan, Pedro y Lucía eran unos amigos, de 19 años, que acostumbraban a ir de excursión cuando podían. Pedro y Lucía eran novios, y el resto amigos, pero siempre había existido una cierta tensión entre Sandra y Juan. Habían recorrido muchos lugares, sobretodo zonas de campo y montaña, ya que estas eran sus zonas favoritas. En esta ocasión, y aprovechando que era el mes de Julio, decidieron hacer un viaje algo más largo y a algún lugar más especial. Decidieron ir a unas montañas cercanas, donde se hallaban unas antiguas ruinas de un castillo de época medieval. Entorno a aquel castillo existían toda una serie de leyendas, lo que lejos de asustar a aquellos amigos, provocó que tuviesen aún muchas más ganas de realizar aquel viaje.
Prepararon, como acostumbraban a hacer siempre antes de sus excursiones, todo lo necesario, pero en este caso decidieron no ir a ningún camping, pues sabían que a los pies de aquellas ruinas había un claro, donde podrían acampar. Decidieron hacer las compras en común, pues así sería más fácil que no se les olvidara nada, y así saldría todo más barato. Una vez tuvieron todo preparado, la noche antes de partir de viaje, decidieron quedar en casa de Sandra, para preparar algunos juegos y actividades para hacer durante los cuatro días que iban a pasar de viaje. Entre todo lo que pensaron para hacer durante su viaje, a Lucas se le ocurrió que sería divertido llevarse un viejo libro de leyendas e historias de miedo para contar por la noche, mientras estaban entorno a una hoguera. Aquella noche decidieron irse pronto cada uno a su casa, pues al día siguiente saldrían pronto para el monte.
A la mañana siguiente, cuando aún no había amanecido, todos se encontraban en la puerta de la casa de Sandra. Finalmente habían conseguido que el padre y el hermano de Sandra los llevaran al pie de aquel monte, para no tener que caminar tanto. Cuando llegaron al pie del monte donde se encontraban aquellas ruinas, eran las 9 de la mañana. Decidieron comenzar a caminar y desayunar una vez que llegasen a los pies de aquellas ruinas, puesto que si esperaban a desayunar abajo, podrían comenzar el camino con demasiada calor. Llegaron a su destino pasadas las 11 de la mañana, aquella explanada era bastante grande, por lo que habría espacio para poder colocar las tiendas de campaña en circulo. Antes de comenzar a preparar su pequeño campamento decidieron desayunar, todos estaban de acuerdo con una cosa, aquellas vistas eran sin duda las mejores que habían tenido: Estaban a los pies de aquellas ruinas, y a sus pies se encontraba un bosque que bajaba, y la carretera quedaba muy lejana.
Tras tomar el desayuno, comenzaron a preparar el campamento, habían cogido seis tiendas de campaña, una para cada uno, aunque realmente nunca dormían dentro de las tiendas. Con una serie de piedras hicieron en el centro un hogar, para encender fuegos, o bien para cocinar o bien para alumbrarse por la noche. Se ocuparon también de recoger palos para encender fuegos, y también recogieron unos troncos, bastante gordos, para poder utilizarlos posteriormente como bancos para sentarse. Terminaron un poco antes de las dos de la tarde, así que decidieron preparar algo de comer, y ya por la tarde visitarían las ruinas, ya que todos estaban expectantes, a los pies de aquellos muros.
Comieron sin prisas, mientras hablaban de las primeras impresiones del viaje, y contando anécdotas de sus otros viajes y otras cosas graciosas que les habían pasado a lo largo de todas sus aventuras. Después de comer descansaron un rato, jugando a las cartas y tomando unas bebidas heladas que se habían traido, y que debían consumir pronto, para que no se derritiese. Cuando eran un poco más de las siete de la tarde, cogieron unas botellas de agua, y guardaron las cosas en una tienda de campaña que tenían preparada de "almacén". Se pusieron manos a la obra y en menos de dos minutos estaban dentro de aquellas ruinas, al entrar se les pusieron los pelos de punta a todos menos a Juan, ya que él ya había estado. Aquellas ruinas eran muy hermosas, y parecían que estaban encantadas, y de hecho Lucas, Juan, Pedro y Lucía comenzaron a bromear sobre que aquellas ruinas estaban encantadas, aquello asustó a Sandra y Marta, que pidieron que dejasen de bromear. Estuvieron explorando aquellas ruinas durante casi dos horas. Cuando llegaron las nueve de la noche decidieron abandonar las ruinas, para ir a un río cercano y lavarse, y allí llegaron en unos pocos minutos.
