martes, 18 de noviembre de 2014

Ruinas

Esta historia no es solamente una historia de ficción, sino que tiene su base en una antiquísima leyenda:

Marta, Sandra, Lucas, Juan, Pedro y Lucía eran unos amigos, de 19 años, que acostumbraban a ir de excursión cuando podían. Pedro y Lucía eran novios, y el resto amigos, pero siempre había existido una cierta tensión entre Sandra y Juan. Habían recorrido muchos lugares, sobretodo zonas de campo y montaña, ya que estas eran sus zonas favoritas. En esta ocasión, y aprovechando que era el mes de Julio, decidieron hacer un viaje algo más largo y a algún lugar más especial. Decidieron ir a unas montañas cercanas, donde se hallaban unas antiguas ruinas de un castillo de época medieval. Entorno a aquel castillo existían toda una serie de leyendas, lo que lejos de asustar a aquellos amigos, provocó que tuviesen aún muchas más ganas de realizar aquel viaje.

Prepararon, como acostumbraban a hacer siempre antes de sus excursiones, todo lo necesario, pero en este caso decidieron no ir a ningún camping, pues sabían que a los pies de aquellas ruinas había un claro, donde podrían acampar. Decidieron hacer las compras en común, pues así sería más fácil que no se les olvidara nada, y así saldría todo más barato. Una vez tuvieron todo preparado, la noche antes de partir de viaje, decidieron quedar en casa de Sandra, para preparar algunos juegos y actividades para hacer durante los cuatro días que iban a pasar de viaje. Entre todo lo que pensaron para hacer durante su viaje, a Lucas se le ocurrió que sería divertido llevarse un viejo libro de leyendas e historias de miedo para contar por la noche, mientras estaban entorno a una hoguera. Aquella noche decidieron irse pronto cada uno a su casa, pues al día siguiente saldrían pronto para el monte.

A la mañana siguiente, cuando aún no había amanecido, todos se encontraban en la puerta de la casa de Sandra. Finalmente habían conseguido que el padre y el hermano de Sandra los llevaran al pie de aquel monte, para no tener que caminar tanto. Cuando llegaron al pie del monte donde se encontraban aquellas ruinas, eran las 9 de la mañana. Decidieron comenzar a caminar y desayunar una vez que llegasen a los pies de aquellas ruinas, puesto que si esperaban a desayunar abajo, podrían comenzar el camino con demasiada calor. Llegaron a su destino pasadas las 11 de la mañana, aquella explanada era bastante grande, por lo que habría espacio para poder colocar las tiendas de campaña en circulo. Antes de comenzar a preparar su pequeño campamento decidieron desayunar, todos estaban de acuerdo con una cosa, aquellas vistas eran sin duda las mejores que habían tenido: Estaban a los pies de aquellas ruinas, y a sus pies se encontraba un bosque que bajaba, y la carretera quedaba muy lejana.

Tras tomar el desayuno, comenzaron a preparar el campamento, habían cogido seis tiendas de campaña, una para cada uno, aunque realmente nunca dormían dentro de las tiendas. Con una serie de piedras hicieron en el centro un hogar, para encender fuegos, o  bien para cocinar o bien para alumbrarse por la noche. Se ocuparon también de recoger palos para encender fuegos, y también recogieron unos troncos, bastante gordos, para poder utilizarlos posteriormente como bancos para sentarse. Terminaron un poco antes de las dos de la tarde, así que decidieron preparar algo de comer, y ya por la tarde visitarían las ruinas, ya que todos estaban expectantes, a los pies de aquellos muros.

Comieron sin prisas, mientras hablaban de las primeras impresiones del viaje, y contando anécdotas de sus otros viajes y otras cosas graciosas que les habían pasado a lo largo de todas sus aventuras. Después de comer descansaron un rato, jugando a las cartas y tomando unas bebidas heladas que se habían traido, y que debían consumir pronto, para que no se derritiese. Cuando eran un poco más de las siete de la tarde, cogieron unas botellas de agua, y guardaron las cosas en una tienda de campaña que tenían preparada de "almacén". Se pusieron manos a la obra y en menos de dos minutos estaban dentro de aquellas ruinas, al  entrar se les pusieron los pelos de punta a todos menos a Juan, ya que él ya había estado. Aquellas ruinas eran muy hermosas, y parecían que estaban encantadas, y de hecho Lucas, Juan, Pedro y Lucía comenzaron a bromear sobre que aquellas ruinas estaban encantadas, aquello asustó a Sandra y Marta, que pidieron que dejasen de bromear. Estuvieron explorando aquellas ruinas durante casi dos horas. Cuando llegaron las nueve de la noche decidieron abandonar las ruinas, para ir a un río cercano y lavarse, y allí llegaron en unos pocos minutos.

