Erin era una chica, de unos 16 años, pelirroja, alta y cuya pasión desde bien niña era leer y escuchar las historias que le contaban los viejos de aquella aldea. Entre los escritores que más le gustaban estaba Jonathan Swift, del cual siempre que podía leía, más o menos. Lo que ocurría es que ese último año, tras el estallido de la Guerra apenas había podido leer tranquilamente, pues siempre que empezaba a escribir, sonaba el sonido de bombas o disparos, o bien tenía miedo de que pudiera pasarle algo. Pero todo aquel mio se fugaría aquella tarde, tras recibir una noticia que marcaría el resto de su vida. Su madre había muerto en 1919 asesinada, y ahora solo le quedaba su padre, que se había unido a las tropas pro-tratado, y había partido al frente.
Cada vez la oscuridad era mayor, y entonces sonó la puerta, tres golpes secos, que provocaron en Erin una sensación doble, por un lado tenía miedo por que pudiesen hacerle algo, pero por otro lado tenía la esperanza de que fuese su padre, con buenas noticias. No obstante cuando abrió la puerta descubrió que era un soldado, vecino de aquella aldea. Aquel hombre tenía el gesto serio y las palabras que salieron de su boca retumbaron como si se tratase de una bomba: "Tu padre murió en una emboscada camino de Dublín.". Aquel soldado intento abrazarla, pero ella le grito:
-Vete de mi casa, no quiero saber nada de soldados, de pólvora, ni de vuestra estúpida guerra, solo quiero viajar allá donde estén los duendes y las hadas, ya que ese lugar es Éire, no este campo de sangre y muerte.
Aquel soldado se marchó, dejándola sola, pensando en ir al día siguiente, para comprobar como se encontraba tras aquel duro golpe. Nada más cerrar la puerta, Erin se desplomó en el suelo, llorando con amargura, pensando que ya se encontraba totalmente sola en aquel caos. No tenía fuerzas para levantarse ni para comer, así que continuó allí, llorando, hasta que finalmente el cansancio hizo estragos y ella se durmió, y comenzó a soñar. Aquel sueño la transportó a una tierra llena de luz, los campos eran verdes y prósperos y había misteriosos seres que Erin reconoció, eran leprechaun, los míticos duendecillos irlandeses, que danzaban junto a algunas hadas. De repente vino a su mente la imagen de su padre, y despertó asustada, miró a su alrededor y comprobó que se encontraba sola.
Cuando despertó de aquel sueño aún no había amanecido, y Erin no podía dejar de pensar en aquel bonito sueño que había tenido, y entonces tomó una decisión. Cogió un saco de viaje que su padre le había traído de Dublín, y metió un poco de ropa, algo de comida y de bebida, y se dispuso a partir de aquella casa. Antes de irse decidió coger un libro, pues no podría vivir sin leer, así que se fue a una estantería y cogió su libro favorito, "Los viajes de Gulliver", y lo metió en aquel saco. Cuando salió de casa, en busca de aquel maravilloso mundo con el que había soñado, estaban saliendo los primeros rayos de sol de aquel día. Decidió caminar por mitad del campo, evitando los caminos, que eran peligrosos desde el inicio de aquella guerra.
Conforma avanzaban los días, aquella chica se encontraba mejor, cada vez que se encontraba cansada, o cuando paraba para comer, aprovechaba para leer, y para pensar en aquel sueño que tuvo. Poco a poco,el sufrimiento y la tristeza, dieron paso a la ilusión y a la alegría, ya que comenzaba a ver algunos de los paisajes y lugares sobre los que tanto había oído y leído. Cada vez le quedaban menos alimentos, pero tuvo la suerte de que un granjero, ya anciano, la invitó a pasar a su casa y le dio comida y todo lo que ella necesitó, y también le contó, a petición de Erin, algunas historias sobre Druidas y sobre antiguos monasterios. En aquella granja estuvo una noche, a la mañana siguiente, tras desayunar con aquel anciano y su esposa, salió de la granja y continuó su camino. Muchas veces se había preguntado hacia donde ir, ya que el paisaje que recordaba de aquel sueño no lo había visto jamás.
