lunes, 23 de junio de 2014

Amor y leyendas

Juanjo era un chico de 18 años, que estudiaba en el conservatorio, aquel chico estaba estudiando en la ciudad de Granada, pero era de Sevilla. Vivía solo en un pequeño piso del barrio granadino de el Realejo, donde su padre tenía un piso, donde había vivido cuando era joven. Pese a que era un chico alto, rubio y muy deportista, no le gustaba relacionarse con el resto de chicos y chicas, prefería quedarse en su piso bebiendo cerveza y tocando su guitarra o su piano, si no estaba en su piso estaba corriendo o jugando a algún deporte, pero siempre deportes individuales.

Corría ya el mes de junio, y comenzaba a hacer mucha calor por las noches, por lo que Juanjo decidió coger su guitarra, un litro de cerveza y buscar algún sitio donde poder tocar la guitarra tranquilamente. Comenzó a caminar por las estrechas calles del realejo, buscando algún sitio donde poder sentarse, pero no encontraba ningún sitio donde poder sentarse a tocar la guitarra. Estaba ya volviendo a su piso, con la sensación de que aquella noche no podría tocar la guitarra en el frescor de la noche, cuando paso por la calle que conducía al Campo del Príncipe. Sabía que allí no estaría solo, pero al menos podría sentarse a tocar un rato la guitarra y tomarse su cerveza. Subió aquella calle y se encontró con lo que él ya esperaba, había gente sentada en las mesas de los bares, algunos niños jugando en un pequeño parque que había, y el único lugar que parecía más retirado y tranquilo era un pequeño banco que había frente al monumento que allí había.

Se sentó en aquel banco, abrió la cerveza, y mientras tomaba un par de sorbos, comenzó a sacar la guitarra de su funda. Comenzó entonces a afinar su guitarra, y terminó de beberse la primera de las cervezas. No había hecho más que terminar de beber el último sorbo de la cerveza, cuando comenzó a tocar los primeros acordes de una triste canción de amor que había aprendido tiempo atrás. Cuando comenzó a cantar aquella canción su mente le jugó una mala pasada, y le hizo recordar a Laura, una chica que había en el conservatorio, que tenía novio, y Juanjo se había enamorado de ella nada más verla, pero no se atrevía a hacer nada, porque ella tenía novio. Cuando llegó al punto más emocionante de aquella canción no pudo contenerse, y una lagrima cayó por su rostro, sus lagrimas cayeron hasta el suelo, y él, con la voz entrecortada y con la intención de seguir aquella canción, alzó la vista. Lo que vio hizo que dejará de cantar, la luna había abandonado su color blanco por uno de un color rojizo, semejante al de la sangre, que se reflejaba en aquel monumento de piedra frente al que estaba sentado. Antes de que pudiera reaccionar la luz rojiza aumentó su intensidad, hasta el punto de que Juanjo sentía como lo atravesaba, notó entonces como una fuerza le entraba en el cuerpo sin que el pudiese hacer nada, la intensidad de aquella fuerza aumento hasta que de repente cesó. Juanjo bajo los ojos, y cuando los volvió a alzar la luna estaba blanca, al igual que aquel monumento, por lo que él pensó que todo aquello había sido fruto de la cerveza y de la falta de sueño, por lo que decidió volverse a su casa y dormirse pronto.

A la mañana siguiente Juanjo se levantó más tarde de la cuenta, pero ya se encontraba muy descansado, y con más animo y energía que antes. Se levantó y fue a encender el fuego para tomarse un té, cuando se dio cuenta de que no le quedaban cerillas, y el mechero lo había perdido, entonces cogió una de aquellas cerillas gastadas, y nada más cogerla aquella cerilla, que ya estaba gastada, se encendió. Él la acercó al fogón sin comprender bien que había pasado, y lo encendió. Estaba apoyado en el la mesa de la cocina pensando en como había podido eso cuando le dio un codazo a una jarra con agua que tenía sobre la mesa, y esta se cayó de la mesa, y él estiro la mano para cogerla, pero en vez de cogerla, hizo que se parase, como si se hubiese parado el tiempo, cogió rápido la jarra y la puso sobre la mesa. Se tomó el té y salió a correr un rato, pero sin dejar de pensar en todo lo que había pasado aquella mañana y la noche anterior. Aquel día corrió más de lo normal, dado que tenía la mente muy cargada. Al pasar cerca de la Alhambra lo paró una mujer mayor, que le pidió que la ayudase con unas compras. Juanjo le contestó de modo afirmativo, le cogió las bolsas a aquella mujer, y las llevó hasta su casa, ella lo invitó a pasar y a que se tomase un vaso de agua. Él se sentó en el sillón que la mujer loe indicó, y mientras ella iba a buscar algo de beber, él leyó un cartel, que tenía pinta de ser muy antiguo, en aquel cartel había un texto:

“Aquel que se presentase frente al monumento que hay en el Campo del Príncipe y demuestre, mediante lágrimas verdaderas, que su corazón es puro y fuerte alcanzará la gracia que le concederá la luna de sangre, al reflejarse en ese corazón.”

Aquello llamó la atención a Juanjo, que comenzó a asustarse, pero no le dio tiempo a pensar en nada, pues aquella misteriosa mujer volvió a la habitación y señalando aquel cartel le dijo que ella sabía que la noche anterior la luna de sangre se había posado en Granada, y había otorgado la gracia de la magia a un joven, y añadió que aquel joven era él. Aquello terminó de asustar a Juanjo, que tomo el vaso de agua con mucha rapidez y salió corriendo hacia su piso, sin poder dejar de pensar en todo lo que le estaba pasando.

Estuvo tres días sin poder dejar de pensar en otra cosa, en el conservatorio, en casa, cuando salía a correr y cuando dormía. Aquellos días evitó las cercanías de la Alhambra y se presentó varias veces en el Campo del Príncipe, para intentar encontrar alguna respuesta, pero el hecho era que él ya se estaba acostumbrado a sus nuevos poderes, y había comenzado a practicar con ellos. Todas las noches, tras el conservatorio, buscaba un parque alejado donde poder practicar con sus poderes, podía mover cosas, parar el tiempo, utilizar fuego, congelar, era todo lo que los niños deseaban poder hacer, era como haber cumplido un viejo sueño.

