viernes, 26 de junio de 2015

Piano man

Este es un nuevo formato de relato, os recomiendo que mientras leéis este relato escuchéis la canción de Piano Man de Billy Joel. Aquí os dejo el vídeo. Espero que os guste





Aidan era un chico alto, pelirrojo, de aspecto fuerte y sobretodo cansado, tenía 22 años aunque aparentaba más a causa del cansancio. Caminaba por las solitarias calles de Cork de camino al bar en el que trabajaba. Iba muy tranquilo, pues sabia que iba con tiempo de sobra. Pensaba en los éxitos que hubiese podido conseguir como pianista, de no ser por aquella chica, Rose, que lo había utilizado, traicionado y sumido en una profunda depresión. Tal fue la situación a la que llegó que incluso fue expulsado del conservatorio, y acabo tocando y cantando en aquel pequeño tugurio al que se dirigía. Aquel negocio cada vez iba peor, pero Aidan sabía que no lo echarían, pues la poca gente que iba a aquel lugar lo hacía para escucharlo. Se había tomado unas vacaciones y aquel día volvía de nuevo, con la esperanza de volver a encontrar aquel lugar abierto, pues era su verdadero hogar.

Pero su sorpresa vino, aquel día, cuando al llegar descubrió que aquel pub había cambiado de nombre. Antes se llamaba O'Beirne's y ahora se llamaba Finnegans Wake. Abrió la puerta de entrada algo pensativo a la vez que preocupado, y al entrar descubrió que había dos chicas, quizás de su misma edad. Entró, y justo en el momento en el que lo hizo las dos chicas se giraron y lo miraron. Se dispuso a hablarles pero antes de que lo pudiese hacer una de las chicas, que era un poco más baja que él, era pelirroja y tenía pecas, le hizo un pregunta.

-¿Tú debes de ser Aidan?
-Si, yo soy Aidan.- Dijo él, perplejo ante aquella situación.- ¿Dónde está James?
-James vendió el negocio y se marchó a Derry de vuelta. - Dijo aquella chica, mientras la otra continuaba limpiando las mesas.- Pero no te preocupes, tú vas a seguir trabajando aquí. Tuve que acceder, pues era un requisito indispensable para James, que tú siguieses trabajando aquí, tocando este viejo piano. Por cierto mi nombre es Erin, y ella es Anna.
-Me hubiese gustado despedirme de él, me ayudó mucho cuando peor estaba.- Dijo Aidan con un cierto tono de tristeza.- Veo que ya sabes que me llamo Aidan encantado de conoceros, espero que mi trabajo os guste.

Sin perder más tiempo Aidan se dirigió al piano, preparó las partituras y comprobó que todo estaba en orden. Una vez hizo eso cogió tabaco y salió fuera del pub y apoyándose en el muro exterior, comenzó a liar un cigarrillo. Mientras liaba aquel cigarrillo no dejaba de pensar en el hecho de que James se hubiese ido sin decir nada, estaba más triste que furioso, pues sabía que si lo había hecho era por un motivo importante. Aquellos pensamientos quedaron interrumpidos por el ruido que hizo la puerta al abrirse. Salió Erin y al ver a Aidan apoyado, preparando un cigarrillo, se acercó a él.

-Podrías darme un cigarrillo, que me deje el tabaco en casa.- Dijo Erin.
-Claro- Dijo Aidan dándole el que había preparado, y cogiendo un puñado de tabaco para preparar el siguiente.- ¿A cambiado en algo mi trabajo aquí, o sigue siendo lo mismo de siempre?
-No te preocupes, que nada ha cambiado. - Dijo ella esbozando una sonrisa.

Terminaron de fumar aquel cigarrillo y entraron de nuevo. Anna se encontraba sentada en una mesa hablando por teléfono, y al entrar ellos se despidió y colgó. Anna le dio una botella de agua a Aidan para que bebiese durante su actuación, y el le pidió un whiskey también. Lo pagó y se dirigió al piano para practicar algo mientras llegaban los primeros clientes. Al principio Aidan solo tocaba algunas piezas en el piano, nada espectacular, pero cuando comenzó a llegar más gente bebió de un trago el whiskey e hizo una seña a Anna para que le pusiese otro, y entonces comenzó a fundirse con aquel viejo piano. Comenzó a cantar y la mezcla de las notas salidas de su garganta y del piano convirtieron aquella música en algo que Anna y Erin no se habían imaginado. Ambas se encontraban extasiadas, como si aquella música las hubiese poseído.  El resto de la noche estuvieron más pendientes de la música que salía de aquel piano que de los clientes, pero aún así aquellos clientes se encontraban felices. Felices porque aquella música les hacía olvidar sus vidas, sus problemas, sus inquietudes. Cuando terminaron y cerraron, Aidan se encontraba agotado, se despidió de ellas y se marchó de aquel lugar sin mediar ni una palabra más.