Ya había pasado casi un mes, y el día 22 de agosto decidió volver a casa, aunque no sabía si después de llegar a casa se volvería a ir o si se quedaría en aquella casa, que por otro lado le recordaba a tiempos mejores. Erin se encontraba en aquel omento cerca de su casa, en el condado de Cork, en unos campos cercanos a Béal na mBláth, y mientras caminaba cantaba una alegre canción, como a ella le gustaba hacer:
"Oh you cant have my banner the young girl replied,
Till your blood and my blood on the Boal Gouties lie,
I am a rebel and that's nothing mean,
And I'd lay down my life for White Orange and Green"
Pero aquella estrofa se vio silenciada por un tiroteo que se estaba produciendo en un camino cercano, por lo que Erin se escondió entre unos árboles cercanos, desde donde escuchaba los disparos y los gritos. Entre todo aquel ruido pudo escuchar una voz que gritaba con insistencia "Lo han matado", lo gritaba una y otra vez. En aquel preciso momento Erin volvió a llorar. Huyó en la dirección contraria, ya no quería volver a casa, ya no quería estar en aquel país, solo quería volver a aquel mundo que había visitado en sueños, y que tanta ilusión le había dado.
Aquella noche apenas pudo dormir, pensando en como aquella guerra estaba desgarrando a aquel país, pensando en la familia de aquel hombre que había muerto. A la mañana siguiente no sabía hacia donde dirigirse, no sabía si volver a casa o si continuar vagando por aquellas ruinas, que un día fueron su patria. Estaba pensando en aquello cuando escuchó un grito de ayuda, ella se acerco al lugar de donde salió aquella voz, y descubrió que había un chico tendido en el suelo, con una herida de bala que sangraba demasiado. Erin se aseguró de comprobar que no había nadie y se acercó a ayudar a aquel chico, un chico que tenía un aspecto raro, aunque Erin no prestó atención a eso. Lo retiró de donde estaba y lo llevó a una explanada, donde ella había estado en más de una ocasión, y sacando unas mantas de su saco, acostó a aquel chico, para encargarse de él.
Aquel chico no quería que Erin lo ayudase, pues temía que a ella le pasase algo por ayudarlo, mas no obstante Erin le dijo que no permitiría que ni una muerte más desgarrará el rostro de Éire. Ella le prometió que lo cuidaría hasta que estuviese recuperado, y que si después quería quedarse con ella, para buscar aquel país que ella soñó, era libre de hacerlo. Poco a poco se fueron conociendo, y Erin descubrió que Cian (que así es como se llamaba aquel chico) también era un amante de aquel maravilloso país que ella buscaba. Estuvo con Cian hasta que finalmente se recuperó, y él le prometió que la llevaría a un lugar mágico, que ella jamás olvidaría.
Cuando Cian estuvo preparado para andar, condujo a Erin hasta un lugar, cercano a Dublín, un lugar apartado de lo humano, aquel lugar impresionó a Erin. Era un claro en el bosque, donde había un pequeño lago, de aguas cristalinas, aunque verdosas por el reflejo de los árboles cercanos. Se acercaron a la orilla de aquel lago, y Cian cogió la mano de Erin, y pidió que ella confiará en él y ella aceptó, haciendo un gesto con la cabeza. Entonces Cian dio un paso hacia aquel lago, cayendo a aquel lago y arrastrando a Erin hacia dentro. Erin se asusto, pero cuando cayó al agua el miedo se torno en sorpresa, habían caído sobre un prado, repleto de tréboles. Cian estaba sentado, junto a ella, y ella no podía contener la emoción, pues aquel paisaje era el que había visto en su sueño.