Su vida comenzó a girar en torno a estos poderes, pero siempre que estaba solo, porque cuando estaba acompañado evitaba hacer ese tipo de muestras. Y sus días habían dejado de ser monótonos, realmente se encontraba muy feliz, pero seguía teniendo un problema, no tenía a Laura, la chica en la que no podía dejar de pensar, y pensaba que aquello no podría cambiar, pues no tenía el poder de manejar la voluntad de las personas.

Un día que salieron antes del conservatorio, pues ya faltaba muy poco tiempo para acabar las clases, decidió no volverse a casa, sino que se quedó en un bar que había cerca tomando una cerveza, en la terraza que había junto a un parque. Se estaba tomando la segunda cerveza cuando comenzó a escuchar los gritos de un chico que había en el parque, se fijó y vio que era el novio de Laura, que junto a otros compañeros estaban dándole gritos a Laura, como si le estuviesen recriminando algo. Aquello no gustó en absoluto a Juanjo, que se levantó con la intención de intervenir. Antes de que pudiese reaccionar Juanjo, pasaron de darle gritos a insultarla, con insultos como “Guarra”, “Zorra” o “Puta”, y en un arrebato de ira, el novio de Laura intento darle una bofetada a ella. Antes de que la mano de aquel chico tocase a Laura, salió disparado, como si una fuerza lo hubiese golpeado. Alzó la cara y vio la figura de Juanjo, con la mano extendida. El novio de Laura creyó que Juanjo lo había empujado, y mientas le gritaba que no defendiera a una desgraciada, se levantó con la intención de pegarle. Cuando estaba a punto de golpear a Juanjo, este levanto la mano, e hizo que aquel chico se alzase , como por arte de magia, y después lo lanzó lejos. Todos salvo Laura salieron a correr, tras levantar a Andrés, el novio de Laura.

Juanjo se sentía muy avergonzado por haber perdido los nervios, y haber utilizado de aquel modo aquellos poderes, y se dio la vuelta con la intención de irse. No había dado dos pasos cuando sintió una fuerza que le cogía el brazo, se giró y vio que era Laura, con lágrimas en los ojos. Él, le paso los dedos por debajo de los ojos para secarle las lágrimas, y ella solo pudo abrazarle. Tras eso, Juanjo insistió en invitarla a una cerveza para que se relajase, ella acepto, sin apenas voz. Mientras se tomaban la cerveza Juanjo le contó que estaba enamorado de ella desde hacía tiempo, pero no se atrevía a decírselo, y por ese motivo cuando la vio en aquella situación la salvó sin dudarlo. Ella le dijo que lo único que sentía en aquel momento no era gratitud, sino amor, ya que él había arriesgado mucho por defenderla. Él la llevó a su piso, donde le explicó todo lo que le había pasado en el Campo del Príncipe y con la viejecita. Entonces Laura insistió en volver al Campo del Príncipe, diciéndole a Juanjo que sabía como hacer que aquellos dones desaparecieran, y con ellos todos los problemas que podía tener Juanjo. Él aceptó, y ambos se dirigieron a aquel lugar, cogidos de la mano, y sin parar de hablar. Cuando llegaron a aquel lugar, Laura insistió en que se parasen frente a aquel monumento, en aquellos momentos ya había caído la noche, y ella le cogió las manos y preguntó en voz alta:

-Juanjo, ¿Aceptas mi amor?
-Si- contestó sin dudarlo Juanjo.
-Si es así- dijo Laura sin darle tiempo a decir nada a Juanjo- jurarlo frente a esta escultura, que quedará como testigo de nuestro amor.
-Juro que yo- dijo Juanjo con al voz un poco temblorosa- solo amó, amo y amaré a Laura, desde el día que la escuche por primera vez y hasta la eternidad.

Al terminar aquellas palabras Laura le confesó al oído que ella también llevaba un tiempo intentando quedar con él, sin que su novio se enterase, pero no pudo, ya que Juanjo siempre evitaba hablar con ella. Tras decirle esto le beso la boca a Juanjo, y en ese momento Juanjo sintió como aquella fuerza que había entrado trayéndole aquellos poderes, estaba desapareciendo. Cuando terminaron de besarse, Laura insistió en que intentase hacer algo con sus poderes, pero el no quería, pero ella volvió a insistir, y Juanjo por contentarla lo intentó, pero ya no podía hacer nada, aquellos poderes se habían esfumado. Él le dio las gracias, y la beso de nuevo, pero estaba confundido porque no sabía como ella había logrado romper aquella magia. Entonces ella lo llevó hasta una perdida calle que había en aquel barrio, y le enseño una losa que se encontraba casi sepultada en un descampado, en aquella losa ponía:

“Aquel que se presentase frente al monumento que hay en el Campo del Príncipe y demuestre, mediante lágrimas verdaderas, que su corazón es puro y fuerte alcanzará la gracia que le concederá la luna de sangre, al reflejarse en ese corazón. Y aquel que posea esta gracia solo podrá renunciar a ella con un beso de amor verdadero y único, frente a aquel monumento, donde hubiese recibido esta gracia.”

Él comprendió lo que aquello significaba, no solo había perdido esos poderes, que habían provocado que le hiciera daño a una persona, sino que aquello demostraba que aquel amor era verdadero y sería único. Decidieron celebrarlo aquella noche, y él la invitó a unas cervezas en su piso. Cuando iban a dar las doce de la noche, ambos le asomaron al balcón, y contemplando la luna se volvieron a besar,y entonces ocurrió algo, que ambos achacaron a aquel encantamiento que habían roto, mientras ambos se besaban, la campana de la Torre de la Vela comenzó a sonar, como celebrando aquel amor. Y al ritmo de aquellas campanadas ellos volvieron a juntar sus besos, ya no eran dos personas, sino que ahora eran un único amor.