Cuando llegaron del río, prepararon la hoguera, y mientras tanto, otros se preocuparon de preparar los alimentos, que después cocinarían en el fuego, a modo de barbacoa. Cenaron nada más se hizo la comida, y prepararon los bancos, de modo que se pudieran sentar al fuego, para jugar a algún juego de cartas. Poco después de las doce de la noche, Juan sacó el viejo cuento de leyendas que habían traído, y propuso contar algunas historias de miedo. Todos aceptaron, y parecían muy emocionados con esta idea, pues aquel lugar era el más propicio para contar historias de terror. Pedro fue el primero que leyó una historia, seguido de Lucía, Marta, Sandra y Lucas. El último en leer una historia, de aquel libro, fue Juan, y la historia que contó se titulaba "Muros de Sangre".
Aquella historia hablaba de un castillo, que había sido construido en la Edad Media y que había acogido a un cruel señor. Aquel castillo había sido inexpugnable, pero aquel señor había sido siempre muy salvaje, y siempre que se encaprichaba de alguna chica o mujer, hacía desaparecer todos los obstáculos entre ellos, en especial sus novios y maridos, para después solo yacer una vez con ellas y dejarlas solas. La mayoría de veces había matado a los desafortunados novios, lo que le había dado una fama de sádico. Un día quedó encaprichado de una joven que acababa de llegar a la aldea que había a los pies del castillo, junto a su novio. El señor dio la orden de matar a aquel chico para después poder yacer con aquella joven. Aquel joven, que era un valeroso soldado, antes de morir por las ordenes del señor, juro que aquel castillo caería en poco tiempo, y el alma de aquel sádico permanecería allí, separando parejas, hasta que alguien rompiese aquella maldición. Al poco de morir aquel chico el castillo cayó durante un ataque, y aquel señor se suicidó, tirándose desde la más alta torre.
Aquella historia hizo que Juan empezará a bromear sobre que aquel castillo del que hablaba el libro era el mismo que había frente a ellos. Continuó con aquella broma durante algún rato, y cuando habían pasado algún tiempo, y decidieron ir a dormir. Juan se alejó para orinar, y Sandra y Lucas lo esperaron, pero tardaba demasiado en volver, por lo que se acostaron, pensando que sería una broma de Juan. La noche pasó, y todos despertaron, pero Juan aún no había aparecido. Nadie le dio importancia pues creían que Juan continuaba con su broma, pero Sandra comenzó a preocuparse un poco por Juan, y se preguntaba si realmente había podido pasarle algo. Todos estuvieron seguros de que aquello se trataba de una broma de Juan hasta que llegó la hora de almorzar. En aquel monte no había cobertura, y viendo que no llegaba Juan decidieron comer rápido y salir en su busca.
La noche ya había caído por completo sobre aquellas ruinas, y los ruidos y sombras iban en aumento, aunque ellos creían que en aquel alejado lugar no les ocurriría nada. Estaban callados, temblando de miedo cuando algo comenzó a brillar con fuerza en la zona de la entrada que aquella mazmorra, cuando el brillo dejo de ser tan fuerte descubrieron de lo que se trataba, era el espíritu de un antiguo soldado. este desenvainó su espada y los chicos intentaron escapar de aquel lugar. Corrieron por aquellos lúgubres pasillos, intentando huir, pero aquel fantasma no dejaba de perseguirlos. De pronto se le dobló el tobillo a Marta, y cayó al suelo, intentaron salvarla, pero antes de que pudiesen acercarse a ella, el soldado blandió su espada sobre Marta, cortandóle el cuello. Los gritos de Sandra, Lucía y Lucas fueron ensordecedores, pero fueron aún más grandes cuando la cabeza de Marta, por efecto de la fuerza del corte, fue rodando hasta posarse e los pies de Lucas.
Después de aquello el fantasma se desvaneció, pero ninguno de los tres quería permanecer allí, así que decidieron huir de las ruinas, hacia el campamento, con la esperanza de que al salir de aquellos muros se librarían de una muerte segura. Buscaron la salida más cercana y lograron salir de las mazmorras, se dirigieron a la puerta de salida, Lucas, que era mucho más rápido que aquellas chicas, llegó más rápido a la puerta. Justo cuando iba a atravesar la puerta de salida, el viejo mecanismo de cierre se cayó, aplastando y triturando a Lucas. Lucía y Sandra pararon en seco, y entonces se escuchó como una fantasmagórica voz decía:
"Solo una de vosotras vivirá esta noche, aunque si no me complace también morirá."