Cuando llegaron del río, prepararon la hoguera, y mientras tanto, otros se preocuparon de preparar los alimentos, que después cocinarían en el fuego, a modo de barbacoa. Cenaron nada más se hizo la comida, y prepararon los bancos, de modo que se pudieran sentar al fuego, para jugar a algún juego de cartas. Poco después de las doce de la noche, Juan sacó el viejo cuento de leyendas que habían traído, y propuso contar algunas historias de miedo. Todos aceptaron, y parecían muy emocionados con esta idea, pues aquel lugar era el más propicio para contar historias de terror. Pedro fue el primero que leyó una historia, seguido de  Lucía, Marta, Sandra y Lucas. El último en leer una historia, de aquel libro, fue Juan, y la historia que contó se titulaba "Muros de Sangre".

Aquella historia hablaba de un castillo, que había sido construido en la Edad Media y que había acogido a un cruel señor. Aquel castillo había sido inexpugnable, pero aquel señor había sido siempre muy salvaje, y siempre que se encaprichaba de alguna chica o mujer, hacía desaparecer todos los obstáculos entre ellos, en especial sus novios y maridos, para después solo yacer una vez con ellas y dejarlas solas. La mayoría de veces había matado a los desafortunados novios, lo que le había dado  una fama de sádico. Un día quedó encaprichado de una joven que acababa de llegar a la aldea que había a los pies del castillo, junto a su novio. El señor dio la orden de matar a aquel chico para después poder yacer con aquella joven. Aquel joven, que era un valeroso soldado, antes de morir por las ordenes del señor, juro que aquel castillo caería en poco tiempo, y el alma de aquel sádico permanecería allí, separando parejas, hasta que alguien rompiese aquella maldición. Al poco de morir aquel chico el castillo cayó durante un ataque, y aquel señor se suicidó, tirándose desde la más alta torre.

Aquella historia hizo que Juan empezará a bromear sobre que aquel castillo del que hablaba el libro era el mismo que había frente a ellos. Continuó con aquella broma durante algún rato, y cuando habían pasado algún tiempo, y decidieron ir a dormir. Juan se alejó para orinar, y Sandra y Lucas lo esperaron, pero tardaba demasiado en volver, por lo que se acostaron, pensando que sería una broma de Juan. La noche pasó, y todos despertaron, pero Juan aún no había aparecido. Nadie le dio importancia pues creían que Juan continuaba con su broma, pero Sandra comenzó a preocuparse un poco por Juan, y se preguntaba si realmente había podido pasarle algo. Todos estuvieron seguros de que aquello se trataba de una broma de Juan hasta que llegó la hora de almorzar. En aquel monte no había cobertura, y viendo que no llegaba Juan decidieron comer rápido y salir en su busca.

¿Realmente podría haberle pasado algo grave? Todos se realizaban esta pregunta, y comenzaban a preocuparse cada vez más, pues aquel monte era bastante grande, y cada minuto que pasaba sin encontrarlo aumentaba la preocupación de aquellos chicos. Comenzaron a buscarlo por el bosque, justo después de haber almorzado, pero era inútil, pues no había ningún rastro de Juan. Cada vez todos estaban más preocupados ante aquella desaparición, en especial Sandra, que temía no volver a ver a Juan, y aquello provocaba que se sintiera muy culpable. Cuando comenzaba a oscurecer decidieron dejar de buscar por el bosque y buscar por las ruinas, pues pensaron que podría haber tenido algún accidente en ellas, y estar allí atrapado o inconsciente.

Entraron en las ruinas cuando el sol ya amenazaba con irse, así que prepararon las linternas por si llegaba a oscurecerles dentro. Cuando entraron en las ruinas vieron que algo brillaba en las escaleras, así que se acercaron para ver lo que era. Cuando llegaron descubrieron algo que les asustó, pero a la vez los animó, era un colgante que Sandra le había regalado a Juan por su último cumpleaños. Pensaron que, sin duda, Juan había entrado en las ruinas la noche anterior, y que aquel colgante demostraba que Juan podría encontrarse allí, con algún tipo de problema. Decidieron dividirse en grupos, por un lado irían Pedro y Lucía, mientras que por otro lado irían Lucas, Marta y Sandra. Antes de comenzar el camino acordaron encontarse allí en una hora, hubiesen encontrado a Juan o no, en aquel momento eran las ocho de la tarde. Comenzaron la búsqueda por separado, aunque antes de empezar Sandra cogió el colgante de Juan y lo guardó en su bolsillo con la esperanza de poder dárselo cuando lo encontraran.