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miércoles, 11 de junio de 2014

Viena

Igor era un músico austriaco, de poco más de 26 años, que a causa de la muerte de sus padres en un accidente se había quedado sin apenas dinero, por lo que no pudo continuar sus estudios en el conservatorio, y además al poco tiempo, ya que no pudo encontrar trabajo, se encontró sin dinero para continuar pagando el alquiler de aquella casa, ya que sus padres habían muerto sin poder legarle una herencia económica. Tal fue la situación que atravesó, que se encontró sin dinero, sin casa, y sin nadie que pudiese ayudarlo, por lo que cogió lo único que le quedaba, su violín, y comenzó a vivir en la calle, viviendo de la caridad de los demás. 

Todos los días cambiaba de zona, pero a mediados de agosto, cuando llevaba ya tres meses viviendo en la calle, se sentó en el suelo, en la acera que había frente a una cafetería, abrió la funda del violín, y comenzó a tocar. Llevaba poco tiempo allí sentado cuando se abrió la puerta de aquella cafetería y salió una de las camareras que allí estaba trabajando. Entonces Igor se supuso que aquella chica lo echaría de allí, argumentando que lo hacía porque espantaba a los clientes, como ya había ocurrido en otros lugares. No obstante estaba equivocado, ella le invitó a pasar y a tomar algo, pero Igor rechazó la oferta, y le dijo que no tenía aún dinero para pagar nada. Ella volvió a entrar en la cafetería y a los pocos minutos volvió a salir, llevando en sus manos un café para llevar y un bocadillo envasado en papel, y se los entregó a Igor. De nuevo él intentó rechazarlo, pero ante las insistencias de aquella camarera Igor tomo aquello.

Mientras Igor comía, ella se sentó en un banco que había junto a él, y comenzó una conversación, con una amplia sonrisa, y con naturalidad, como si no le importase que aquel chico fuese un vagabundo:

-Come esto y así estarás mejor.- le decía aquella chica- Me llamo Anna, y me ha llamado la atención que un chico tan joven se encuentre en esta situación.

-Muchas gracias, en serio.- Dijo Igor- Pero no deberías traerme comida, ya que tu jefe podría enfadarse contigo.

-No creo que a mi jefe le importe esto,- Le dijo Anna- lo que si me gustaría saber es como te llamas, y como una persona tan joven a terminado en una situación así.

Igor se presentó y le contó su historia a Anna, mientras ella escuchaba su historia su cara borro aquella sonrisa y mostró un rostro que era la máxima representación de la compasión. Al poco tiempo comenzó a llegar gente a la cafetería, por lo que Anna tuvo que regresar al trabajo, no sin antes decirle que si alguna vez Igor necesitaba algo que fuese allí y la buscase.

Desde aquella tarde Igor regresaba todos los días y se sentaba frente a aquella cafetería, tocando su violín, y todas las tardes aquella chica salía, le llevaba algo de comida y le hacía compañía, parecía que podría surgir el amor, pero Igor no quería que aquella chica acabase con un fracasado como él. En algunas ocasiones ella le insinuó que se fuese a vivir con ella, pero él siempre conseguía convencerla de que aquello no era adecuado. Ella amaba a aquel chico, no solo por su historia, sino por su capacidad al violín, que sonaba como si fuese un ángel quien tocase aquel violín.

Así estuvieron varios meses, pero una tarde de diciembre, en que lucía un tímido sol, que apenas conseguía calentar, ella faltó por primera vez a aquella cita. Él pensó que quizás se encontraba enferma o que algo que le ocurrió. Pasaron los días, y casi un mes después comprobó que Anna no volvió a aquella cafetería y que había una chica nueva, entonces decidió entrar y preguntar a aquella nueva chica si sabía el paradero de Anna. Al entrar en la cafetería aquella chica se asustó pues creía que aquel mendigo iba a robarle, por lo que lo amenazó, pero entonces el dijo, casi sin voz, que quería preguntar por Anna. La camarera, comprendiendo que no quería hacerle nada, se acercó a él y le dijo que aquella cafetería pertenecía a una gran empresa y que quizás Anna había sido despedida, al cambiar los jefes.

Aquello supuso un duro palo para Igor, pero decidió que continuaría yendo todos los días al mismo sitio, con la esperanza de que aquella chica regresase en algún momento. El invierno, a mediados de enero se recrudeció, comenzando unos días de extremo frío y nevadas, que provocaron en Igor un terrible resfriado, que poco después empeoró, ya que los médicos no podían ofrecerle un lugar donde resguardarse del frío, y las pastillas eran inútiles si no guardaba reposo en un lugar caliente.

Comprendió entonces que su vida estaba cercana a terminar, y decidió no apartarse de aquella cafetería en ningún momento del día, aquella camarera nueva, de vez en cuando le sacaba un poco de café caliente, o unos bollos calientes, pero aquello no era suficiente para que Igor se recuperase. Todas las noches se acostaba pensando en la cara de Anna, y esperaba que realmente no la hubiesen echado.

Continuó enfermo y empeorando, y a finales de febrero, cuando llegó una nueva ola de frío, comprendió que lo más seguro es que no pasase de aquel invierno, pero no pensaba vender el violín, prefería morir abrazado a él que venderlo y poder pagarse una o dos noches de hotel, que seguramente no le servirían de nada. La segunda noche de aquel temporal de frío, cuando estaba a punto de dormirse, sintió como un coche se paraba. Se bajó un hombre con rostro serio, y sacó una manta, y se la puso a Igor y le pidió que lo acompañara. Igor, que estaba muy confuso por la alta fiebre que tenía se montó en el coche, y cuando no habían trascurrido ni diez minutos se durmió.

Despertó al poco tiempo y se encontraba en un hospital, rodeado de toda una serie de maquinas, parecía confuso, pues aquellas maquinas no estaban en los hospitales a los que él solía ir. Escuchó la voz de un médico, que tenía un marcado acento alemán. Al ver que Igor estaba despierto el médico le hizo unas cuantas preguntas, para comprobar que todo estaba bien, y le dijo que la pulmonía aguda que sufría estaba remitiendo, y que tenía visita. Igor se quedó muy parado cuando vio que se acercaba Anna sintió una gran alegría.
 
