El día siguiente, tras haber velado a su mujer, la enterraron, y entonces Zymen tomó una importante decisión, hizo arder su casa, mediante unos paños empapados en aceite. Sus vecinos, creyendo que Zymen había perdido el juicio, se acercaron a detenerlo, pero llegaron demasiado tarde, la casa ya estaba en llamas, y Zymen huía en dirección al puerto. Cuando sus vecinos, que lo habían intentado seguir, llegaron al puerto, vieron como el barco de Zymen se iba alejando poco a poco. Pero lejos de estar loco, Zymen tenía muy claro lo que iba a hacer, se iba a convertir en un corsario contra el Imperio Británico, para de este modo poder vengar la muerte de su esposa.
Viajo durante algunos días, hasta que llegó a un puerto cercano a Argel, allí podría hablar con alguno de los funcionarios del Imperio Turco, o quizás podría habla incluso con el gobernador de aquella ciudad. Finalmente consiguió hablar con un funcionario militar que había sido enviado allí desde Estambul, para tratar los temas de piratería y dar patentes de corso. Aquel funcionario firmo la patente de corso de Zymen, a cambio de la mitad de los bienes sacados de los ataques que realizase, contra barcos ingleses, o cristianos en general. Además aquel funcionario le entregó dinero para que se comprase una embarcación nueva, donde pudiese portar cañones. Tras esta reunión se invitó a Zymen a una comida en casa del gobernador, que estaba cercana al puerto, para que conociese a otros corsarios que había en activo. La diferencia entre Zymen y el resto de corsarios, es que él no quería bienes materiales, sino que su única recompensa era vengar la muerte de su amada.
Tras aquella comida, y para no retrasar su salida al mar, Zymen se dirigió a un edificio portuario, donde le habían dicho que podría conseguir un nuevo barco. Una vez llegó a aquel edificio, le enseñaron todos los navíos, pero de todos ellos, solo quería uno, un viejo velero bergantín, que compro, y armo, poniendo diez cañones por cada costado del barco. A la mañana siguiente contrató unos pocos compañeros, todos ellos tenían un mismo objetivo, la venganza hacia el inglés, no aspiraban a grandes riquezas materiales, compraron los recursos necesarios, y aquella misma tarde, cuando el sol se ponía, partieron del puerto de Argel, a cumplir con su destino.
Durante meses cumplieron con su cometido, asaltando todo barco cristiano que vieron, en especial barcos ingleses. Cada barco asaltado era una victoria para Zymen, que por la brutalidad con la que estaba cumpliendo su objetivo recibió el nombre de el Temido. Una de las cosas que más le gustaba a Zymen de aquella vida era salir por las noches, cuando todos dormían, salía a la popa, y mirando a la luna y a aquellas olas de azul y plata, cantaba bellas canciones, mientras que el viento gemía en la lona de las velas:
"Pero tú conmigo lloras,
que eres el ángel caído
del dolor,
y piedad llorando imploras,
y recuerdas tu perdido
resplandor"
Llevaban ya unos meses de viaje, cuando recibieron un halcón que venía desde un barco turco. Aquel halcón portaba un mensaje del sultán, que quería conocer a aquel misterioso "temido", que era conocido en todos los mares, de un confín a otro. Zymen no podía rechazar aquella oferta, por miedo a perder la protección que el Imperio Turco le estaba dando, navegó aquel velero, soportando tormentas y bonanzas, que no consiguieron torcer su rumbo. Pararon en una orilla en la costa que va de Italia a Estambul, y al desembarcar descubrieron la destrucción de la guerra que acosaba aquellas tierra, todo porque unos ciegos reyes querían para sí un palmo más de tierra. Una idea sacudió entonces a aquel marino, que hizo que sus hombres volvieran a la embarcación y pusieran rumbo a Estambul.
Navegaron un par de días más, y cuando se encontraban frente a Estambul, uno de sus compañeros le preguntó que si debía esperar para entrar en el puerto. Zymen se volvió hacia donde estaba aquel marinero, y le dijo que no atracarían en Estambul, mientras decía esto destrozó la patente de corso y la tiró al mar. Una vez se hubieron alejado de Estambul llamó a todos los marineros a la popa del barco, y les dio un discurso sobre porque había roto su patente de corso para convertirse en pirata. Somos los reyes del mar, el único sitio donde nadie impuso leyes, ni donde ciegos reyes luchan por un palmo más de tierra, decenas de presas habían hecho a costa de los ingleses, y cientos de países y naciones habían rendido sus estandartes a sus pies. Este discurso lo terminó con una frase que pronto caló en el alma de sus compañeros:
"Que yo soy el rey del mar
y mi furia es de temer."