Cian se levantó, sin soltar la mano de Erin, cogió aire y gritó Too Ra Loo Ra Loo Ral, y entonces comenzaron a llegar a aquella pequeña pradera, sobre la que habían aterrizado Erin y Cian, un montón de pequeños leprechaun y algunas hadas. Erin no podía dar crédito a lo que estaba viendo en aquel momento. Pero antes de que ella le pudiese decir nada, Cian se acerco a ella, y cogiendo las dos manos de Erin le formulo una pregunta:
- ¿Quieres quedarte aquí conmigo, o prefieres volver a tú casa?-Pregunto Cian con voz relajada, pero segura.
-No..No... No se que decirte- Dijo Erin con voz muy entrecortada- Allí no tengo a nadie, pero Éire es mi hogar.
-Claro que Éire es tu hogar- respondió Cian con una sonrisa en la boca- Además, aquí me tendrás siempre a mi.
-Si.. Lo se- dijo dubitativa Erin- pero no quiero alejarme de Éire.
Entonces Cian dio un paso hacia atrás, soltó una de las manos de Erin, y la condujo hasta lo alto de una colina. Cuando Erin miró, vio toda Irlanda, pero sin guerra, ni pólvora, ni bombas.
-Éire es esto, este mundo mítico, alejado de la locura y de la codicia de crueles imperios, y alejado de las luchas fratricidas. Éire es este lugar, el lugar de donde nosotros venimos no es Éire, sino que es un reflejo de este lugar, un reflejo adulterado por el hombre.
Entonces ella asintió con la cabeza y besó la boca de Cian, ya había tomado su decisión, aquello es lo que había querido siempre, y no lo cambiaría por nada. Desde entonces ambos vivieron en paz y en armonía, rodeados de leprechaun y hadas, aunque sin olvidar sus raíces. Y cada vez que quieren volver a visitar aquel lugar que les vio nacer, utilizan los arcoiris, que comunican este mundo con la verdadera Éire. Y según cuenta la leyenda los leprechaun les otorgaron la vida inmortal, ya que en ningún momento intentaron robar todas las riquezas que había en aquel lugar, a diferencia de otros que habían muerto buscando el tesoro de los leprechaun.
Y Erin y Cian vivirán en Éire hasta el fin de los tiempos, ayudando a hadas y leprechaun a proteger ese mágico mundo.
Cada vez la oscuridad era mayor, y entonces sonó la puerta, tres golpes secos, que provocaron en Erin una sensación doble, por un lado tenía miedo por que pudiesen hacerle algo, pero por otro lado tenía la esperanza de que fuese su padre, con buenas noticias. No obstante cuando abrió la puerta descubrió que era un soldado, vecino de aquella aldea. Aquel hombre tenía el gesto serio y las palabras que salieron de su boca retumbaron como si se tratase de una bomba: "Tu padre murió en una emboscada camino de Dublín.". Aquel soldado intento abrazarla, pero ella le grito:
-Vete de mi casa, no quiero saber nada de soldados, de pólvora, ni de vuestra estúpida guerra, solo quiero viajar allá donde estén los duendes y las hadas, ya que ese lugar es Éire, no este campo de sangre y muerte.
Aquel soldado se marchó, dejándola sola, pensando en ir al día siguiente, para comprobar como se encontraba tras aquel duro golpe. Nada más cerrar la puerta, Erin se desplomó en el suelo, llorando con amargura, pensando que ya se encontraba totalmente sola en aquel caos. No tenía fuerzas para levantarse ni para comer, así que continuó allí, llorando, hasta que finalmente el cansancio hizo estragos y ella se durmió, y comenzó a soñar. Aquel sueño la transportó a una tierra llena de luz, los campos eran verdes y prósperos y había misteriosos seres que Erin reconoció, eran leprechaun, los míticos duendecillos irlandeses, que danzaban junto a algunas hadas. De repente vino a su mente la imagen de su padre, y despertó asustada, miró a su alrededor y comprobó que se encontraba sola.