Ella se acercó, y antes de que él pudiese decirle nada, ella le pidió perdón por no haber podido ayudarlo antes, pero había estado demasiado ocupada, le contó que su abuelo, el dueño de aquella marca de cafeterías había fallecido en diciembre, y ella tuvo que abandonar su puesto, ya que él la había nombrado su heredera. Le contó que no pudo ir a buscarlo antes, ya que se encontraba en Salzburgo, pero que cuando se enteró de su situación envió al chófer que lo buscase y lo llevase a la clínica privada de Salzburgo. Él solamente dijo que no importaba lo que lle había tardado, que lo importante era que ella se encontraba bien.

Entonces ella le entrego una caja envuelta con papel de regalo, y cuando lo abrió comprobó con asombro lo que aquello era, un nuevo violín, y junto a aquel violín un papel, que lo cogió, y cuando lo leyó una enorme gratitud lo recorrió. Anna le había pagado los dos años de conservatorio que le faltaban. Él, no quiso aceptarlo, ya que no podía darle nada a cambio, pero Anna le pidió una cosa a cambio, que por fin se fuese a vivir, con ella, ya que él era la única persona que la quería por lo que era, no por lo que tenían.


Cinco años después se casaron, y fue una boda por todo lo alto, ya que se estaban casando la empresaria más importante de Viena, con el primer violín de la orquesta filarmonica de Viena, pero lo que realmente les hacía felices no es haber logrado todos esos éxitos, sino el que ambos los habían compartido. Aquel vagabundo y aquella camarera habían cambiado su vida por completo.

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martes, 10 de junio de 2014

Suicidio

Era una tarde y Pedro se dirigía hacia su casa después de de un duro día de trabajo, como siempre, solo. Mientras paseaba estaba recordando los sucesos que un par de años antes habían sucedido. Ahora, Pedro, tenía 25 años y trabajaba en una empresa que se encargaba de la protección del patrimonio histórico, pero con 23 años su vida era muy distinta. Había terminado la carrera y estaba terminando un máster, vivía solo y tenía una preciosa novia, pero aquello no duraría mucho, ya que su novia lo abandono, sin avisar ni dar motivos, y él se sumió en una gran depresión. 

Aquella noche, Pedro, al terminar tan tarde de trabajar, pues estaba terminando un proyecto de extrema urgencia, decidió tomar otro camino distinto aquella noche para volver a casa, ya que iba a ir a un sitio de comida rápida. Continuaba dándole vueltas a la cabeza cuando se encontró ante una escena que jamás olvidaría. Había una chica, subida en lo alto de una azotea, dispuesta a lanzarse al vacío. Él le grito para que ella se bajase, en aquel momento no había nadie más en aquella calle, pero ella, en vez de bajarse dio un paso, precipitándose al vacío.

Desde que dio ese paso todo ocurrió sin que ninguno pudiese darse cuenta de lo que estaba pasando. Cuando ella se tiró al vacío, el tiró la mochila que llevaba, y salió corriendo, y antes de que ella tocase el suelo él consiguió parar la caída, y evitó de ese modo que ella perdiese la vida. Los dos se encontraban en el suelo, inconscientes, hasta que una pareja pasó por allí y llamo a los servicios de emergencia.

Ella se despertó a la mañana siguiente, estaba confusa, y no sabía si estaba viva o si había logrado suicidarse. Cuando el médico vino y le explicó lo ocurrido se dio cuenta de que realmente seguía viva, y comenzó a recordar todo lo que ocurrió en el momento que se tiro. Se acordó de aquel chico que le gritó para que no se tirase, y que evitó que consiguiese quitarse la vida. Entonces una gran sensación de culpa atravesó su cuerpo, y ella le preguntó al doctor por aquel chico. El doctor le contestó que aquel chico se encontraba aún inconsciente, aunque su vida no corría peligro.

Ella pidió que la llevasen a la habitación de aquel chico, pues quería saber porque había arriesgado su vida por evitar que ella se suicidase. El médico la dejó, con la condición de que fuese en silla de ruedas, pues se había partido algunos huesos, y además debería estar acompañada en todo momento por una enfermera. A los pocos minutos se encontraba en la habitación, al lado de la cama de aquel chico, que tenía algunos huesos de su cuerpo rotos, como el brazo izquierdo y su pierna derecha. Al ver aquello la chica comenzó a sentirse culpable, pues ella no quería dañar a nadie.

Tuvieron que esperar casi una hora para que Pedro despertase, en ese tiempo aquella chica, cuyo nombre era Lucía, explicó a la enfermera que ella no conocía a ese chico de nada. Lucía era una chica de 24 años, pelirroja, y tenía una piel clara, aunque en aquel momento estaba surcada por los restos de aquel acto que había intentado llevar a cabo. Cuando Pedro despertó, lo primero que vieron sus ojos fue el pelo rojizo de Lucía. Al despertar, entró el médico, avisado por la enfermera, el cual realizó unas preguntas para ver si Pedro se acordaba de todo, o si tenía lagunas, y al comprobar que se encontraba perfectamente de sus cualidades mentales lo dejó descansar.

Fue entonces cuando Lucía, ayudada por la enfermera, se acercó a la cama y se presentó a Pedro, cada vez más avergonzada, y tras presentarse los dos, Lucía le preguntó a Pedro los motivos que habían provocado que hubiese arriesgado su vida para salvarla, si ni la conocía. Pedro no le contestó con palabras, sino que le miro los ojos, mientras se quitaba la muñequera que tenía en la mano derecha, y que los médicos no le había retirado, la enfermera, al ver que estaban hablando se retiró y los dejo solos. Cuando Pedro se quitó la muñequera y Lucía observó lo que ocultaba se quedó muy parada, era una cicatriz.