Llegó a casa sin detenerse, pues estaba realmente cansado, aunque no podía dejar de pensar en que James se había ido, sin haberle avisado antes. Se sentó en su terraza y de nuevo preparó un cigarrillo y una vez que lo terminó se fue a la cama, y se acostó. Por su parte Anna y Erin terminaron de recoger todo y se fueron cada una a su casa, aunque las dos habían comprendido el valor que tenía Aidan. Al siguiente día Aidan se levantó triste, como era de costumbre en él, a causa de su depresión. Aquel día se levantó algo más tarde de la cuenta y no tenía comida por lo que se puso lo primero que cogió del armario y se fue a por comida a un restaurante que conocía. Cuando llegó no quedaba ninguna mesa libre, por lo que decidió irse, pero justo en ese momento la voz de Erin lo llamó. Él se acercó a la mesa en la que estaba sentada Erin, sola.

-Siéntate aquí Aidan, que he visto que estabas buscando una mesa.-Dijo Erin con una sonrisa en los labios.
-No es necesario.-Dijo él- Además, seguro que estás esperando a alguien.
-No espero a nadie.- Insistió ella- Además me gustaría conocerte un poco más.

Aidan se sentó y pidió una pinta de Kilkenny y un Cottage Pie. Erin por su parte pidió un refresco y un fish and chip. Mientras comían mantuvieron una densa conversación y Erin parecía muy interesada en la vida de aquel chico.

-¿De donde eres?- Dijo ella.- Yo no soy de aquí, soy del norte, de Belfast, aunque vine aquí por problemas con mis padres. Ellos son Unionistas y no aceptaban que su hija se hiciese católica y nacionalista, así que vine a refugiarme a esta preciosa ciudad. Me gustaba desde que era niña.
- Yo tampoco soy de aquí, yo vivía en el sur de Dublín, pero cuando mi novia me abandonó entré en una seria depresión, y decidí huir de allí, pues todo me recordaba a ella, a todos los recuerdos y momentos que viví con ella. Además nadie me esperaba en ningún lado, pues mis padres murieron cuando era muy chico. Vendí todo lo que quedaba y me vine a esta ciudad, a un viejo piso que era propiedad de un tío mio- Dijo él, con la voz algo temblorosa- ¿Entonces tus padres no aceptan que seas nacionalista?
- No, de hecho todo lo contrarío, me rechazaron desde el momento que se enteraron de que era nacionalista, y me echaron de casa.- Dijo intentando esconder una lagrima.-  ¿Has estudiado algo de música?
-Si, me falta un año para terminar el conservatorio, pero desde que me dejó mi chica no he vuelto a pisar un conservatorio, pues me trae muy malos recuerdos.- Dijo él mientras daba un sorbo a su cerveza.

Continuaron conversando mientras comían y después Aidan invitó a Erin a su casa, para continuar charlando y después prepararon todo lo necesario y se pusieron camino al pub. Caminaron tranquilamente, pues no tenían excesiva prisa, pues iban con el tiempo suficiente para dar un paseo y continuar conociéndose.

Cuando llegaron al pub, Anna ya había llegado, y de nuevo estaba hablando por teléfono. Cuando los vio llegar colgó y los saludo. Aidan les ofreció unos cigarrillos, que esta vez traía ya liados, y Erin cogió uno, Anna no quiso, pues detestaba fumar. Poco después de terminar ese cigarrillo entraron y entre los tres prepararon todo para abrir aquella tarde. Aquella noche no se diferenció mucho de la noche anterior, aunque esta vez Erin comprendían mucho mejor los sentimientos que reflejaban aquellas notas que salían de la voz y el piano de Aidan. Al terminar aquella noche, Aidan se quedó un poco más con ellas, y cuando llegó a casa se acostó y durmió rápidamente. Era la primera noche desde que estaba en Cork que dormía sin pensar en que estaba solo, de hecho casi se había olvidado de James. 

Pero realmente todo se acelerará un par de meses después, una fría y lluviosa tarde, Aidan y Erin estaban solos, pues Anna había viajado al norte a ver a su novio. Cuando se encontraban preparando para abrir la lluvia arreció, el viento se hizo insoportable, y decidieron que lo mejor sería no abrir, y esperar a que mejorase el tiempo para volver a sus casas. Mientras mejoraba el tiempo Aidan comenzó a tocar el piano, y Erin estaba sentada junto a él, y ambos bebían whiskey. 

De repente un relámpago iluminó aquel lugar y acto seguido la luz se fue, aunque por suerte para ellos había una vela sobre el piano. Él encendió la vela y acto seguido continuó tocando el piano, era una escena que encendió una llama dentro de Erin. Por su parte, Aidan se encontraba feliz, y su música dejó de sonar triste y comenzó a dar muestras de alegría. La magia de aquel momento hizo que Erin tomase fuerzas y besase a Aidan, prendiendo en sus labios el fuego del amor. 

Pasaron la noche en aquel pub, dando rienda suelta a su pasión y a su amor, entre aquellas velas, los relámpagos y ríos de whiskey. Ambos decidieron abandonar sus planes de futuro y continuar con aquel pub, juntos, pues ahora aquello era su vida. Aquellos chicos que habían sido abandonados por los suyos tuvieron que encontrarse lejos de su origen para poder encontrar su destino, su amor, su verdadero hogar. 