Pedro y Lucía comenzaron la búsqueda por las torres, mientras que los otros tres decidieron empezar por las mazmorras. Aquel día las ruinas estaban muy distintas al día anterior, todo parecía más terrorífico, y ponían la piel de gallina a aquellos chicos. Cuando llegaron a la torre más baja, Pedro y Lucía se dieron cuenta de que en la torre más alta había como una especie de bulto, así que comenzaron a correr hacia allí, con la esperanza de que habían encontrado a Juan. Mientras la pareja de novios corría hacía la torre, en las mazmorras estaban comenzando a ocurrir cosas bastante extrañas, sombras que aparecían y desaparecían, gritos de dolor en la lejanía, apenas perceptibles, y ruidos cada vez más aterradores. Los tres amigos suponían que todo aquello era fruto de su imaginación, a causa de las historias que habían estado contando la noche anterior, pero cada vez se sentían más, nerviosos, pues cada vez todos aquellos fenómenos parecían más reales. Las mazmorras aparentaban ser mucho más grandes, y con más recovecos que el día anterior, quizás serían los nervios, o quizás habían encontrado algo que el día anterior no vieron.   

Cuando llegaron a lo alto de la  torre, Lucía y Pedro, ya no había nada en aquel lugar, por lo que creyeron que habían sido imaginaciones suyas. Cuando iban a bajar de la torre Pedro sintió como si una fuerza se apoderase de su cuerpo, y sin que él pudiera evitarlo, aquella fuerza hizo que empujase a Lucía por las escaleras. Lucía, que no se había percatado de la extrañeza de su novio, cayó por las escaleras, y cuando consiguió dejar de caer, se volvió para ver si su novio había caído también. Lo que vió la aterrorizó, los ojos de Pedro eran de un color rojo, muy brillante. Lucía se levantó, para ir a ver que le ocurría a su chico, pero antes de poder dar el primer paso, Pedro se elevó por el aire, como levitando, y se estampó contra los muros de aquel castillo. Un riachuelo de sangre bajaba por aquellas escaleras, Pedro se había reventado contra aquel muro, pero aún le quedaba a Lucía algo más aterrador, pues del cuerpo, ya inerte, de su chico, se estaba levantando un espíritu, semejante al que la noche anterior habían visto dibujado en aquel libro. Lucía solo podía correr en dirección a las mazmorras mientras gritaba. 

Los gritos de Lucía alertaron a Lucas, a Sandra y a Marta, que se dirigieron a toda prisa a la puerta de las mazmorras, cuando llegaron, llegaron a la puerta de la mazmorra la puerta estaba cerrada, y apoyada en ella estaba Lucía, que no podía dejar de llorar. Intentaron que Lucía les contara algo, pero no lo consiguieron, puesto que ella estaba demasiado nerviosa para hablar. Solamente salían de su boca dos palabras, torre y Pedro.  Decidieron abrir la puerta, pensando que lo que había ocurrido es que Pedro había caído desde de la torre, o que le habría ocurrido algo en la torre. Cuando abrieron la puerta, encontraron en el muro que había frente a ellos, una terrorífica pintada:

Todos moriréis, salvo una, aquella que pasará la noche conmigo. 

Se acercaron a aquella pintada, y cuando la tocaron, y la vieron de cerca, comprendieron que no era pintura roja, sino sangre, la sangre de Pedro. Todos volvieron a entrar, aterrorizados, en las mazmorras, comprendiendo que aquello respondía a presencias paranormales. Corrieron largo tiempo hasta que finalmente llegaron a la más profunda de las mazmorras, una vez estuvieron allí Lucía les contó lo que le había sucedido, mientras todos se encontraban realmente asustados, y comenzaban a pensar que aquello sería su fin. Realmente no iban mal encaminados.

La noche ya había caído por completo sobre aquellas ruinas, y los ruidos y sombras iban en aumento, aunque ellos creían que en aquel alejado lugar no les ocurriría nada. Estaban callados, temblando de miedo cuando algo comenzó a brillar con fuerza en la zona de la entrada que aquella mazmorra, cuando el brillo dejo de ser tan fuerte descubrieron de lo que se trataba, era el espíritu de un antiguo soldado. este desenvainó su espada y los chicos intentaron escapar de aquel lugar. Corrieron por aquellos lúgubres pasillos, intentando huir, pero aquel fantasma no dejaba de perseguirlos. De pronto se le dobló el tobillo a Marta,  y cayó al suelo, intentaron salvarla, pero antes de que pudiesen acercarse a ella, el soldado blandió su espada sobre Marta, cortandóle el cuello. Los gritos de Sandra, Lucía y Lucas fueron ensordecedores, pero fueron aún más grandes cuando la cabeza de Marta, por efecto de la fuerza del corte, fue rodando hasta posarse e los pies de Lucas.