Entonces Pedro comenzó a explicarle que dos años atrás, su novia, que era su único apoyo, lo había abandonado sin explicarle los motivos, y que él se sumió en una profunda depresión, de la que no podía salir, hasta que un día decidió acabar con aquel sufrimiento y se cortó la muñeca derecha para suicidarse. Pero no lo había logrado gracias a que un vecino suyo, al ver que se había dejado la puerta abierta, entró en la casa, y se lo encontró a él a punto de morir desangrado, y consiguió frenarle la herida hasta que llegaron los servicios de emergencia. Aquel vecino lo visitó todos los días que Pedro estuvo en el hospital, y le convenció de que en la vida había un montón de cosas por las que luchar, consiguiendo con el tiempo que Pedro adquiriese una autoestima que lo ayudó a conseguir los éxitos que dos años más tarde tenía.

Lucía se emociono con aquella historia, pero le dijo que realmente ella no tenía nada por lo que luchar, ni aspiraciones, ni amor, ni nada por lo que mereciese la vida luchar. Pedro le pidió que le contase algo de su vida, y ella le contó que su pasión era dibujar, pero que nadie valoraba sus dibujos, le explico que su novio le pegaba, que hacía mucho tiempo que no tenía amigos. De los ojos de Lucía comenzaron a salir lagrimas, se había derrumbado, pero sin esperárselo, una sensación de calor comenzó a recorrer su cuerpo. Pedro, al verla así, se acordó de lo que él había sufrido, lo que unido a la atracción que sintió por Lucía desde la primera vez que la vio, hizo que se incorporara, le apartase el pelo de la cara y comenzase a besarle.


Cuando retiraron sus labios ambos estuvieron un rato sin hablar, hasta que Lucía le preguntó si realmente sentía algo por ella, o por si era por pena. Entonces Pedro, la miró a los ojos, y con un tono de voz muy profundo le juro que si el destino había evitado que muriera desangrado era para poder conocerla y pasar toda la vida con ella. Después de aquellas palabras ambos se miraron y descubrieron que no sentían pena, sino amor, un amor que el destino había conseguido unir.

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sábado, 7 de junio de 2014

Gustos escondidos

Juan era un chico de 18 años que amaba dos tipos de música por encima del resto, el rock y el Heavy, disfrutaba mucho escuchando esa música, e incluso le habían hecho una oferta para que entrase en un grupo de rock, ya que él tocaba el bajo, pero no sabía que respuesta darle a aquel grupo, ya que tenía miedo a que lo rechazasen.

Ese miedo que tenía no era un miedo irracional, ya que sus amigos eran demasiado conformistas, y si te salias de aquello que le gustaba a la mayoría te miraban como si fueses un raro. Dado que eran unas personas que para él importaban mucho, siempre que estaba con ellos escuchaba la música que a ellos les gustaba, vestía como ellos querían, y hacia todo lo que hacía, aunque el detestaba aquello. No obstante en el momento en el que no estaba con sus amigos vestía como quería, y siempre escuchaba aquella música que tanta felicidad le traía.

Así había pasado los últimos años de su vida, ocultando su verdadera personalidad, como si pensará distinto fuese malo. Un día, que sus amigos no estaban se vistió con su camiseta negra de Nirvana, se puso los pantalones negros, se calzó sus botas, y decidió ir a tomarse una cerveza al bar al que normalmente iba con sus amigos. Cuando llegó se sentó solo, en una mesa que había en la esquina, con la esperanza de que la gente no se fijase en él. Cuando el camarero se acercó, extrañado por el aspecto que llevaba aquel día Juan, y le pregunto si iba a tomar lo mismo que siempre, entonces Juan le dijo que no, que aquel día no iba a tomarse un botellín de cerveza, sino que prefería una jarra.

No tuvo que esperar mucho a que llegase la cerveza, ya que el camarero no tardó, y nada más darle el primer trago a la cerveza comenzó a sonarle el móvil. Eran los chicos de aquel grupo de rock, y aún no había decidido que hacer sobre el tema. Pensó por última vez lo que dirían sus amigos si se enteraban de que iba a tocar en un grupo de rock, e inmediatamente cogió el teléfono y contesto negativamente a la petición que aquel grupo le había hecho. Pese a todo, los miembros de aquel grupo le dijeron que si alguna vez cambiaba de opinión ellos estarían dispuestos a darle otra oportunidad, ya que lo habían escuchado y tocaba muy bien.

Colgó el teléfono y continuó bebiendo cerveza, y comiendo unas patatas con salsa que le habían traído, se había puesto los cascos y estaba escuchando un poco de Metal Irlandés cuando notó que alguien le tocaba el hombro. Se quedó de piedra, pues creía que eran sus amigos, aunque luego pensó que no volverían hasta el día siguiente. Entonces se giró y vio que quien le había tocado el hombro era Laura, la prima de aquel camarero, y que tenía la misma edad de Juan, que lo miraba con una cara de sorpresa y enfado. Laura era una chica por la que Juan sentía algo más que una amistad, aunque hablasen poco. Ella se sentó junto a él, y antes de que Juan pudiese reaccionar Laura le lanzó una pregunta:

-Si así es como eres más feliz, ¿Por qué cuando vienes con Marcos y los demás no vienes así vestido, ni pides lo que hoy has pedido?- Le dijo con un tono recriminatorio, mientras Juan intentaba asimilar aquella pregunta.

-¿Si así soy feliz?- Le preguntó este con la esperanza de terminar pronto aquella conversación.

- Si- le contestó ella- o es que crees que no se te nota en la cara, crees que no se nota en esa sonrisa tan suave, que no queda tan forzada como la que tienes cuando ellos están aquí.

- Tienes razón, Laura, hoy estoy más feliz. -dijo hundido por la contundencia de las palabras de Laura- Pero si normalmente no vengo así es porque no quiero que mis mejores amigos dejen de hablarme, porque mis gustos sean raros.