"Para encontrar el amor no hay que cerrarle las puertas al dolor, a la tristeza, a la felicidad o a la pasión, solo hay que cerrarle las puertas al orgullo."

martes, 16 de junio de 2015

Diferentes

¿Por qué eres tan raro?¿Por qué te gustan esas cosas? ¿Por qué vistes así?. Estas preguntas nos las han hecho a muchos de nosotros en alguna, o algunas ocasiones, de nuestra vida. Desde que me hicieron estas preguntas por primera vez, me he preguntado lo mismo. ¿Ser distinto es malo?

Claro está que cada uno tendremos una respuesta, y claro está que la mayoría pensamos que ser diferente, que ser distinto no es malo. Es más, pienso muy seriamente, que ser distinto es todo lo contrario, es algo bueno. Un elemento que es trascendental para cualquier sociedad es el hecho de que exista una riqueza de variedad, pues sin variedad y sin diferencias una sociedad no avanzaría, sino que sería estática.

Seguramente nos dirán una y otra vez que ser diferente no es bueno, que es ir en contra de lo que la mayoría de la sociedad quiere. Pero no debemos olvidar jamás que vivimos en una sociedad que tratar de unificar las mentalidades y las personalidades. Debemos reconocer que cada vez nos cuesta más trabajo diferenciar a los demás por su forma de ser, o que al menos intentan aparentar. La ropa, por ejemplo, se ve como algo identificador, debes vestir de una determinada forma, o intentar vestir de una forma muy parecida, sino igual, que el resto de personas que te rodean. Cuantas veces habrán dicho que una persona, que como a mi le gusta el rock o anime, debe intentar vestir como lo hacen ellos, y escuchar la música que escuchan ellos para dejar de ser "rara".

No se trata de vestir de un modo u otro, no se trata de que tenga un tipo de gusto u otros, no se trata tan siquiera de lo que aparentamos. Lo realmente importante en una persona debe ser su personalidad, y algo que si es seguro es que las personas que no siguen modas, ni intentan ser como todos, es decir, las personas que son llamadas "raras" tienen una personalidad más fuerte, que le permite ver las cosas de otro modo, una personalidad que les permitirá no ser tan manipulables. Lo cierto es que las sociedades prefieren a gente que tienen sus personalidades "socialmente adormecidas", pues son unas personas que aceptaran sin cuestionar los nuevos dictámenes que introduzca una sociedad, algo que ocurre desde el surgimiento de las primeras sociedades complejas.

Por tanto, creo que ser diferente, que ser distinto, no es algo malo, aunque si peligroso, peligroso pues puede hacer que una persona se cuestione los elementos básicos de una sociedad. De ahí el intento de la sociedad por demonizar lo diferente e intentar atraer a la norma general a todos los que se salen de esa norma. Por eso cuando nos pregunten por qué somos diferentes debemos preguntarnos a nosotros mismos, ¿Por qué no ser diferentes?¿Por qué no ser nosotros mismos?. Diferente no es una palabra negativa, es una palabra positiva, una palabra que va unida a evolución.

Por eso he decidido escribir esta pequeña reflexión, para compartirla con vosotros, para que penséis y reflexionéis, al igual que hago yo, sobre este tema tan delicado. Solo os pido una cosa, no estéis jamás tristes por ser diferentes, debéis estar contentos y orgullosos de vosotros, por ser vosotros mismos, por no dejaros llevar por los influjos unitarios de esta sociedad.

sábado, 13 de junio de 2015

Violin

Una fría noche de primavera una pandilla de chicos caminaba por un camino a las afueras de aquella bulliciosa ciudad.  Caminaron hasta que llegaron a un pequeño puente que había sobre el río que atravesaba aquella ciudad. Cuando estaban subiendo el puente se dieron cuenta de que bajo aquel puente había un joven vagabundo durmiendo, y al verlo decidieron bajar a reírse a su costa. Bajaron y al oír a los pasos de los chicos aquel vagabundo se despertó y cogió un maletín sobre el que tenía apoyada la cabeza.  Los chicos lo vieron e insistieron al vagabundo que soltara el maletín. Él se negó, pues era algo muy preciado para él, y ante esa negativa el grupo de jóvenes comenzó a golpearle la cabeza hasta que uno de ellos decidió coger una barra de hierro. Lo golpeó en la cabeza hasta que finalmente lo mató, tras eso cogieron el maletín y se fueron rápidamente de aquel lugar.

La noche siguiente decidieron volver con sus chicas, para deshacerse del cuerpo de aquel vagabundo. Ninguno de ellos se había atrevido a abrir aún aquel misterioso maletín, que tenía un aspecto muy antiguo y gastado. Cuando llegaron allí solamente quedaban los restos de los pocos objetos que había acumulado aquel vagabundo y la barra con la que le habían golpeado, pero su cuerpo no se encontraba allí. Entonces decidieron ir a buscar el maletín y abrirlo, asustados por si la policía iba en su busca. Cuando abrieron aquel maletín descubrieron un viejo violín, y decidieron que lo mejor sería venderlo y repartirse el dinero. Así fue como lo hicieron, lo vendieron, y nunca volvieron a hablar de aquella cuestión. Aunque nunca se encontró el cuerpo de aquel vagabundo, ellos creyeron verlo tiempo después.