Después de aquello el fantasma se desvaneció, pero ninguno de los tres quería permanecer allí, así que decidieron huir de las ruinas, hacia el campamento, con la esperanza de que al salir de aquellos muros se librarían de una muerte segura. Buscaron la salida más cercana y lograron salir de las mazmorras, se dirigieron a la puerta de  salida, Lucas, que era mucho más rápido que aquellas chicas, llegó más rápido a la puerta. Justo cuando iba a atravesar la puerta de salida, el viejo mecanismo de cierre se cayó, aplastando y triturando a Lucas. Lucía y Sandra pararon en seco, y entonces se escuchó como una fantasmagórica voz decía:

"Solo una de vosotras vivirá esta noche, aunque si no me complace también morirá."

Lucía y Sandra comprendieron que se encontraban allí, atrapadas, y sin una escapatoria posible, y además aquella incesante voz daba a entender que alguna de ellas podría ser violada. Ante esta perspectiva decidieron subir a la torre más alta y tirarse desde allí, para terminar más rápido su sufrimiento. Ambas estaban cubiertas de lagrimas, corrieron para cumplir cuanto antes su última voluntad. Cuando iban por la mitad de las escaleras Lucía comenzó a temblar, pues aún estaba mu fresca la sangre de su novio. Cuando estaban cercanas a llegar a lo más alto de aquella torre Lucía resbalo con la sangre de su novio y cayó hacia abajo, pero no fue aquello lo que acabaría con ella, pues justo cuando iba a llegar al último escalón notó como una lanza la atravesaba y la dejaba clavada en la pared.

Sandra contempló aquella escena desde lo alto de las escaleras. Sus mejillas estaban siendo recorridas por un mar de lágrimas. Su alma se encontraba desgarrada. Se encontraba sola, y estaba sola. Subió los escalones que le quedaban, tomó aire y se tiró al vacío.

Pero justo en el momento de tirarse una mano la agarró y evitó de este modo que se precipitase al vacío. Sandra se volvió y vio que aquel hombre tenía un aspecto desgastado, era ya de una edad madura, y las ropas que vestían parecían de la Edad Medía. comprendió que aquel era el señor del castillo y que iba a violarla, y quizás después la mataría. Aquel hombre le dijo entonces:

- No te preocupes, sierva, pues todo el dolor de la muerte de esos bastardos tuyos va a desaparecer, o sino el dolor que sentirás será mayor que el de cualquiera de ellos.

Aquellas palabras provocaron en Sandra unos espasmos, provocados a causa del terror que sentía. Aquel espíritu, que se había encarnado para saciar sus apetencias sexuales con aquella chica, cogió fuerte a Sandra, del brazo, y se dirigieron a las mazmorras. Tardaron pronto en llegar a las mazmorras, y una vez entraron Sandra quedo fascinada. Parecía como si hubiese viajado en el tiempo. Aquellas mazmorras se encontraban lujosamente decoradas, y en el centro de las mismas se encontraba una cama, rodeada de toda una serie de  artilugios, que Sandra supuso que utilizarían contra ella.

Aquel hombre puso a Sandra sobre la cama, y la ató de un brazo, para que no pudiese escapar. Después le anunció que se preparara, pues iba a comenzar su castigo. Se dirigió a una mesa cercana y comenzó a preparar lo que  utilizaría en sus "juegos" con Sandra. Ella, viendo que todo aquello era inevitable, metió la mano en su bolsillo y sacó aquel colgante que le había regalado a Juan, y lo besó, pues ya que aquellos podrían ser sus últimos momentos, quería que sus últimos pensamientos fueran para Juan. Cuando hubo terminado de preparar los artilugios, aquel señor se acercó, con una daga en la mano para romper las ropas de Sandra. Justo cuando iba a rajar los pantalones de la chica, Sandra vio como una antorcha le golpeaba y lo dejaba inconsciente. Era Juan, que tenía toda una serie de heridas por su cara y por su cuerpo, se dirigió a ella y la desató.

Ambos se disponían a abandonar el castillo, pero justo cuando iban a salir de las mazmorras, apareció frente a ellos el espiritu de aquel señor, y les dijo, entre carcajadas:

- No podréis acabar conmigo, pero yo pienso acabar con vosotros, en este preciso momento.

Dicho esto sacó una daga e intentó atravesar el pecho de Sandra, pero Juan se antepuso, por lo que se le clavó la daga en la espalda. La reacción de Sandra no tardo en llegar, se tiró al suelo y sujetando la cabeza de su moribundo amigo, lo besó. Aquel beso provocó en ambos una sensación de tranquilidad y amor, aquel fue un beso que nunca se habrían esperado, aquello era la muestra de amor más grande que había sucedido jamás en aquel castillo. Cuando  separaron sus labios notaron que todo comenzaba a temblar, y que aquel fantasma comenzaba a brillar con un color rojizo, y finalmente explotó. Tras eso se hizo la calma, y una vez más se escuchó una voz, aunque en este caso fue una voz suave y sosegada:

"Solo una muestra de amor verdadero podría romper esta maldición, por fin este tirano ha desaparecido."

