Laura, una chica de 18 años, decidió dejar salir a dar un paseo aquella calurosa noche de mayo, aprovechó que sus padres no estaban para poder ir sola al monte. Preparó en una mochila todo lo que creía que iba a necesitar, unos bocadillos por si le daba hambre en el monte, algunos refrescos, una linterna, y la navaja que su padre le había regalado años atrás. Una vez tuvo todo aquello preparado se puso en marcha, con un paso tranquilo, pues tenía la idea de pasar la noche fuera de casa, y cuando llegase a su casa, por la mañana, echarse y dormir. El camino que había desde su casa hasta el monte era largo, pero fácil de hacer, mientras caminaba se fijó como en los lados de aquel camino había un montón de flores, pero muchas de ellas se encontraban pisoteadas. Aquello le recordó a su vida, desde muy chica había sido muy simpática, y algunos chicos se acercaban siempre a ella, lo que provocaba envidias y recelos en el resto de sus compañeros, que comenzaron a humillarla, a pegarle y a discriminarla, a pisarla y marchitarla, como aquellas flores que habían en la orilla de aquel camino.
Lo cierto es que Laura amaba dar esos largos paseos en solitario para poder huir por un momento de la locura que azotaba al mundo humano, pero sus padres no creían conveniente que caminase sola por aquellos caminos. Aquel día todo parecía estar de su parte, sus padres no estaban, hacía una noche muy agradable, y no había nadie, en aquel camino, que pudiera molestarla. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un fuerte ruido, parecía como si hubiese estallado una bomba. Laura pensó que se podría tratar de un petardo que habrían tirado alguna panda de niños, así que continuó su camino, como si no hubiese ocurrido nada. Caminó un poco más hasta que definitivamente llegó a la cima de aquel monte, donde había unas piedras donde podría sentarse, y pasar lo que quedaba de noche. Desde allí las estrellas eran mucho más brillantes que en el pueblo, y además las vistas eran muy hermosas, y Laura se encontraba totalmente absorbida por aquella panorámica. Estaba totalmente ajena a todos los ruidos que llegaban desde el pueblo, pero su paz se vio perturbada cuando una mano se posó sobre su hombro.
Se dio la vuelta y vio la silueta de lo que parecía un chico, aquel chico dio un paso hacia adelante, para acercarse a Laura, al dar el paso la luz mostró a aquel chico. La imagen que Laura vio provocó en ella un sentimiento de miedo, y también de sorpresa, descubrió un chico que era completamente normal, salvo por un detalle, tenía la piel roja. En un principio Laura pensó que sería una broma de slguno de sus compañeros, pues la ropa que llevaba también era bastante rara. Pero cuando este chico comenzó a hablar Laura se quedó más sorprendida, pues decía que venía de un misteriosos y lejano planeta. Laura no sabía como actuar ante aquella situación, ¿Realmente era un chico venido de otro planeta, o sería una broma más de sus amigos? Aquel chico agarró a Laura del brazo y la condujo entre los árboles a un claro cercano.
Cuando llegaron a aquel claro, Laura soltó un grito de temor, pues había una nave extraterrestre allí, pero parecía que había chocado contra la tierra, entonces se acordó del misterioso ruido que había escuchado mientras subía hacia el monte. Intento soltarse de aquel misterioso ser, para huir de allí, ya que todo aquello le daba bastante miedo, pero aquel chico la sujeto con firmeza, pero sin hacerle daño, la miró a la cara y dijo:
- No temas chica, pues no te haré nada, solo necesito tu ayuda.- Dijo aquel chico con voz pausada y calmada- Así que tranquilízate, por favor, y escucha lo que he de decirte.
- Vale.., te escuchare... pero no me hagas nada....- Dijo ella, bastante asustada.
- He de empezar a contar mi historia por el principio- dijo aquel chico- Mi nombre el Kahal, y vengo del planeta Core. Estaba realizando mi primera misión de exploración para mi planeta cuando mi nave se quedó sin combustible, y tuve que venir hasta este planeta a solicitar ayuda,
- Entonces, ¿no nos vais a invadirnos.... ni a matarnos....?- Dijo Laura algo más tranquila, pero aún con miedo.
- ¿Pero quien querría hacer algo así?- Dijo muy extrañado Kahal- Eso sería hacer el mal, y eso no está bien visto en nuestro planeta, allí solo se permite la paz, la amistad y el amor.
Ante aquella respuesta Laura finalmente se tranquilizó y continuó hablando con Kahal. Él le dijo que lo que necesitaba era un carburante que se hacía con hojas de plantas y con agua, ya que esos eran unos materiales que permitían generar energía sin contaminar el universo. También le dijo que su planeta era muy parecido a la tierra, pero que la mayor diferencia era que en Core los edificios se hacían respetando el entorno, pues era, sin duda, el mayor bien que tenían.