Aquel violín fue comprado tiempo después por una joven música, que había tenido que vender su violín tiempo antes por problemas de dinero. Aquella chica, cuyo nombre era Maria, había vivido una vida muy traumática, pero a la vez era una de las mejores músicas de su generación.  Había perdido a sus padres en un accidente de tráfico al poco tiempo de nacer y fue criada por un tío suyo, que la explotaba y manejaba a su antojo. Justo cuando cumplió los 18 años huyó de casa de su tío, sin más maleta que el violín que le robó a su tío. Ganó dinero tocando por las calles, e incluso tuvo que vender su violín para poder comer, pero por suerte para ella uno de los viandantes, que tantas veces la había escuchado, era director de orquesta y le había ofrecido que formase parte de su orquesta. Así que cuando pudo se compró un viejo violín de segunda mano, el mismo que el que le robaron a aquel vagabundo.

Cuando Maria comenzó a tocar por primera vez aquel violín estaba sola en su casa, y sintió como si unas manos se posaran sobre las suyas y la ayudaran a tocarlo, pero estaba sola. Aquella sensación la asustaba, pues siempre que tocaba aquel instrumento sucedía lo mismo. Durante los ensayos y los conciertos se encontraba muy  cómoda, y apenas tenía fallos, pues es como si aquellas manos que sentía le indicarán las notas. Ella pensó que todo se debía a algún trastorno psíquico debido a su pasado traumático, por lo que nunca se imaginó lo que ocurriría meses después.

Había pasado casi un año desde el momento en el que había comprando aquel violín, cuando el director de la orquesta les anunció la nueva obra que deberían interpretar, el Opus 35 de Tchaikovsky, y para ese concierto la solista sería María. Aquello emocionó a aquella joven que ahora tenía 25 años, pues era una muestra de que su trabajo empezaba a ser reconocido. No pensaba defraudar a aquel director que tantas expectativas había puesto en ella, por lo que se volcó con todas sus fuerzas en preparar aquel concierto. Ensayaba mucho con la orquesta y también pasaba las noches ensayando. Una noche de primavera se encontraba en la terraza de su nuevo piso, ensayando aquel concierto, observando la luz, cuando en el momento de mayor éxtasis de la obra aquella chica sintió que algo se removía en su interior, era amor, amor por la música, amor por la luna y amor por un chico al que nunca conoció pero con el que siempre soñó. En aquel momento, la magia de aquel maleficio se rompió y liberó de aquel violín a un joven chico, el propietario de aquel violín, aquel vagabundo.  Al instante ambos recordaron quien eran y que había sucedido, pero aquello ya no importaba, pues por fin estaban juntos, por fin podían volver a besarse en los labios.

Entonces a sus mentes, mientras se besaban, vino el recuerdo de todo lo que había sucedido, de lo que dio lugar a que acabasen bajo una maldición. Todo había sucedido en un recóndito bosque al norte de Escocia cuando corría el año 1812. Mery y Michael, dos jóvenes músicos que se amaban, fueron a una casa a descansar en el bosque, antes de comenzar una nueva gira con su orquesta. Cerca de aquella casa había un precioso lago con cisnes, donde ambos disfrutaban por las noches, pues la luna se reflejaba en el agua y daba un aspecto realmente mágico a todo aquello. Todo iba genial hasta que comenzaron a darse cuenta de que una chica algo más joven que ellos empezó a rondarles. Una noche, cansados ya de que los vigilarán, Michael y Mery se acercaron a decirle aquella chica que se alejara. La joven dijo que no se alejaría de allí si no era con el amor de Michael, ante lo cual Michael se escandalizo y dijo que si ella no lo tenía nadie lo tendría. Y mientras se iba lanzó una maldición que la pareja se tomo como si se tratase de una broma:

"Con la llegada del Alba os separaréis y no volveréis a uniros hasta que una fuerza mayor lo ordene."

Ellos, que se lo habían tomado a broma volvieron a su casa, por temor a que aquella chica regresase en una actitud más agresiva. Tocaron un poco y después se fueron a la cama, donde retozaron y posteriormente se quedaron dormidos. Pero con la llegada del Alba Michael despertó repentinamente y busco desesperadamente a Mery, pero no la encontró. Se acordó entonces de aquella chica y de su maldición, por lo que trato de buscar sin éxito a aquella chica. Lo que Michael no sabía es que ella ya no estaba, y solo volvería cuando una fuerza mayor lo ordenase, una fuerza mayor que el trató de buscar hasta que en su siguiente cumpleaños murió repentinamente.

 Aquello ocurrió cuando ellos aún no habían cumplido los 26 años, y la maldición provocó que siempre que cumpliesen los 26 años debían morir para regresar con otro nombre y habiendo olvidado todo aquello, hasta que finalmente pudiesen volver a reunirse. Ciertamente cada 26 años se producía ese hecho, siempre morirían ambos, primero ella y a los meses él.

Y no fue hasta pasados más de 200 años cuando, cuando aquella chica comenzó a tocar el concierto para violín de Tchaikovsky, que hizo resurgir en su interior aquel amor maldito, y fue cuando la conjunción de la magia de la luz de la luna y la magia de aquel concierto lograron destruir aquella maldición que pesaba sobre sus corazones.