Juan se levantó, y descubrió que la herida de la espalda había desaparecido, al igual que todas las que tenían con anterioridad. Sandra y él tenían la esperanza de poder reunirse con sus amigos, que al haber roto la maldición, todos se hubiesen salvado, pero cuando salieron fuera vieron los cuerpos de sus amigos, que continuaban allí inertes. Aquel día aprendieron dos cosas: Que lo mejor para romper una maldición es el amor, y que todos los finales no son felices del todo.


Dedicada a Made, que siempre está dispuesta a leer lo que escribo, que me ayuda a elegir muchos de los temas sobre los que he escrito. Para ella, que siempre me ánima a escribir, espero que te haya gustado. 19.11.2014

domingo, 16 de noviembre de 2014

La maldición de la pirámide I

Esta historia ocurrió en un mismo lugar, pero en dos momentos muy diferentes. Esta es la verdadera historia de la maldición de la pirámide:

Corría el año 2213 a.c., en un oasis cercano a Saqqara el faraón Pepy II estaba entrevistándose con Sinuhe, el joven arquitecto que estaba realizando la pirámide que se convertiría la futura morada del faraón una vez muriese. Junto al faraón se encontraba su consejero Seti y su joven hija Meryt. Sinuhe estaba más nervioso que de costumbre, como si alguna de aquellas personas tuviese un gran secreto sobre él, un secreto que podría acabar con su fama, su libertad, o incluso su vida.

Desde que comenzó a trabajar para el faraón, dos años atrás, comenzó a amar a la joven princesa Meryt, y ella también lo amaba a él. La relación entre ambos llevó a que Meryt quedase embarazada de él, y que tuviese un hijo que tuvieron que dar a una cortesana, para evitar que el faraón se diese cuenta de aquello, pues podría haber puesto en peligro a aquel niño, e incluso sus propias vidas.

El faraón estaba de viaje, por lo que ambos creían que estaban totalmente a salvo, y que jamás nadie se enteraría de aquello que había ocurrido, salvo las damas de la princesa Meryt, que no podían contar nada de lo ocurrido en la cámara de la princesa bajo pena de muerte. Pero lejos de que aquello supusiera el fin de su relación, aquello hizo que Meryt y Sinuhe se uniesen aún más, y la intensidad, y la cantidad de veces en las que se encontraban era cada vez mayor. Pero aunque ellos no lo supiesen, el mayor peligro para su relación no era exclusivamente el faraón, sino que aquella relación tenía un poderoso y ambicioso enemigo, Seti, el gran consejero del faraón, que aspiraba a gobernar tras la muerte de Pepy II, y para ganar más adeptos a su causa debía casarse con Meryt.

Cada día la muerte de Pepy II se veía más cercana, y cada vez Seti tenía una mayor necesidad de contraer matrimonio con Meryt. El favor del faraón, y la bendición de este para que Seti casa se con su hija ya la tenía, pero faltaba hacerlo oficial, no solo al pueblo, sino también a Meryt. Y se decidió que el día más propicio para hacer aquel anuncio seria el día en el que se celebrara los cultos oficiales en honor a Horus. A aquella celebración acudieron las elites más importantes de Egipto, y entre ellos se encontraban Sinuhe y Meryt. Cuando todo el mundo estaba disfrutando del banquete que ofrecía el faraón, Pepy se levantó y dijó que tenía un anuncio muy importante que hacerles a todos:

- Antes de que los dioses nos bendigan la próxima inundación del Nilo mi hija, Meryt, casará con Seti, el cual será vinculado a mi trono, por los dioses, una vez que me disponga a coger la barca que me conduzca ante los dioses.

Ante aquellas palabras, Meryt y Sinuhe intercambiaron unas miradas,de terror y de complicidad, ya que los planes de ambos eran totalmente distintos a los del faraón y a los de Seti. Antes de terminar el banquete Meryt dijo a su padre que iba a ausentarse, ya que se encontraba turbada por las emociones, y a los pocos minutos de haber abandonado la mesa, Sinuhe se marchó, con la escusa de que al día siguiente debería realizar un largo viaje, para comprobar la buena marcha de la construcción de la pirámide. Sinuhe salió con rapidez hacía los aposentos de la princesa Meryt, y cuando llegó la encontró tirada en el suelo, llorando de la tristeza, ya que debería de casarse con Seti, aquel viejo avaro que solo quería el poder. Sinuhe la abrazó, y comenzó a consolarla, pero ella no podía dejar de pensar en las palabras de su padre. entonces, en un arrebato de locura, Sinuhe dijo:

- No permitiré que nos separen, ni tu padre, ni los dioses, ni ese condenado Seti. Vente conmigo y abandonemos la corte, y el país, huyamos a tierras lejanas, donde podamos ser felices junto a nuestro hijo.