Lucía y Sandra comprendieron que se encontraban allí, atrapadas, y sin una escapatoria posible, y además aquella incesante voz daba a entender que alguna de ellas podría ser violada. Ante esta perspectiva decidieron subir a la torre más alta y tirarse desde allí, para terminar más rápido su sufrimiento. Ambas estaban cubiertas de lagrimas, corrieron para cumplir cuanto antes su última voluntad. Cuando iban por la mitad de las escaleras Lucía comenzó a temblar, pues aún estaba mu fresca la sangre de su novio. Cuando estaban cercanas a llegar a lo más alto de aquella torre Lucía resbalo con la sangre de su novio y cayó hacia abajo, pero no fue aquello lo que acabaría con ella, pues justo cuando iba a llegar al último escalón notó como una lanza la atravesaba y la dejaba clavada en la pared.
Sandra contempló aquella escena desde lo alto de las escaleras. Sus mejillas estaban siendo recorridas por un mar de lágrimas. Su alma se encontraba desgarrada. Se encontraba sola, y estaba sola. Subió los escalones que le quedaban, tomó aire y se tiró al vacío.
Pero justo en el momento de tirarse una mano la agarró y evitó de este modo que se precipitase al vacío. Sandra se volvió y vio que aquel hombre tenía un aspecto desgastado, era ya de una edad madura, y las ropas que vestían parecían de la Edad Medía. comprendió que aquel era el señor del castillo y que iba a violarla, y quizás después la mataría. Aquel hombre le dijo entonces:
- No te preocupes, sierva, pues todo el dolor de la muerte de esos bastardos tuyos va a desaparecer, o sino el dolor que sentirás será mayor que el de cualquiera de ellos.
Aquellas palabras provocaron en Sandra unos espasmos, provocados a causa del terror que sentía. Aquel espíritu, que se había encarnado para saciar sus apetencias sexuales con aquella chica, cogió fuerte a Sandra, del brazo, y se dirigieron a las mazmorras. Tardaron pronto en llegar a las mazmorras, y una vez entraron Sandra quedo fascinada. Parecía como si hubiese viajado en el tiempo. Aquellas mazmorras se encontraban lujosamente decoradas, y en el centro de las mismas se encontraba una cama, rodeada de toda una serie de artilugios, que Sandra supuso que utilizarían contra ella.
Aquel hombre puso a Sandra sobre la cama, y la ató de un brazo, para que no pudiese escapar. Después le anunció que se preparara, pues iba a comenzar su castigo. Se dirigió a una mesa cercana y comenzó a preparar lo que utilizaría en sus "juegos" con Sandra. Ella, viendo que todo aquello era inevitable, metió la mano en su bolsillo y sacó aquel colgante que le había regalado a Juan, y lo besó, pues ya que aquellos podrían ser sus últimos momentos, quería que sus últimos pensamientos fueran para Juan. Cuando hubo terminado de preparar los artilugios, aquel señor se acercó, con una daga en la mano para romper las ropas de Sandra. Justo cuando iba a rajar los pantalones de la chica, Sandra vio como una antorcha le golpeaba y lo dejaba inconsciente. Era Juan, que tenía toda una serie de heridas por su cara y por su cuerpo, se dirigió a ella y la desató.
Ambos se disponían a abandonar el castillo, pero justo cuando iban a salir de las mazmorras, apareció frente a ellos el espiritu de aquel señor, y les dijo, entre carcajadas:
- No podréis acabar conmigo, pero yo pienso acabar con vosotros, en este preciso momento.
Dicho esto sacó una daga e intentó atravesar el pecho de Sandra, pero Juan se antepuso, por lo que se le clavó la daga en la espalda. La reacción de Sandra no tardo en llegar, se tiró al suelo y sujetando la cabeza de su moribundo amigo, lo besó. Aquel beso provocó en ambos una sensación de tranquilidad y amor, aquel fue un beso que nunca se habrían esperado, aquello era la muestra de amor más grande que había sucedido jamás en aquel castillo. Cuando separaron sus labios notaron que todo comenzaba a temblar, y que aquel fantasma comenzaba a brillar con un color rojizo, y finalmente explotó. Tras eso se hizo la calma, y una vez más se escuchó una voz, aunque en este caso fue una voz suave y sosegada:
"Solo una muestra de amor verdadero podría romper esta maldición, por fin este tirano ha desaparecido."
Juan se levantó, y descubrió que la herida de la espalda había desaparecido, al igual que todas las que tenían con anterioridad. Sandra y él tenían la esperanza de poder reunirse con sus amigos, que al haber roto la maldición, todos se hubiesen salvado, pero cuando salieron fuera vieron los cuerpos de sus amigos, que continuaban allí inertes. Aquel día aprendieron dos cosas: Que lo mejor para romper una maldición es el amor, y que todos los finales no son felices del todo.
Dedicada a Made, que siempre está dispuesta a leer lo que escribo, que me ayuda a elegir muchos de los temas sobre los que he escrito. Para ella, que siempre me ánima a escribir, espero que te haya gustado. 19.11.2014



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