De nuevo estaban allí, habían conseguido recordar aquel amor, y había provocado que Michael hubiese vuelto a la vida gracias a su viejo violín, que el destino siempre quiso que lo tuviese. Volvían a estar frente con frente, volvían a tocarse, volvían a fundir sus labios en un solo beso, volvían a ser un solo alma en dos cuerpos. Quizás aquella sería su última vida, pero a ninguno de ellos, pues hasta que llegase aquel momento ellos estarían juntos, y eso era más de lo que podían pedir.

No se sabe como trascurrió su vida desde aquel momento, no se sabe si tuvieron hijos, no se sabe si se casaron, ni donde vivieron, pues tras aquella noche se diluyeron entre la inmensidad del mundo y del destino, solamente un testigo sabría responder aquello, solo la luna sería capaz de hacerlo, la misma luna que con su encanto y magia logró romper aquella oscura maldición. Lo único seguro es que la luna fue testigo de largas noches de música, pasión y embestidas, y quien sabe si en este momento está siendo testigo de ese amor.

In memoriam. P.I.Tchaikovsky.

viernes, 5 de junio de 2015

Sangre 2

La vida de Anna y John transcurría con total normalidad, dentro de la normalidad que da ser un vampiro.  Después de aquella noche de pasión desenfrenada, Anna tuvo que abandonar el hogar de sus padres, y trasladarse a vivir con John, lo que no le costo nada. Ambos vivían solos, y John jamás mencionaba nada de su familia, aunque la curiosidad comenzaba a picarle a Anna, poco a poco. Ambos logrado encontrar un trabajo en otra ciudad, y iban a cazar presas a un bosque cercano. Dado el bullicio de aquella ciudad nadie se daba cuenta, y su vida era, aparentemente, la de una pareja de jóvenes que empezaban su vida juntos.

Llevaban dos meses en aquel hogar, al que habían llegado sin avisar a nadie. Era una tormentosa noche de noviembre, y Anna se encontraba sola en casa, pues John había salido a comprar. Ella estaba sentada en el sofá, descansando, cuando de repente, entre los relámpagos y los truenos, sonó el timbre del piso. Se levantó y se dirigió a la puerta, pues pensó qué sería John, que se había dejado allí las llaves, pero al abrir la puerta se dio cuenta de que no era él. El chico que había llamado a la puerta era algo más alto que John, parecía musculoso aunque decaído, vestía de oscuro, llevaba una especie de funda de guitarra en la espalda, y en sus pies había una mochila. Le miró la cara, y lo poco que dejaba ver la capucha que llevaba puesta, mostraba un rostro atravesado por una cicatriz. Cayó un relámpago, y la visión que arrojó de aquel inesperado visitante asustó a Anna. Ella sentía miedo, pues pese a que fuese una vampiresa no tenía fuerza suficiente para enfrentarse a un chico tan musculoso como aquel. Tomó algo de aliento y dijo:

- ¿Quién eres tú?- Y casi sin pensar dijo- Mi chico está apunto de venir.
- Al fuego que el raudo relámpago enciende,
que al monte y la selva parece abrasar,
un hombre a caballo la margen desciende
y al trote se sienten sus armas sonar.
Tal vez a su paso con viva vislumbre
la cruz en su escudo radiante brilló;
mas luego en tinieblas la rápida lumbre
al hombre y caballo consigo ocultó.- Dijo aquel chico, con un tono muy ceremonioso.
- No creo que debas intentar hacerme nada o acabarás herido.- Dijo ella en un intento de espantar a aquel chico.- Así que vete ahora que puedes.
-  ¿Oís?, es el cañón. Mi pecho hirviendo
el cántico de guerra entonará,
y al eco ronco del cañón venciendo,
la lira del poeta sonará.- Contestó aquel chico, y tras esto dijo- Podrías dejarme pasar, se que Joh me espera desde hace mucho tiempo.

Anna se quedó muy sorprendida, pues aquel chico sabía el nombre de su novio. Ella le hizo un gesto en la cabeza para que pasara. El entró, y siguió a Anna hasta el salón. Ella le ofreció una serie de bebidas, pero él no quería ninguna. Durante todo el rato que tardó en llegar John a casa, se produjo un incomodo silencio, a la vez que perturbador para Anna, pues aquel chico no se quitó la capucha, y los relámpagos reflejaban su cara atravesada por una misteriosa herida y una sonrisa que daba una impresión aún más maligna. Aquel silencio solo fue interrumpido por el sonido que hizo la puerta cuando fue abierta por John.

John dejó el paraguas y la chaqueta en la entrada, fue a la cocina, dejó las bolsas con todo lo que había comprado, y se dirigió al salón. Ante aquel silencio, John pensó que Anna estaría dormida, pero cuando entró al salón descubrió lo que realmente estaba sucediendo. Cuando entró en el salón, tanto Anna como el misterioso chico giraron la cabeza hacia John. Él soltó un largo suspiro y, mientras aquel misterioso chico se levantaba, dijo:

- Me alivia ver que no estás muerto, Aidan.- Dijo John mientras se acercaba a aquel chico y lo abrazaba con fuerza.
- Lamento decir que no se porque no he muerto aún.- dijo Aidan mientras se quitaba la capucha y enseñaba su cara marcada por aquella cicatriz- Esto es un pequeño regalo de Jane.
- Pero, ¿Por qué ha pasado eso, si tu siempre has estado al margen?- Dijo John cada vez más preocupado.
-Todo ha pasado porque Jane a eliminado a padre, para asumir ella todo su poder.- Dijo Aidan dejándose caer en el sillón, como si estuviese derrotado.
- Pero entonces- dijo Anna de repente- ¿De que os conocéis?
- Él es uno de mis dos hermanos.- Dijo John mientras se sentaba junto a ella.- Mi otra hermana es Jane. Perdona que no os haya presentado, pero la emoción me ha podido. Aidan, te presento a Anna, mi novia.

