Igor era un músico austriaco, de poco
más de 26 años, que a causa de la muerte de sus padres en un
accidente se había quedado sin apenas dinero, por lo que no pudo
continuar sus estudios en el conservatorio, y además al poco tiempo,
ya que no pudo encontrar trabajo, se encontró sin dinero para
continuar pagando el alquiler de aquella casa, ya que sus padres
habían muerto sin poder legarle una herencia económica. Tal fue la
situación que atravesó, que se encontró sin dinero, sin casa, y
sin nadie que pudiese ayudarlo, por lo que cogió lo único que le
quedaba, su violín, y comenzó a vivir en la calle, viviendo de la
caridad de los demás.
Todos los días cambiaba de zona, pero
a mediados de agosto, cuando llevaba ya tres meses viviendo en la
calle, se sentó en el suelo, en la acera que había frente a una
cafetería, abrió la funda del violín, y comenzó a tocar. Llevaba
poco tiempo allí sentado cuando se abrió la puerta de aquella
cafetería y salió una de las camareras que allí estaba trabajando.
Entonces Igor se supuso que aquella chica lo echaría de allí,
argumentando que lo hacía porque espantaba a los clientes, como ya
había ocurrido en otros lugares. No obstante estaba equivocado, ella
le invitó a pasar y a tomar algo, pero Igor rechazó la oferta, y le
dijo que no tenía aún dinero para pagar nada. Ella volvió a entrar
en la cafetería y a los pocos minutos volvió a salir, llevando en
sus manos un café para llevar y un bocadillo envasado en papel, y se
los entregó a Igor. De nuevo él intentó rechazarlo, pero ante las
insistencias de aquella camarera Igor tomo aquello.
Mientras Igor comía, ella se sentó en
un banco que había junto a él, y comenzó una conversación, con
una amplia sonrisa, y con naturalidad, como si no le importase que
aquel chico fuese un vagabundo:
-Come esto y así estarás mejor.- le
decía aquella chica- Me llamo Anna, y me ha llamado la atención
que un chico tan joven se encuentre en esta situación.
-Muchas gracias, en serio.- Dijo Igor-
Pero no deberías traerme comida, ya que tu jefe podría enfadarse
contigo.
-No creo que a mi jefe le importe
esto,- Le dijo Anna- lo que si me gustaría saber es como te llamas,
y como una persona tan joven a terminado en una situación así.
Igor se presentó y le contó su
historia a Anna, mientras ella escuchaba su historia su cara borro
aquella sonrisa y mostró un rostro que era la máxima representación
de la compasión. Al poco tiempo comenzó a llegar gente a la
cafetería, por lo que Anna tuvo que regresar al trabajo, no sin
antes decirle que si alguna vez Igor necesitaba algo que fuese allí y
la buscase.
Desde aquella tarde Igor regresaba
todos los días y se sentaba frente a aquella cafetería, tocando su
violín, y todas las tardes aquella chica salía, le llevaba algo de
comida y le hacía compañía, parecía que podría surgir el amor,
pero Igor no quería que aquella chica acabase con un fracasado como
él. En algunas ocasiones ella le insinuó que se fuese a vivir con
ella, pero él siempre conseguía convencerla de que aquello no era
adecuado. Ella amaba a aquel chico, no solo por su historia, sino por
su capacidad al violín, que sonaba como si fuese un ángel quien
tocase aquel violín.
Así estuvieron varios meses, pero una
tarde de diciembre, en que lucía un tímido sol, que apenas conseguía
calentar, ella faltó por primera vez a aquella cita. Él pensó que
quizás se encontraba enferma o que algo que le ocurrió. Pasaron los
días, y casi un mes después comprobó que Anna no volvió a aquella
cafetería y que había una chica nueva, entonces decidió entrar y
preguntar a aquella nueva chica si sabía el paradero de Anna. Al
entrar en la cafetería aquella chica se asustó pues creía que
aquel mendigo iba a robarle, por lo que lo amenazó, pero entonces el
dijo, casi sin voz, que quería preguntar por Anna. La camarera,
comprendiendo que no quería hacerle nada, se acercó a él y le
dijo que aquella cafetería pertenecía a una gran empresa y que
quizás Anna había sido despedida, al cambiar los jefes.