Le contó entonces que había rechazado la oferta de aquel grupo de música, y Laura cada vez estaba más enfadada, y daba la sensación de que en cualquier momento iba a estallar y cruzarle la cara de un guantazo a Juan, pero no fue así, cuando no pudo más, Laura cogió de la mano a Juan, y apretándola con fuerza le dijo unas palabras demoledoras:

-Juan, no se si te das cuenta de la situación- le dijo ella, totalmente roja de ira- creo sinceramente que no eres consciente de la situación. El problema que tienes no es que tus gustos no les gusten a tus amigos, sino que tus amigos no acepten tus gustos. Un amigo no está para imponerte una personalidad, sino que un amigo esta para compartir su forma de ser, y aprender de la tuya. Si ellos no te aceptan tal y como eres es que no te merecen. Coge ahora mismo ese teléfono y acepta esa oferta, o no te das cuenta de que ibas a tirar por la borda el sueño de tu vida.

-Laura- dijo Juan entrecortado- yo...es que...mis amigos...no quiero perderlos.

- Juan, si ellos no se alegran de que hayas realizado el sueño de tu vida es que nop son tus amigos, así que no le des más vueltas y coge y acepta esa oferta, y quizás te lleves una grata sorpresa.

Ante la gran insistencia de Laura, Juan tomó el teléfono y llamó a los miembros de aquel grupo, aceptando inmediatamente la oferta que ellos le habían hecho, y les pidió disculpas por la demora. Ellos le contestaron, muy agradecidos, ya que desde que lo escucharon una tarde querían que se uniera a ellos. Todo había salido bien, pensó entonces Juan, y cuando fue a darle al botón de colgar Laura le recordó que le había prometido una sorpresa. Ella le pidió que cerrase los ojos, y él obedeció, y antes de que pudiese darse cuenta sintió como alguien le besaba, entonces abrió los ojos y vio que Laura, que llevaba el mismo colgante que él, lo estaba besando.

Tras esto, Juan le agradeció a Laura todo lo que había hecho, y ella le contestó:

- No me des las gracias, pues fuiste tú quien escribió: "La música es la esencia del alma y rechazar la música que amas es rechazar tu propia alma." - Y continuó diciéndole a Juan unas palabras que el nunca olvidaría.  - Solo te voy a pedir una cosa, que nunca vuelvas a ocultarte, y que siempre estés junto a mi.


Y así fue como Juan comprendió que sus antiguos amigos solo eran unos interesados, que no lo respetaban, y tras hablar con ellos comprendió que lo mejor era no volver a verlos. Y ahora está más feliz que nunca, pues no solo consiguió el amor de Laura, sino que también consiguió unos amigos que de verdad le respetaban y querían por como era.

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viernes, 6 de junio de 2014

Odio

Marta y Leo eran dos compañeros de clase que, en apariencia, no tenían nada que ver, y de hecho se odiaban desde que eran chicos. Eran de dos grupos muy distintos, él era un rockero que era un tanto antisocial y ella era una chica que amaba la cultura japonesa y todo lo que tenía que ver con japón, y además ella era una chica muy sociable que le gustaba relacionarse con todo el mundo.

Ahora tenían 18 años y desde hacía dos años se odiaban profundamente, por una situación que habían vivido. Cuando tenían 16 años, Marta comenzó a salir con otro chico de clase que se llamaba Andrés, y un día en clase de educación física Marta y su novio comenzaron a hablar sobre Leo y porque se comportaba de modo antisocial. Andrés dijo en voz alta, para que lo escuchase Leo, que se comportaba de modo antisocial porque jamás nadie querría estar con una persona como Leo. Al escuchar esto, Leo, se volvió y sujetándolo de la camiseta comenzó a golpearle, hasta el punto de partirle la ceja. Desde aquel momento Marta no perdonó a Leo que le partiese la ceja a su novio, pese a que cortasen dos meses después.

En esos dos años aquel odio no se disipó, e incluso se incrementó. Aquel año iban a realizar un viaje fin de estudios a Granada, y todo el mundo de la clase, incluso Leo, se apuntó. Se decidió aquel destino, dado que el año anterior habían estado en Paris, solo que en aquella ocasión dos personas no fueron, y una de ellas era Leo. Todos eligieron habitaciones de dos o tres personas, excepto Leo, que eligió una habitación individual, lo que no extrañó a nadie. Y durante los dos meses anteriores a aquel viaje estuvieron preparando todo lo que iban a hacer, y todo el mundo se extrañó de que Leo participase de modo tan activo.

Antes de que pudiesen darse cuenta había llegado mayo, y en una semana sería aquel viaje, por lo que todos estaban muy entusiasmados, y en clase había un ambiente muy agradable. Durante esa semana hubo un tema de conversación que trataron todos, incluso los profesores, en aquellos días Leo estaba muy distinto, mucho más alegre de lo normal, aunque seguía sin tener intención de abrirse al resto del mundo.

El lunes todos estaban a las puertas del instituto a las seis de la mañana, preparados para marcharse, incluido Leo. Poco después llegó el autobús y todos se montaron, tras guardar las maletas. Marta y su grupo se sentaron al final del autobús y Leo, aprovechando que hay muchos asientos vacíos se sentó solo, en la parte de alante del autobús, y se puso los cascos para escuchar la música. Llegaron pronto a Granada y comenzaron a visitar los distintos sitios. Iban a estar en Granada 5 días. Durante los tres primeros días todo fue como se esperaba, visitaron monumentos, asistieron al teatro y al cine,y por las noches todos salían, incluso Leo, pero nunca se iba con ellos, siempre iba solo.

El cuarto día después del desayuno los profesores informaron que aquel día lo iban a tener libre, para hacer lo que quisieran. Marta y sus amigas consultaron en recepción para ver si había algún parque o plaza en la que pudiesen estar y comer, y en recepción les recomendaron que fuesen al Campo del Príncipe. Así que decidieron ir a comprar algo de comer, coger alguno de los juegos que traían y subieron a aquel parque. Cuando llegaron el parque estaba casi vacío, a excepción de un chico que estaba tumbado en un banco, frente al monumento que allí había, cuando se sentaron en el suelo, para acomodarse, descubrieron que aquel joven era Leo, que no tenía comida sino que solo tenía un paquete de cervezas irlandesas.