Aidan y Anna se saludaron por primera vez desde que que Aidan llamó a la puerta. Mientras tanto John fue a por unas copas de sangre y algo para comer, y a mientras echaba las copas explicó a Anna la historia de Aidan:

-Aidan, desde el momento mismo de su nacimiento ha sido el más inteligente de nosotros. Ha sido el favorito de mi padre para sucederle si algún día desaparecía, pues mi padre es el Rey de los Vampiros.- Al decir esto, Anna paró en seco de beber, pues aquello significaba que ella estaba con uno de los Príncipes de los Vampiros.- Desde bien joven comenzó a recorrer el mundo y siempre se ha rodeado de gente muy inteligente, además es un excelente poeta y músico. Pero Jane, mi hermana, siempre ha ansiado el poder, y al matar a mi padre, habrá asumido el trono y espera que Aidan lo reclame para matarlo. Por eso ha venido aquí, a refugiarse.
- Pues entonces quédate aquí con nosotros.- Dijo Anna sin dudar, aunque algo abrumada por las últimas noticias.- Por cierto, ¿Los versos que me has dicho antes eran tuyos?
- No.- Dijo entre grandes carcajadas.- Esos versos son de un viejo amigo mio que ya murió, su nombre era Espronceda, y después de su muerte se convirtió en alguien muy famosos. Pena que no fuese así en vida.

Después de aquella noche ya no eran dos las personas que vivían en aquel piso, y el hecho de estar saliendo con un príncipe vampiro, exiliado de la crueldad de su hermana, la emocionaba a la vez que la perturbaba.  Los días siguientes Aidan busco trabajo en diferentes sitios, hasta que finalmente logró conseguir un trabajo en una biblioteca. Conforme pasaban los días el nerviosismo de los hermanos fue rebajándose hasta que finalmente se olvidaron de todos aquellos problemas.

Pasó el invierno, y se dio paso a la primavera, y una sábado, los tres pensaron en ir al bosque a pasarla noche, para descansar de sus trabajos, y al tiempo poder mostrarse como eran, sin tener que estar metidos entre esas 4 paredes. Prepararon todo lo necesario y pusieron rumbo a un bosque que había cerca de aquella ciudad, donde los humanos no querían entrar pues había rumores de que estaba encantado. Llegaron justo en el momento en el que anochecía, y en un claro prepararon un pequeño campamento, prepararon un fuego y Aidan cogió su guitarra y comenzó a tocar algunas canciones. La tranquilidad que tenían los tres era infinita, y solo se paró cuando de entre los árboles apareció un ser encapuchado.

Sin pensar ni un momento, John se puso delante de Anna, para protegerla de aquel ser. Por su parte Aidan dejó tranquilamente la guitarra a un lado, esbozó una sonrisa, y dijo con un tono de voz muy tranquilo:

-Veo que al final nos has encontrado, hermanita.
- Cállate Aidan, he venido a completar aquello que te marcó.- Mientras decía eso se quitaba la capa y dejó a la luz una chica de belleza inigualable, aunque sus ojos emanaban maldad.- Y a quien tenemos aquí, si es John el cobarde. ¿Quién es esa chica, acaso es mi cuñada?- Dijo al tiempo que profería una enorme carcajada.
-¿Cómo piensas eliminarnos?- dijo John protegiendo con el cuerpo a Anna.

Ante aquella pregunta Jane comenzó a reirse al tiempo que sacaba una espada de filo morado. Aquella espada formaba parte de las armas del Rey, las únicas capaces de matar realmente a un vampiro. La empuñó y comenzó a caminar hacia donde estaban Anna y John, pues pretendía matarlos primero a ellos y después a Aidan. Fue a atravesar el pecho de John pero Aidan se interpuso, clavándose la espada en su pecho. Anna gritó, al igual que John, Jane soltó unas carcajadas. Y entonces fue cuando Aidan lanzó una sonrisa malévola a la cara de jane. La cogió de los hombros y se clavó la espada hasta el fondo, y entonces entre susurros dijo:

- Te esperaba mi querida hermana,no tanto como a la muerte. Tú sola has cavado tu propia tumba.

Una vez dijo eso, tomó fuerzas por última vez y de su cinturón sacó una daga y la clavó en el cuello de Jane con la fuerza suficiente para atravesarle el cuello. En aquel preciso momento ambos cayeron al suelo, muertos. Por suerte para John, Aidan había cogido una de las dagas de su padre antes de huir, y se había preparado para sacrificarse.