Cuando despertó de aquel sueño aún no había amanecido, y Erin no podía dejar de pensar en aquel bonito sueño que había tenido, y entonces tomó una decisión. Cogió un saco de viaje que su padre le había traído de Dublín, y metió un poco de ropa, algo de comida y de bebida, y se dispuso a partir de aquella casa. Antes de irse decidió coger un libro, pues no podría vivir sin leer, así que se fue a una estantería y cogió su libro favorito, "Los viajes de Gulliver", y lo metió en aquel saco. Cuando salió de casa, en busca de aquel maravilloso mundo con el que había soñado, estaban saliendo los primeros rayos de sol de aquel día. Decidió caminar por mitad del campo, evitando los caminos, que eran peligrosos desde el inicio de aquella guerra.
Conforma avanzaban los días, aquella chica se encontraba mejor, cada vez que se encontraba cansada, o cuando paraba para comer, aprovechaba para leer, y para pensar en aquel sueño que tuvo. Poco a poco,el sufrimiento y la tristeza, dieron paso a la ilusión y a la alegría, ya que comenzaba a ver algunos de los paisajes y lugares sobre los que tanto había oído y leído. Cada vez le quedaban menos alimentos, pero tuvo la suerte de que un granjero, ya anciano, la invitó a pasar a su casa y le dio comida y todo lo que ella necesitó, y también le contó, a petición de Erin, algunas historias sobre Druidas y sobre antiguos monasterios. En aquella granja estuvo una noche, a la mañana siguiente, tras desayunar con aquel anciano y su esposa, salió de la granja y continuó su camino. Muchas veces se había preguntado hacia donde ir, ya que el paisaje que recordaba de aquel sueño no lo había visto jamás.
Ya había pasado casi un mes, y el día 22 de agosto decidió volver a casa, aunque no sabía si después de llegar a casa se volvería a ir o si se quedaría en aquella casa, que por otro lado le recordaba a tiempos mejores. Erin se encontraba en aquel omento cerca de su casa, en el condado de Cork, en unos campos cercanos a Béal na mBláth, y mientras caminaba cantaba una alegre canción, como a ella le gustaba hacer:
"Oh you cant have my banner the young girl replied,
Till your blood and my blood on the Boal Gouties lie,
I am a rebel and that's nothing mean,
And I'd lay down my life for White Orange and Green"
Pero aquella estrofa se vio silenciada por un tiroteo que se estaba produciendo en un camino cercano, por lo que Erin se escondió entre unos árboles cercanos, desde donde escuchaba los disparos y los gritos. Entre todo aquel ruido pudo escuchar una voz que gritaba con insistencia "Lo han matado", lo gritaba una y otra vez. En aquel preciso momento Erin volvió a llorar. Huyó en la dirección contraria, ya no quería volver a casa, ya no quería estar en aquel país, solo quería volver a aquel mundo que había visitado en sueños, y que tanta ilusión le había dado.
Aquella noche apenas pudo dormir, pensando en como aquella guerra estaba desgarrando a aquel país, pensando en la familia de aquel hombre que había muerto. A la mañana siguiente no sabía hacia donde dirigirse, no sabía si volver a casa o si continuar vagando por aquellas ruinas, que un día fueron su patria. Estaba pensando en aquello cuando escuchó un grito de ayuda, ella se acerco al lugar de donde salió aquella voz, y descubrió que había un chico tendido en el suelo, con una herida de bala que sangraba demasiado. Erin se aseguró de comprobar que no había nadie y se acercó a ayudar a aquel chico, un chico que tenía un aspecto raro, aunque Erin no prestó atención a eso. Lo retiró de donde estaba y lo llevó a una explanada, donde ella había estado en más de una ocasión, y sacando unas mantas de su saco, acostó a aquel chico, para encargarse de él.