Aquellas palabras resonaron en el interior del corazón de la princesa Meryt, que sin dudarlo ni un segundo dijo que sí, que comenzarían a preparar todo aquello que necesitarían para poder llevar acabo sus planes. Hablaron durante largo rato sobre lo que podrían hacer, o sobre donde podrían ir para alejarse de aquel cruel destino. Pero lo que ninguno de los dos sabían es que tras una piedra de aquellos muros había un pasadizo secreto, construido para la defensa de la princesa, desde donde Seti lo había escuchado todo.

Sinuhe se retiro pronto, por temor a que alguien lo pudiese ver merodeando por el palacio tras haberse ido del banquete. Seti, que continuaba escondido en el pasadizo observando desde una pequeña abertura todo lo que sucedía, espero unos minutos más, por si volvía Sinuhe. Cuando se retiró del pasadizo fue a ver al faraón, y llevándolo a una cámara segura le explico todo lo que había visto y oído. La esperanza de Seti era que el faraón eliminase a Sinuhe y así él podría casarse sin más problemas con Meryt. Pero la idea de Pepy II era muy diferente a la de Seti, y sin más dijo a Seti que convocase a Sinuhe en un oasis cercano a Saqqara, para realizarle un nuevo encargo.

Esto pasaba por las cabezas de aquellos que estaban en aquel oasis el día de la reunión. Cuando todos estuvieron preparados, sentados, y listos para comenzar la reunión Pepy tomó la palabra:

-Sinuhe, he de hacerte un último encargo, que debe estar terminado antes de la boda de mi hija.
-¿De qué se trata, mi señor?- Dijo Sinuhe, algo nervioso.

Justo cuando estaba preguntando esto llego la guardia del faraón, y sujetó tanto a Sinuhe como a Meryt.

-Quiero que prepares la pirámide donde enterraremos a mi hija, ya que no quiere desposarse con Seti, y ya que me oculta. Mientras que a ti, Sinuhe, como muestra de mi benevolencia voy a concederte lo que quieres, pues vas a ser enterrado en esa misma pirámide, pero no en la misma cámara de mi hija, pues ni en la muerte podréis estar juntos.

El faraón se aseguro de que lo que el había mandado se cumpliera, y en efecto Sinuhe hubo preparado una pequeña pirámide, con dos cámaras, que estuvo terminada en menos de 6 meses. Ambos sabían que sus vidas estaban cercanas a terminar, pero no era aquello lo peor, sino el hecho de no poder estar juntos ni en la muerte. Al menos tenían la certeza de que siempre quedaría una prueba viviente de su amor, su hijo, el cual habían entregado al nacer.

El día antes de que el faraón diese la orden de castigar a Meryt y a Sinuhe, un sacerdote de Horus, amigo de Sinuhe fue a la pirámide, junto con algunos de los constructores, y grabaron en jeroglífico una maldición: Todo aquel que entrase allí debería conseguir unir a Sinuhe y a Meryt, o moriría a los dos días de haber abandonado la pirámide.

Al día siguiente la guardia de Pepy II, junto al faraón y junto a Seti se dirigieron a aquella pirámide, junto a los dos reos. Como era una princesa, Pepy hizo que le cortaran el cuello a Meryt, y que posteriormente la momificaran, para que pudiese reunirse con sus antepasados en el otro mundo. En cambio a Sinuhe hizo que lo enterraran vivo, en un sarcofago de piedra. Antes de ejecutar las ordenes el faraón les dijo unas últimas palabras a lso dos:

- No os preocupéis por vuestro hijo, pues el destino que ha tenido es mucho mejor que el vuestro, los caimanes no tardaron demasiado en acabar con su cuerpecito.

Dicho esto hizo una señal, y uno de los guardias golpeo en la nuca a Sinuhe, para meterlo en el sarcófago, inconsciente, mientras que otro guardia sacó una filado cuchillo y corto el cuello de Meryt, que murió en apenas un minuto, desangrada. Introdujeron a ambos es la pirámide, en cámaras distintas, y después la sellaron. Los únicos que entraron en la pirámide fueron tres guardias y Seti, para comprobar que se había cumplido la palabra del faraón.

Mientras volvían a palacio el carruaje donde iban los tres guardias que habían entrado en la pirámide volcó, muriendo los tres. Por su parte, Seti, al día siguiente, no pudo más con la culpa, y se clavó un cuchillo, con la cabeza de Anubis como puño, en el corazón, muriendo. Se había cumplido la maldición que aquel sacerdote había lanzado sobre la pirámide.

Milenios más tarde, en 1926, J. René, un arqueólogo francés se disponía a partir de París hacia Egipto, para investigar una extraña pirámide, que todos los que la habían pisado, habían muerto, y se creía que todos habían sido a causa de una maldición.