Laura se sentía cada vez más cómoda hablando con aquel chico, y decidió ayudarlo a coger hojas mientras que el cogía agua de un riachuelo cercano. Se sentía muy segura con él, pero aquella tranquilidad se disipó cuando ella se alejó de aquel claro para recoger más hojas, pues llegó a un claro donde se encontraban algunos de sus compañeros, los que peor la trataba. Se dieron cuenta de que era ella y se acercaron para aprovecharse de ella, pero no pudieron, pues justo cuando iban a cogerla, Kahal llegó y usando una honda consiguió que huyeran, y dejaran tranquila a Laura. Ella estaba tamblando, y Kahal, que se encontraba muy confuso, la abrazó. Laura noto como Kahal le transmitía una energía que le animo mucho, un simple abrazó había hecho que olvidara el miedo. Cuando Laura se tranquilizó Kahal le preguntó por qué aquellos chicos eran así de malos y de crueles. Laura le explicó entonces que aquellos chicos no eran una exepción, sino que la mayor parte de la gente de la tierra era así, capaz de usar la violencia para conseguir lo que querían. Le contó también que esa violencia cotidiana, en grandes acumulaciones, había provocado guerras y catástrofes.
Kahal se encontraba totalmente confuso e indignado, y lo único que pudo preguntar fue:
- ¿Por qué el hombre inventó la guerra? ¿Por qué terminar con la paz, si es más sencilla que la guerra?
-El hombre inventó la guerra por estupidez- dijo Laura con voz de cansancio- El hombre creó la guerra porque la ambición es contraría a la paz, y sin ambición no se puede entender al hombre.
- No se como puedes vivir en estas condiciones,- dijo Kahal muy preocupado- ¿no habéis intentado cambiar esto?
- No se puede cambiar esto Kahal- dijo Laura con tristeza y melancolía- No se puede cambiar las reglas del juego, porque en el momento que intentas cambiarlas todo el mundo te llamará loco.
Kahal, que vio como la cara de Laura mostraba la tristeza más desconsolada, se dirigió a su nave, comprobó si el carburante se estaba generando, cogió una pequeña cajita, y se dirigió hacia el lugar donde estaba Laura. Acarició con cariño las mejillas de Laura, y después le dio aquella caja. Laura la abrió y vio que era un precioso collar realizado con unos misteriosos materiales.
-Solo te pido que aceptes esto.- dijo Kahal a Laura- Es un amuleto que conseguí en una galaxia muy alejada, y quiero que lo tengas tú, para que cada vez que lo veas te acuerdes de mi, y de que un mundo sin guerra es posible.
Laura, que no sabía como reaccionar ante aquel maravilloso regalo, tuvo una genial idea. Se agachó, cogió una piedra del suelo, y se la entregó a Kahal, besándola antes.
-No puedo darte ninguna riqueza, ni ninguna piedra preciosa Kahal- Dijo Laura, algo sonrojada- Así que te regalo esta piedra, recuerdo de la tierra, recuerdo mio.
Hablaron un poco más, pero justo cuando iba a amanecer, la nave de Kahal lanzó unos pitidos al aire, lo que era señal de que el carburante estaba listo para partir. Aquello suponía el fin de aquella noche, y y la partida de Kahal. Laura dijo que jamás lo olvidaría, que jamás olvidaría que en algún punto de la galaxia alguien se acordaba de ella. Aquellas palabras llegaron a lo más hondo de Kahal, que se despidió con una gran sonrisa, y prometió que algún día volvería a verla. Él se montó en la nave, y ella comenzó el camino de vuelta a casa. Sin duda había sido una noche que ninguno olvidaría.
Laura iba bajando poco a poco, recreándose en sus pensamientos cuando sintió como una mano cogía su hombro, y la obligaba a volverse. Vio que era Kahal, y fue a preguntarle que que necesitaba, pero antes de poder abrir la boca, el cogió con fuerzas sus mejillas y la besó en la boca.
- Vente conmigo, y jamás borrarás esa sonrisa de su cara- dijo Kahal- Vente conmigo y olvidarás que es la violencia, olvidarás que es el sufrimiento. Ven conmigo, y juntos seremos felices hasta nuestro fin.
Laura no contestó, por su cabeza pasaban un monto de imágenes y de sentimientos que no la dejaban actuar, pero pronto tomó una decisión, y justo cuando Kahal iba a marcharse, ella lo sujetó del brazo, y lo besó y le dijo que se iría con él, a otros cielos, lejos de aquella locura, mientras decía esto una lagrima caía por su mejilla. Kahal secó aquella lagrima, y cogiendo a Laura de la mano se dirigieron a la nave, para abandonar aquel planeta.
La vida de Kahal y Laura en Core fue una vida de alegría, prosperidad y amor, pero jamás ninguno de los dos olvidarían la noche en la que se conocieron, jamás ninguno olvidarían en el planeta donde se besaron, ninguno de los dos olvidará aquella piedra, recuerdo de la tierra.
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