Desde aquel momento los ataques de aquel velero se dirigieron a cualquier barco que llevase la bandera de algún país, pues dejó de pensar que la muerte de su esposa se debió solo a los ingleses, y comprendió que la culpa la tenían aquellos tiránicos reyes. De los botines que comenzaron a hacer dividían dos partes, el oro y los bienes materiales los daban a las poblaciones costeras, mientras que ellos solo querían la belleza, en forma de arte, de música y de literatura. Las armas y las municiones las utilizaron para dárselas a las poblaciones sometidas, y a los esclavos, para que usándolas pudiesen alcanzar la libertad que Zymen había encontrado en el mar. Y los esclavos que encontraban en los barcos enemigos eran de inmediato liberados, pues en la mar no debía quedar restos de aquellas tiránicas leyes.
Aquello hizo que todas las naciones, incluidos los turcos, pusieran precio a su cabeza, y a la de sus compañeros. Aquello no hizo más que aumentar el odio de Zymen contra aquellos estados y contra sus soldados, que pretendían acabar con él, y con la libertad que había conseguido. Desde aquel momento, siempre que tomaban un barco, tiraban a todos los soldados por la borda, mientras que colgaban al capitán de la su entena. Muchas veces le habían ofrecido refugio en diferentes ciudades, pero el siempre rechazaba, pues no le importaba caer, pues dio por concluida su misión en este mundo cuando sacudió el yugo del esclavo, como un bravo.
Pero la vida de este joven pirata no duraría eternamente, y en cambio, aquella vida de sufrimiento y lucha acabaría más pronto de lo que nadie imaginó. Una tormentosa mañana de Mayo se dispusieron a asaltar un barco de la armada inglesa, como cientos de veces antes. Había un fuerte viento del norte, que parecía que quería acompañar esta batalla con su música. Zymen se encontraba en su barco coordinando aquel ataque, aguantando el estrépito y el temblor del barco, viendo como se sacudían los cables, mientras rugían sus cañones, cuando una bala de mosquete, perdida alcanzó el pecho de el Temido, que cayó al mar, entre aquello sones violentos, entre los truenos y el viento, quedó sosegado, como dormido, y allí pereció, arrullado por el mar. Aquí terminó la leyenda de este joven capitán pirata, que atemorizó a todos los reyes, y a todos los marinos, aquel que creían que viviría cientos de años, murió a los 34.
Tras la derrota de sus hombres, el capitán inglés entró en el camarote de Zymen, y allí, donde creían que encontraría oro y riquezas, solo encontró una cama, y una mesa, sobre la cual había un retrato de una joven, muy hermosa, Zahira, y apoyado en aquel retrato había un sobre cerrado. Lo abrió, y dentro solo había un pedazo de papel con una estrofa escrita por el capitán Zymen, la cual tiraron al mar sin darle más importancia. Aquella estrofa decía:
"Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar."
A José de Espronceda, por quien todo empezó.
Viajo durante algunos días, hasta que llegó a un puerto cercano a Argel, allí podría hablar con alguno de los funcionarios del Imperio Turco, o quizás podría habla incluso con el gobernador de aquella ciudad. Finalmente consiguió hablar con un funcionario militar que había sido enviado allí desde Estambul, para tratar los temas de piratería y dar patentes de corso. Aquel funcionario firmo la patente de corso de Zymen, a cambio de la mitad de los bienes sacados de los ataques que realizase, contra barcos ingleses, o cristianos en general. Además aquel funcionario le entregó dinero para que se comprase una embarcación nueva, donde pudiese portar cañones. Tras esta reunión se invitó a Zymen a una comida en casa del gobernador, que estaba cercana al puerto, para que conociese a otros corsarios que había en activo. La diferencia entre Zymen y el resto de corsarios, es que él no quería bienes materiales, sino que su única recompensa era vengar la muerte de su amada.
Tras aquella comida, y para no retrasar su salida al mar, Zymen se dirigió a un edificio portuario, donde le habían dicho que podría conseguir un nuevo barco. Una vez llegó a aquel edificio, le enseñaron todos los navíos, pero de todos ellos, solo quería uno, un viejo velero bergantín, que compro, y armo, poniendo diez cañones por cada costado del barco. A la mañana siguiente contrató unos pocos compañeros, todos ellos tenían un mismo objetivo, la venganza hacia el inglés, no aspiraban a grandes riquezas materiales, compraron los recursos necesarios, y aquella misma tarde, cuando el sol se ponía, partieron del puerto de Argel, a cumplir con su destino.