CONTINUARÁ...

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Extraterrestre

Laura, una chica de 18 años, decidió dejar salir a dar un paseo aquella calurosa noche de mayo, aprovechó que sus padres no estaban para poder ir sola al monte. Preparó en una mochila todo lo que creía que iba a necesitar, unos bocadillos por si le daba hambre en el monte, algunos refrescos, una linterna, y la navaja que su padre le había regalado años atrás. Una vez tuvo todo aquello preparado se puso en marcha, con un paso tranquilo, pues tenía la idea de pasar la noche fuera de casa, y cuando llegase a su casa, por la mañana, echarse y dormir. El camino que había desde su casa hasta el monte era largo, pero fácil de hacer, mientras caminaba se fijó como en los lados de aquel camino había un montón de flores, pero muchas de ellas se encontraban pisoteadas. Aquello le recordó a su vida, desde muy chica había sido muy simpática, y algunos chicos se acercaban siempre a ella, lo que provocaba envidias y recelos en el resto de sus compañeros, que comenzaron a humillarla, a pegarle y a discriminarla, a pisarla y marchitarla, como aquellas flores que habían en la orilla de aquel camino.

Lo cierto es que Laura amaba dar esos largos paseos en solitario para poder huir por un momento de la locura que azotaba al mundo humano, pero sus padres no creían conveniente que caminase sola por aquellos caminos. Aquel día todo parecía estar de su parte, sus padres no estaban, hacía una noche muy agradable, y no había nadie, en aquel camino, que pudiera molestarla. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un fuerte ruido, parecía como si hubiese estallado una bomba. Laura pensó que se podría tratar de un petardo que habrían tirado alguna panda de niños, así que continuó su camino, como si no hubiese ocurrido nada. Caminó un poco más hasta que definitivamente llegó a la cima de aquel monte, donde había unas piedras donde podría sentarse, y pasar lo que quedaba de noche.  Desde allí las estrellas eran mucho más brillantes que en el pueblo, y además las vistas eran muy hermosas, y Laura se encontraba totalmente absorbida por aquella panorámica. Estaba totalmente ajena a todos los ruidos que llegaban desde el pueblo, pero su paz se vio perturbada cuando una mano se posó sobre su hombro.

Se dio la vuelta y vio la  silueta de lo que parecía un chico, aquel chico dio un paso hacia adelante, para acercarse a Laura, al dar el paso la luz mostró a aquel chico. La imagen que Laura vio provocó en ella un sentimiento de miedo, y también de sorpresa, descubrió un chico que era completamente normal, salvo por un detalle, tenía la piel roja. En un principio Laura pensó que sería una broma de slguno de sus compañeros, pues la ropa que llevaba también era bastante rara. Pero cuando este chico comenzó a hablar Laura se quedó más sorprendida, pues decía que venía de un misteriosos y lejano planeta. Laura no sabía como actuar ante aquella situación, ¿Realmente era un chico venido de otro planeta, o sería una broma más de sus amigos? Aquel chico agarró a Laura del brazo y la condujo entre los árboles a un claro cercano.

Cuando llegaron a aquel claro, Laura soltó un grito de temor, pues había una nave extraterrestre allí, pero parecía que había chocado contra la tierra, entonces se acordó del misterioso ruido que había escuchado mientras subía hacia el monte. Intento soltarse de aquel misterioso ser, para huir de allí, ya que todo aquello le daba bastante miedo, pero aquel chico la sujeto con firmeza, pero sin hacerle daño, la miró a la cara y dijo:

- No temas chica, pues no te haré nada, solo necesito tu ayuda.- Dijo aquel chico con voz pausada y calmada-  Así que tranquilízate, por favor, y escucha lo que he de decirte.

- Vale.., te escuchare... pero no me hagas nada....- Dijo ella, bastante asustada.

- He de empezar a contar mi historia por el principio- dijo aquel chico- Mi nombre el Kahal, y vengo del planeta Core. Estaba realizando mi primera misión de exploración para mi planeta cuando mi nave se quedó sin combustible, y tuve que venir hasta este planeta a solicitar ayuda,

- Entonces, ¿no nos vais a invadirnos.... ni a matarnos....?- Dijo Laura algo más tranquila, pero aún con miedo.

- ¿Pero quien querría hacer algo así?- Dijo muy extrañado Kahal- Eso sería hacer el mal, y eso no está bien visto en nuestro planeta, allí solo se permite la paz, la amistad y el amor.

Ante aquella respuesta Laura finalmente se tranquilizó y continuó hablando con Kahal. Él le dijo que lo que necesitaba era un carburante que se hacía con hojas de plantas y con agua, ya que esos eran unos materiales que permitían generar energía sin contaminar el universo. También le dijo que su planeta era muy parecido a la tierra, pero que la mayor diferencia era que en Core los edificios se hacían respetando el entorno, pues era, sin duda, el mayor bien que tenían.