John enterró el cuerpo de Jane en aquel mismo lugar, y metió el cuerpo de su hermano en el coche, lo ocultó y se dirigió al lugar donde debía habitar el Rey. Al llegar Anna vio que aquel lugar era una auténtica ciudad  de vampiros. Los recibieron casi como a héroes, pues Jane no había reinado, sino que había ejercido un papel de tirana.  John estaba realmente destrozado, pues siempre había sentido admiración por Aidan. John, con ayuda de Anna, enterró a Aidan en el panteón reservado para los reyes, y acto seguido se dirigió a todos los vampiros allí congregados, pues a fin de cuentas él era el nuevo rey, diciendo:

- Vampiros aquí presentes, y vampiros del mundo, hoy ya he llorado suficiente. Esta corona ya ha derramado demasiada sangre- dijo mientras tiraba al suelo la corona de su padre- y no quiero que derrame ni una sola gota más. Me voy, y conmigo la monarquía, pues vosotros sois capaces de gobernaros solos, sin necesidad de nadie que os ordene. Es por ello que en este momento me despido de vosotros, y de mis derechos.

Aquello supuso una sorpresa para todos, incluida Anna. John no volvió a aquel lugar, solamente para visitar la tumba de su hermano. Él nunca había querido gobernar, no le interesaba, y desde que conoció a Anna menos. Él solo quería pasar la eternidad con Anna, tener unos hijos, y que estos no se peleasen por ninguna corona, a fin de cuentas solo quería ser feliz. Y así sucedió, tuvo dos hijos a los que llamaron Aidan y Anna, su vida trascurrió en paz, lejos de cualquier disputa, y aún hoy continúan juntos, viendo pasar las decisiones del destino, consagrando su amor en la eternidad.

miércoles, 3 de junio de 2015

Sangre

Anna, una chica de 17 años, iba corriendo por la calle, mirando el reloj cada pocos segundos. Era el primer día de clase del nuevo semestre, y ya llegaba tarde. La noche anterior se había quedado hasta tarde despierta, pues llevaba unas cuantas noches con insomnio, desde que su novio, un chico atractivo a la vez que antipático y superficial, la había dejado por otra chica más joven. Anna estaba hundida desde entonces, pero mientras corría ella solo tenía en mente buscar el atajo más rápido para poder llegar a clase lo más pronto posible.

Cuando llegó al instituto las clases llevaban media hora en marcha. Tras inventarse una escusa y convencer a un profesor pudo ir a la clase, y cuando llegó solamente había un sitio libre, al lado de un chico que no había visto nunca antes. Por suerte para Anna, su profesor aún no había llegado a clase, pero justo en el momento en el que se sentó, se abrió la puerta y apareció su profesor. Se puso en el centro de la clase, frente a la pizarra e indicó con un gesto, al chico que había sentado junto a Anna que se acercase a donde estaba él. Una vez ese misterioso chico, muy alto y paliducho, se situó frente a la pizarra, el profesor comenzó a hablar:

-Buenos días chicos, perdonad mi tardanza, pero el tráfico estaba muy mal.- Dijo algo apurado el profesor- Antes de empezar las clases este nuevo semestre quiero presentaos a vuestro nuevo compañero. Su nombre es John, y ha llegado desde una pequeña ciudad del norte de Escocia. Espero que lo recibáis con los brazos abiertos y hagáis que sus primeros días aquí sean muy llevaderos.

Dicho esto todos aplaudieron y John, con un tono de voz muy bajo, a causa de la vergüenza, dijo gracias. Tras esto el joven se volvió a sentar en la silla, junto a Anna, y el profesor comenzó a explicar. John apenas intercambio algunas palabras con Anna durante aquel día, ya que ella tenía la mente en otra cosa, en Alex, su ex novio. La vida trascurrió sin más cambios, ya que Anna continuaba con su pequeña depresión y John apenas había hablado con el resto de su clase. Pero no tardaría mucho en cambiar la situación, un cambio que vino de la mano de una persona, Alex.

Aquella calurosa mañana de mayo Anna despertó, como cualquier otro día, ya apenas se acordaba de su ex, por lo que dormía mucho mejor. Pero al mirar hacia la mesilla descubrió que su móvil estaba parpadeando, pues había recibido un mensaje. Anna pensó que sería de alguna de sus amigas, pero cuando cogió el móvil descubrió que el mensaje era de Alex. En el mensaje él le pedía quedar aquella noche, en un parque al que ambos solían ir cuando salían juntos. Ella, aún muy afectada por todo lo que había pasado, aceptó sin dudarlo ni un solo momento. Aquel día se hizo eternamente largo para Anna, quizás a causa de la ansiedad y emoción que le producía volver a ver a Alex.