Aquel chico no quería que Erin lo ayudase, pues temía que a ella le pasase algo por ayudarlo, mas no obstante Erin le dijo que no permitiría que ni una muerte más desgarrará el rostro de Éire. Ella le prometió que lo cuidaría hasta que estuviese recuperado, y que si después quería quedarse con ella, para buscar aquel país que ella soñó, era libre de hacerlo. Poco a poco se fueron conociendo, y Erin descubrió que Cian (que así es como se llamaba aquel chico) también era un amante de aquel maravilloso país que ella buscaba. Estuvo con Cian hasta que finalmente se recuperó, y él le prometió que la llevaría a un lugar mágico, que ella jamás olvidaría.
Cuando Cian estuvo preparado para andar, condujo a Erin hasta un lugar, cercano a Dublín, un lugar apartado de lo humano, aquel lugar impresionó a Erin. Era un claro en el bosque, donde había un pequeño lago, de aguas cristalinas, aunque verdosas por el reflejo de los árboles cercanos. Se acercaron a la orilla de aquel lago, y Cian cogió la mano de Erin, y pidió que ella confiará en él y ella aceptó, haciendo un gesto con la cabeza. Entonces Cian dio un paso hacia aquel lago, cayendo a aquel lago y arrastrando a Erin hacia dentro. Erin se asusto, pero cuando cayó al agua el miedo se torno en sorpresa, habían caído sobre un prado, repleto de tréboles. Cian estaba sentado, junto a ella, y ella no podía contener la emoción, pues aquel paisaje era el que había visto en su sueño.
Cian se levantó, sin soltar la mano de Erin, cogió aire y gritó Too Ra Loo Ra Loo Ral, y entonces comenzaron a llegar a aquella pequeña pradera, sobre la que habían aterrizado Erin y Cian, un montón de pequeños leprechaun y algunas hadas. Erin no podía dar crédito a lo que estaba viendo en aquel momento. Pero antes de que ella le pudiese decir nada, Cian se acerco a ella, y cogiendo las dos manos de Erin le formulo una pregunta:
- ¿Quieres quedarte aquí conmigo, o prefieres volver a tú casa?-Pregunto Cian con voz relajada, pero segura.
-No..No... No se que decirte- Dijo Erin con voz muy entrecortada- Allí no tengo a nadie, pero Éire es mi hogar.
-Claro que Éire es tu hogar- respondió Cian con una sonrisa en la boca- Además, aquí me tendrás siempre a mi.
-Si.. Lo se- dijo dubitativa Erin- pero no quiero alejarme de Éire.
Entonces Cian dio un paso hacia atrás, soltó una de las manos de Erin, y la condujo hasta lo alto de una colina. Cuando Erin miró, vio toda Irlanda, pero sin guerra, ni pólvora, ni bombas.
-Éire es esto, este mundo mítico, alejado de la locura y de la codicia de crueles imperios, y alejado de las luchas fratricidas. Éire es este lugar, el lugar de donde nosotros venimos no es Éire, sino que es un reflejo de este lugar, un reflejo adulterado por el hombre.
Entonces ella asintió con la cabeza y besó la boca de Cian, ya había tomado su decisión, aquello es lo que había querido siempre, y no lo cambiaría por nada. Desde entonces ambos vivieron en paz y en armonía, rodeados de leprechaun y hadas, aunque sin olvidar sus raíces. Y cada vez que quieren volver a visitar aquel lugar que les vio nacer, utilizan los arcoiris, que comunican este mundo con la verdadera Éire. Y según cuenta la leyenda los leprechaun les otorgaron la vida inmortal, ya que en ningún momento intentaron robar todas las riquezas que había en aquel lugar, a diferencia de otros que habían muerto buscando el tesoro de los leprechaun.
Y Erin y Cian vivirán en Éire hasta el fin de los tiempos, ayudando a hadas y leprechaun a proteger ese mágico mundo.
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