Durante meses cumplieron con su cometido, asaltando todo barco cristiano que vieron, en especial barcos ingleses. Cada barco asaltado era una victoria para Zymen, que por la brutalidad con la que estaba cumpliendo su objetivo recibió el nombre de el Temido. Una de las cosas que más le gustaba a Zymen de aquella vida era salir por las noches, cuando todos dormían, salía a la popa, y mirando a la luna y a aquellas olas de azul y plata, cantaba bellas canciones, mientras que el viento gemía en la lona de las velas:
"Pero tú conmigo lloras,
que eres el ángel caído
del dolor,
y piedad llorando imploras,
y recuerdas tu perdido
resplandor"
Llevaban ya unos meses de viaje, cuando recibieron un halcón que venía desde un barco turco. Aquel halcón portaba un mensaje del sultán, que quería conocer a aquel misterioso "temido", que era conocido en todos los mares, de un confín a otro. Zymen no podía rechazar aquella oferta, por miedo a perder la protección que el Imperio Turco le estaba dando, navegó aquel velero, soportando tormentas y bonanzas, que no consiguieron torcer su rumbo. Pararon en una orilla en la costa que va de Italia a Estambul, y al desembarcar descubrieron la destrucción de la guerra que acosaba aquellas tierra, todo porque unos ciegos reyes querían para sí un palmo más de tierra. Una idea sacudió entonces a aquel marino, que hizo que sus hombres volvieran a la embarcación y pusieran rumbo a Estambul.
Navegaron un par de días más, y cuando se encontraban frente a Estambul, uno de sus compañeros le preguntó que si debía esperar para entrar en el puerto. Zymen se volvió hacia donde estaba aquel marinero, y le dijo que no atracarían en Estambul, mientras decía esto destrozó la patente de corso y la tiró al mar. Una vez se hubieron alejado de Estambul llamó a todos los marineros a la popa del barco, y les dio un discurso sobre porque había roto su patente de corso para convertirse en pirata. Somos los reyes del mar, el único sitio donde nadie impuso leyes, ni donde ciegos reyes luchan por un palmo más de tierra, decenas de presas habían hecho a costa de los ingleses, y cientos de países y naciones habían rendido sus estandartes a sus pies. Este discurso lo terminó con una frase que pronto caló en el alma de sus compañeros:
"Que yo soy el rey del mar
y mi furia es de temer."
Desde aquel momento los ataques de aquel velero se dirigieron a cualquier barco que llevase la bandera de algún país, pues dejó de pensar que la muerte de su esposa se debió solo a los ingleses, y comprendió que la culpa la tenían aquellos tiránicos reyes. De los botines que comenzaron a hacer dividían dos partes, el oro y los bienes materiales los daban a las poblaciones costeras, mientras que ellos solo querían la belleza, en forma de arte, de música y de literatura. Las armas y las municiones las utilizaron para dárselas a las poblaciones sometidas, y a los esclavos, para que usándolas pudiesen alcanzar la libertad que Zymen había encontrado en el mar. Y los esclavos que encontraban en los barcos enemigos eran de inmediato liberados, pues en la mar no debía quedar restos de aquellas tiránicas leyes.
Aquello hizo que todas las naciones, incluidos los turcos, pusieran precio a su cabeza, y a la de sus compañeros. Aquello no hizo más que aumentar el odio de Zymen contra aquellos estados y contra sus soldados, que pretendían acabar con él, y con la libertad que había conseguido. Desde aquel momento, siempre que tomaban un barco, tiraban a todos los soldados por la borda, mientras que colgaban al capitán de la su entena. Muchas veces le habían ofrecido refugio en diferentes ciudades, pero el siempre rechazaba, pues no le importaba caer, pues dio por concluida su misión en este mundo cuando sacudió el yugo del esclavo, como un bravo.
Pero la vida de este joven pirata no duraría eternamente, y en cambio, aquella vida de sufrimiento y lucha acabaría más pronto de lo que nadie imaginó. Una tormentosa mañana de Mayo se dispusieron a asaltar un barco de la armada inglesa, como cientos de veces antes. Había un fuerte viento del norte, que parecía que quería acompañar esta batalla con su música. Zymen se encontraba en su barco coordinando aquel ataque, aguantando el estrépito y el temblor del barco, viendo como se sacudían los cables, mientras rugían sus cañones, cuando una bala de mosquete, perdida alcanzó el pecho de el Temido, que cayó al mar, entre aquello sones violentos, entre los truenos y el viento, quedó sosegado, como dormido, y allí pereció, arrullado por el mar. Aquí terminó la leyenda de este joven capitán pirata, que atemorizó a todos los reyes, y a todos los marinos, aquel que creían que viviría cientos de años, murió a los 34.
Tras la derrota de sus hombres, el capitán inglés entró en el camarote de Zymen, y allí, donde creían que encontraría oro y riquezas, solo encontró una cama, y una mesa, sobre la cual había un retrato de una joven, muy hermosa, Zahira, y apoyado en aquel retrato había un sobre cerrado. Lo abrió, y dentro solo había un pedazo de papel con una estrofa escrita por el capitán Zymen, la cual tiraron al mar sin darle más importancia. Aquella estrofa decía:
"Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar."
A José de Espronceda, por quien todo empezó.
Muy buena Migue, sigue así :)
ResponderEliminarAsí seguiré, hasta el fin!! Graciaaaas!! :D
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