Aquello supuso un duro palo para Igor,
pero decidió que continuaría yendo todos los días al mismo sitio,
con la esperanza de que aquella chica regresase en algún momento.
El invierno, a mediados de enero se recrudeció, comenzando unos
días de extremo frío y nevadas, que provocaron en Igor un terrible
resfriado, que poco después empeoró, ya que los médicos no podían
ofrecerle un lugar donde resguardarse del frío, y las pastillas eran
inútiles si no guardaba reposo en un lugar caliente.
Comprendió entonces que su vida estaba
cercana a terminar, y decidió no apartarse de aquella cafetería en
ningún momento del día, aquella camarera nueva, de vez en cuando le
sacaba un poco de café caliente, o unos bollos calientes, pero
aquello no era suficiente para que Igor se recuperase. Todas las
noches se acostaba pensando en la cara de Anna, y esperaba que
realmente no la hubiesen echado.
Continuó enfermo y empeorando, y a
finales de febrero, cuando llegó una nueva ola de frío, comprendió
que lo más seguro es que no pasase de aquel invierno, pero no
pensaba vender el violín, prefería morir abrazado a él que
venderlo y poder pagarse una o dos noches de hotel, que seguramente
no le servirían de nada. La segunda noche de aquel temporal de frío,
cuando estaba a punto de dormirse, sintió como un coche se paraba.
Se bajó un hombre con rostro serio, y sacó una manta, y se la puso
a Igor y le pidió que lo acompañara. Igor, que estaba muy confuso
por la alta fiebre que tenía se montó en el coche, y cuando no
habían trascurrido ni diez minutos se durmió.
Despertó al poco tiempo y se
encontraba en un hospital, rodeado de toda una serie de maquinas,
parecía confuso, pues aquellas maquinas no estaban en los hospitales
a los que él solía ir. Escuchó la voz de un médico, que tenía un
marcado acento alemán. Al ver que Igor estaba despierto el médico
le hizo unas cuantas preguntas, para comprobar que todo estaba bien,
y le dijo que la pulmonía aguda que sufría estaba remitiendo, y que
tenía visita. Igor se quedó muy parado cuando vio que se acercaba
Anna sintió una gran alegría.
Ella se acercó, y antes de que él
pudiese decirle nada, ella le pidió perdón por no haber podido
ayudarlo antes, pero había estado demasiado ocupada, le contó que su
abuelo, el dueño de aquella marca de cafeterías había fallecido en
diciembre, y ella tuvo que abandonar su puesto, ya que él la había
nombrado su heredera. Le contó que no pudo ir a buscarlo antes, ya
que se encontraba en Salzburgo, pero que cuando se enteró de su
situación envió al chófer que lo buscase y lo llevase a la clínica
privada de Salzburgo. Él solamente dijo que no importaba lo que lle
había tardado, que lo importante era que ella se encontraba bien.
Entonces ella le entrego una caja
envuelta con papel de regalo, y cuando lo abrió comprobó con
asombro lo que aquello era, un nuevo violín, y junto a aquel violín
un papel, que lo cogió, y cuando lo leyó una enorme gratitud lo
recorrió. Anna le había pagado los dos años de conservatorio que
le faltaban. Él, no quiso aceptarlo, ya que no podía darle nada a
cambio, pero Anna le pidió una cosa a cambio, que por fin se fuese a
vivir, con ella, ya que él era la única persona que la quería por
lo que era, no por lo que tenían.
Cinco años después se casaron, y fue
una boda por todo lo alto, ya que se estaban casando la empresaria
más importante de Viena, con el primer violín de la orquesta
filarmonica de Viena, pero lo que realmente les hacía felices no es
haber logrado todos esos éxitos, sino el que ambos los habían
compartido. Aquel vagabundo y aquella camarera habían cambiado su
vida por completo.
Twitter: https://twitter.com/klaus_escritor
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