Pasaron una buena mañana allí y a la hora de comer, cuando iban a sacar la comida que habían comprado, se acercaron tres chicos, que les dijeron que les debían dar todo su dinero o algo malo les pasaría. Ellas iban a darle el dinero cuando Marta se levantó y se negó. Entonces uno de ellos la sujetó , mientras que el otro comenzó a abofetearla. En aquel momento Leo se levantó, y quitándose las gafas de sol, que llevaba puestas todo el viaje, miró aquella escena, y de repente cruzo la mirada con la de Marta. En ese momento unas imagenes le atravesaron la mente, y entonces se levantó, se puso las gafas, saltó un pequeño muro que dividía aquel parque, y una vez que llegó a donde estaban ellas cogió a uno de los chicos y le golpeo en la nuca, dejándola KO, empujó al que abofeteó a Marta, y al que la estaba sujetando lo cogió del cuello y le partió la nariz de un puñetazo, después cogió al que había empujado y comenzó a golpearlo en el estómago. Entonces los tres se marcharon de allí todo lo rápido que pudieron, ya que el que estaba noqueado en el suelo se despertó, pero aún estaba débil.

Una vez se alejaron lo suficiente Leo se dio la vuelta y antes de poder decir nada Marta le quitó las gafas y lo besó. Al cruzarse la mirada habían descubierto que su odió no era odio, sino un amor frustrado. Entonces Leo les explicó porque era tan antisocial, él había vivido en Granada hasta los 6 años, cuando su madre murió en un accidente de tráfico, y antes de morir su madre siempre salía a jugar con ella en aquel parque. Por eso al verlas en peligro comprendió que la única manera de cerrar la herida, que había dejado la muerte de su madre, solamente podría cerrarla si dejaba la cerveza y salvaba a sus compañeras, y entre ellas, a la única chica que él había sido capaz de querer como quiso a su madre.


Desde aquel día Marta y Leo no se separaron, y convirtieron el mayor de los odios en el mayor de los amores, un amor que hizo desatar en ellos una pasión descontrolada, como pudieron comprobarlo aquella misma noche.

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jueves, 5 de junio de 2014

Amor de metro

Una mañana del mes de junio, Lucas, un joven de 19 años, se despertó más tarde de lo normal y se dió cuenta de que la linea de metro directa que lo conectaba con su instituto ya había partido, por lo que debió de coger otra línea. Como se había atrasado el anden estaba casi vacío, y entre las pocas personas que había distinguió el rostro de una joven, pero pensó que una vez se montase en el vagón no se volverían a ver.

A los pocos minutos estaba ya montado, y dado que apenas había gente pudo sentarse, casi solo en el vagón, se puso a leer un libro, pero cuando alzó la mirada la encontró allí, sentada frente a él. Se cruzaron la mirada y enseguida apartaron la vista, ella sonrió mientras que él se ruborizó. Ambos pasaron el resto del viaje con la mirada a otro lado, pero cada poco tiempo alguno de los dos alzaba la mirada para comprobar que el otro continuaba allí. Cuarenta minutos después de haberse montado, Lucas se bajó y puso camino a su instituto.

Durante todo el día estuvo dándole vueltas a aquella chica, sin saber que ella estaba actuando igual que él. El resto de su día fue muy normal, como a fin de cuentas era su vida, ella, por su parte, también continuó con su vida normal, ambos sabían que difícilmente se volverían a encontrar.

Al día siguiente, Lucas se despertó pronto, pero aún así prefirió rechazar el directo y coger el que cogió la mañana anterior, y cuando llegó a la estación allí estaba ella, con su mochila colgada a la espalda y esperando el tren, aquella mañana la estación estaba aún más vacía, y ambos se sentaron de nuevo el uno frente al otro. Así se iban a pasar tres días más, muertos de vergüenza e incapaces de dirigirse palabra alguna.

Aquello iba a cambiar de forma radical el viernes de esa semana, era el último día que Lucas tenía clase, y sabía que no volvería a coger aquel tren en mucho tiempo, por lo que una vez estaba en el anden no podía dejar de mirarla y de preguntarse sobre cuales debían ser las palabras que debía utilizar para explicarle a ella todo lo que sentía por ella. Todas las ideas que cruzaban su mente se pararon con el sonido del metro, se montó e hizo lo que había hecho los últimos cuatros días, se sentó frente a ella. Cuando ella se fijó en él se percató de que estaba temblando, como si estuviese muy nervioso. Entonces Lucas alzó la mirada, y entonces se decidió a hacerlo. Se levantó del asiento, se dirigió a ella, y sentándose junto a ella le sujeto la cabeza y la besó, la besó como jamás lo había hecho antes.

Sintió una gran vergüenza, y se levantó con la intención de irse, pero no pudo, ya que ella le sujetaba el brazo con todas sus fuerzas, para evitar que se fuese. Entonces ella, después de conseguir que Lucas se quedará sentado junto a ella, lo abrazó y entonces le dijo:

-Aún no se tu nombre, no se tu edad, ni de donde eres, pero lo único que realmente sé es quiero pasar el resto de mi vida junto a ti.

-Soy Lucas de Málaga, aunque ahora viva aquí, y tengo 19 años- le contestó- Y espero poder estar junto a ti para poder hacerte la persona más feliz y que siempre tengas esta sonrisa en la boca. Aunque yo tampoco sé nada de ti.

-Jamás me abandones Lucas, quiero ser tuya para el resto de mi vida, y quiero que tu seas solo mía. Me llamo María y soy de aquí, y tengo 18 años, aunque dentro de un mes tendré los 19.


María no había terminado de decir esta frase cuando Lucas la tomó entre sus brazos y abrazándola con fuerza le susurró al oído que aunque no tuviese que ir a ningún lado, todas las mañanas se montaría en aquel tren para estar junto a ella, aunque sabía que jamás se separaría de ella.