Después de clase corrió rápidamente a su casa, comió y se tumbó en la cama a mirar las antiguas fotos que aún conservaba de su chico. Un par de horas antes de la hora que habían quedado se preparó, y llegó al parque un cuarto de hora antes de que llegase Alex. Cuando llegó Alex el parque estaba prácticamente oscuro, y apenas había gente allí. Él se acercó con una gran sonrisa que mostraba su seguridad y su chulería, y una vez estuvo junto a ella la besó sin mediar palabra. Ella se sintió muy segura y confiada, pues parecía que todo estaba de nuevo bien, pero ella quería hacerle una pregunta antes de continuar:

- Quiero que me contestes a esta pregunta, Alex- dijo ella con seriedad- ¿Me juras que jamás volverás a engañarme, ni a irte con otras chicas?
- No, no pienso jurarte eso.- Dijo Alex con gran seguridad.
- Pero.. Alex... ¿Por qué me tratas así?- Dijo ella, separándose un poco de él.
- En serio me preguntas eso, cariñito. - Dijo él, con un tono muy burlón-  Todo lo que hago es porque te lo mereces, las zorras asquerosas como tú no os merecéis más que os castiguen.

Ante aquellas palabras Anna reaccionó insultándolo e intentando pegarle un bofetón. Pero justo cuando su mano iba a golpear su cara él la detuvo, la empujo contra un árbol y se preparó para golpearla, primero le dio un guantazo, pero cuando intentó darle un puñetazo alguien lo placó, era John. Alex se levantó con rapidez, con la intención de dejar fuera de juego a John, pero cuando fue a pegarle, John lo cogió del cuello y lo tiro contra unos árboles que había en aquel parque, perdiéndose entre la oscuridad. Anna estaba en el suelo inmóvil a causa del shock que supuso aquello para ella. John tardaba un poco, pero al fin lo vio volver de entre los árboles, secándose de los labios lo que parecía sangre.  Ella estaba aliviada de que fuese John y no Alex el que hubiese regresado, no se imaginaba que su ex novio llegase a esos niveles de violencia. John insistió en ir a otro parque mucho más luminoso y concurrido, por si volvía que hubiese alguien. Pero quizás ella no hubiese aceptado si hubiese conocido lo que realmente había sucedido entre aquellos árboles.

Lo que había sucedido era bastante sencillo, John había empujado a Alex hacia aquellos árboles para alimentarse de su sangre, pues al fin y al cabo, él era un vampiro. Lo había empujado, golpeado y había arrancado un trozo de carne de Alex, para beber su sangre mientras poco a poco se desangraba.

Caminaron un rato hasta que de nuevo llegaron a un parque, mucho más luminoso y con más gente, justo como John le había dicho a Anna. Ella lo seguía, amarrada a su brazo, aun asustada por todo lo que había sucedido, por el hecho de que aquella persona que había amado la había tratado como si fuese una mierda. Una vez se sentaron en un banco, John sacó una petaca del bolsillo, y le dijo a Anna que diera un trago, que le vendría bien. Ella obedeció, dio un trago y casi de manera instantánea cayó al suelo inconsciente.

Despertó sobresaltada, y miró a todos los lados, estaba en una habitación muy siniestra pues las paredes estaban pintadas de rojo y los detalles se encontraban realizados en negro. Se levantó de la cama en la que estaba tumbada, e intento caminar hacia la puerta pero estaba algo mareada y cayó al suelo. Justo al instante se abrió la puerta y entró John, que solamente llevaba unos pantalones, y se acercó a ella, la levantó, y le trajo una lata de refresco para que recuperase las fuerzas.

Anna estaba muy sorprendida, pues siempre había creído que John estaba muy delgado, además de ser muy alto, pero al verlo sin camiseta comprendió que eran un chico que tenía una excelente forma. Él se sentó junto a ella, y ella le dio las gracias, John le pidió que le contase que había sucedido, pero ella no pudo y rompió a llorar en el hombro de John. Él la abrazó con fuerza y casi de un modo involuntario ella lo besó en los labios. Aquello fue más de lo que John pudo aguantar, pues pese a todo no solo tenía sed de sangre, sino también sed de pasión.

John cogió a Anna de las muñecas y la empujó con dulzura a la cama, mientras ambos se fundían en unos solos labios. Una vez estuvieron en la cama, él empezó a quitarle la ropa a ella, y después ella hizo lo propio con las pocas prendas que le quedaban a él. La pasión se desenfrenó en aquel instante. Él la giró y comenzó a besar su espalda con ternura hasta llegar al cuello, después la giro y repitió el mismo proceso. Se besaron de nuevo, y ella le mordió el labio, el sabor de la sangre excitó aún más a John, que casi sin poder controlarlo, comenzó a penetrarla con seguridad a la misma vez que con cariño. Combinaba estás arremetidas de pasión con sensuales juegos, que excitaban cada vez más a ambos jóvenes.

No sabía que le había pasado, lo único que sabía es que aquella humana lo había enamorado, y el necesitaba tenerla junto a él para toda la eternidad, por lo que justo en el momento exacto del clímax, sus dientes crecieron, y él pudo darle un bocado en el cuello, apartando los rojizos cabellos de la chica, que estaban enturbiados por causa del desenfreno. Anna ya era una vampiresa. Terminaron exhaustos, y fue en el momento en el que John le dio el bocado, cuando ella descubrió que su amante y salvador era un vampiro, aquello no hizo más que emocionarla más, y más aun después de comprender que tras aquel bocado ella era también una vampiresa. Después de todo aquello no hubo jamás nada ni nadie capaz de frenar la pasión, que solamente tuvo por testigo los cuerpos de estos jóvenes, y la eternidad.