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domingo, 1 de junio de 2014

Asesinato

Toni, un botones de un hotel, estaba haciendo su habitual ronda por las habitaciones que habían solicitado que les llevasen el desayuno a la habitación. Aquel botones había asistido a situaciones de todo tipo, pero la que viviría aquel día sería sin duda la más impactante. Cuando llego a la habitación 256 llamó varias veces a la puerta, pero nadie le abría la puerta, por lo que fue a recepción para llamar por teléfono a aquella habitación. El problema que había era que el teléfono de la habitación estaba comunicando, como si alguien estuviese usándolo o como si estuviese descolgado. Entonces Toni, siguiendo el procedimiento habitual, y subió a la habitación, y usando la llave maestra, abrió la puerta, esperando encontrarse alguna de las escenas que ya había visto un montón de veces.

Pero la escena que encontró jamás la había visto. Había un hombre, de unos 30 o 35 años, tumbado en el suelo, con el cuello cortado. El suelo de la habitación estaba ensangrentado, la silla se encontraba tirada, al igual que la mesa y el teléfono se encontraba descolgado, con el auricular lleno de sangre, ya que había caído en el charco de sangre. Aquello horrorizó a Toni, que soltó un grito ahogado, y sin pensarlo dos veces, volvió a cerrar la puerta sin tocar nada, y fue corriendo a recepción, donde avisó a sus compañeros y se aviso con rapidez a la policía.

Al cabo de media hora el hotel se encontraba repleto de policías, y al mando de estos agentes se había enviado al inspector García. Este era un inspector, que pese a tener 32 años, era una de las mentes más brillantes que existían en ese momento. Llegó a la habitación 256, donde se encontraban algunos agentes recogiendo pruebas y el forense, que estaba examinando el cuerpo. El forense, al ver al inspector García, se levantó, y con voz seria comentó que aquella persona había sido asesinada, con un corte en el cuello, un corte limpió, pero lo que más le había llamado la atención era el hecho de que aquel cuerpo no mostraba signos de haberse defendido, por lo que la persona que lo asesino debía ser un conocido de aquel hombre.

Se retiró el cuerpo, que tenía todo el dinero encima, y además tenía toda la documentación, por lo que inmediatamente se descartó que fuese un robo fallido. El arma del crimen tampoco apareció en la habitación del hotel, por lo que el asesino debió de llevársela. El inspector, al llegar al cuartel de la policía tenía sobre su mesa el informe del caso, con toda la información del asesinado. El hombre asesinado era Alejandro Gutierrez, hijo de un empresario, que recientemente había muerto de cáncer, y había heredado toda la riqueza de su padre, ya que era hijo único, y su madre había muerto años atrás. Continuó leyendo el informe, pero no encontró nada anómalo, era un joven desconocido, que no tenía enemigos, ya que había pasado mucho tiempo fuera de la ciudad. El inspector fue al deposito, y examinó personalmente el cadáver, y encontró una cosa que le llamó mucho la atención, su dedo anular, de la mano derecha, tenia una muesca, como de haber estado llevando un anillo durante años, y además tenía una herida, como si alguien hubiese robado el anillo una vez estaba muerto.

Al día siguiente el inspector García volvió al trabajo, en la comisaria lo esperaba una chica, que parecía muy alterada, y se presentó como una amiga de Alejandro, que dijo conocer a aquel que lo había matado. Le contó que su actual pareja, Lucas, había sido el mejor amigo de Alejandro, y que una vez que este había recibido la herencia había expulsado a Lucas de la empresa, y que este en venganza lo había matado. Entonces se dio la orden de investigar el domicilio de Lucas, aquella misma tarde, una vez tuviesen la orden judicial.

A las 6 de la tarde, mientras aquella misteriosa chica, que se había presentado como Andrea Ortega, asistía al funeral de Alejandro, se personaron unos agentes en la casa de Lucas, donde lo encontraron borracho. Comenzaron entonces el registro, durante el cual encontraron el arma homicida, un cuchillo, que no había sido limpiado, y aún tenía la sangre de Alejandro, junto a una carta, en la cual Alejandro escribe a Lucas para citarlo en la habitación 256 del hotel, en el que se estaba hospedando, el mismo día que había sido asesinado. Se detuvo a Lucas, mientras se analizaba el cuchillo. Aquella misma noche se analizó el cuchillo, y se descubrió que realmente se había asesinado a Alejandro con aquel cuchillo. No obstante, el inspector García, durante aquel registro, había descubierto quien había cometido realmente aquel asesinato.

El día siguiente, el inspector García, convocó a Andrea en la casa de Lucas, para hacerle unas preguntas. Cuando Andrea llegó a casa de Lucas, el inspector estaba solo, sentado en la mesa, donde habían encontrado el cuchillo. Le pidió que se sentase en la silla que había frente a él, la mesa estaba tal y como la encontraron, con dos vasos. Andrea se sentó, en el interrogatorio que le habían hecho, había dicho que el día del asesinato no había visto a Lucas, pero aquellos vasos, mostraban lo contrario, pues habían sido analizados, un vaso era de Lucas y el otro de Andrea. Le comentó esto, y ella dijo que podía haber sido de otro día, ya que Lucas había estado borracho. Entonces el inspector se levanto y golpeó con fuerza la mesa, con un papel en la mano, y le pregunto, con una voz muy grave, que ella había drogado a Lucas, tal y como mostraban los análisis, y que además la debía arrestar por el asesinato de Alejandro.  

Ella se dejó arrestar, fue conducida a la comisaria, donde ella llamó a su abogado. Este pidió al inspector que le diese una explicación sobre porque la había detenido. Entonces el inspector le explicó que ella era la hija ilegitima del padre de Alejandro, y que su padre, poco antes de morir le había dicho que le iba a dejar todo a su hermano. Ella sufrirá entonces una taque de envidia, y aprovechando la cita de su novio con Alejandro, drogará a Lucas y presentarse ella. Una vez estuvo en la habitación con Alejandro se presentó como su hermana, y tras una conversación le cortó el cuello. El inspector descubrió esto, ya que el anillo que ella llevaba le quedaba demasiado grande, y había pertenecido al padre de Alejandro, que era amigo del inspector.


Tras estas palabras que el inspector dijo, Andrea va a comenzar a llorar, y entre sus lagrimas se pudo escuchar su confesión. Una vez más el dinero y la avaricía provocaron un daño que no se podría reparar.

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