Laura se sentía cada vez más cómoda hablando con aquel chico, y decidió ayudarlo a coger hojas mientras que el cogía agua de un riachuelo cercano. Se sentía muy segura con él, pero aquella tranquilidad se disipó cuando ella se alejó de aquel claro para recoger más hojas, pues llegó a un claro donde se encontraban algunos de sus compañeros, los que peor la trataba. Se dieron cuenta de que era ella y se acercaron para aprovecharse de ella, pero no pudieron, pues justo cuando iban a cogerla, Kahal llegó y usando una honda consiguió que huyeran, y dejaran tranquila a Laura. Ella estaba tamblando, y Kahal, que se encontraba muy confuso, la abrazó. Laura noto como Kahal le transmitía una energía que le animo mucho, un simple abrazó había hecho que olvidara el miedo. Cuando Laura se tranquilizó Kahal le preguntó por qué aquellos chicos eran así de malos y de crueles. Laura le explicó entonces que aquellos chicos no eran una exepción, sino que la mayor parte de la gente de la tierra era así, capaz de usar la violencia para conseguir lo que querían. Le contó también que esa violencia cotidiana, en grandes acumulaciones, había provocado guerras y catástrofes.

Kahal se encontraba totalmente confuso e indignado, y lo único que pudo preguntar fue:

- ¿Por qué el hombre inventó la guerra? ¿Por qué terminar con la paz, si es más sencilla que la guerra?

-El hombre inventó la guerra por estupidez- dijo Laura con voz de cansancio- El hombre creó la guerra porque la ambición es contraría a la paz, y sin ambición no se puede entender al hombre.

- No se como puedes vivir en estas condiciones,- dijo Kahal muy preocupado- ¿no habéis intentado cambiar esto?

- No se puede cambiar esto Kahal- dijo Laura con tristeza y melancolía- No se puede cambiar las reglas del juego, porque en el momento que intentas cambiarlas todo el mundo te llamará loco.

Kahal, que vio como la cara de Laura mostraba la tristeza más desconsolada, se dirigió a su nave, comprobó si el carburante se estaba generando, cogió una pequeña cajita, y se dirigió hacia el lugar donde estaba Laura. Acarició con cariño las mejillas de Laura, y después le dio aquella caja. Laura la abrió y vio que era un precioso collar realizado con unos misteriosos materiales.

-Solo te pido que aceptes esto.- dijo Kahal a Laura- Es un amuleto que conseguí en una galaxia muy alejada, y quiero que lo tengas tú, para que cada vez que lo veas te acuerdes de mi, y de que un mundo sin guerra es posible.

Laura, que no sabía como reaccionar ante aquel maravilloso regalo, tuvo una genial idea. Se agachó, cogió una piedra del suelo, y se la entregó a Kahal, besándola antes.

-No puedo darte ninguna riqueza, ni ninguna piedra preciosa Kahal- Dijo Laura, algo sonrojada- Así que te regalo esta piedra, recuerdo de la tierra, recuerdo mio.

Hablaron un poco más, pero justo cuando iba a amanecer, la nave de Kahal lanzó unos pitidos al aire, lo que era señal de que el carburante estaba listo para partir. Aquello suponía el fin de aquella noche, y y la partida de Kahal. Laura dijo que jamás lo olvidaría, que jamás olvidaría que en algún punto de la galaxia alguien se acordaba de ella. Aquellas palabras llegaron a lo más hondo de Kahal, que se despidió con una gran sonrisa, y prometió que algún día volvería a verla. Él se montó en la nave, y ella comenzó el camino de vuelta a casa. Sin duda había sido una noche que ninguno olvidaría.

Laura iba bajando poco a poco, recreándose en sus pensamientos cuando sintió como una mano cogía su hombro, y la obligaba a volverse. Vio que era Kahal, y fue a preguntarle que que necesitaba, pero antes de poder abrir la boca, el cogió con fuerzas sus mejillas y la besó en la boca.

- Vente conmigo, y jamás borrarás esa sonrisa de su cara- dijo Kahal- Vente conmigo y olvidarás que es la violencia, olvidarás que es el sufrimiento. Ven conmigo, y juntos seremos felices hasta nuestro fin.

Laura no contestó, por su cabeza pasaban un monto de imágenes y de sentimientos que no la dejaban actuar, pero pronto tomó una decisión, y justo cuando Kahal iba a marcharse, ella lo sujetó del brazo, y lo besó y le dijo que se iría con él, a otros cielos, lejos de aquella locura, mientras decía esto una lagrima caía por su mejilla. Kahal secó aquella lagrima, y cogiendo a Laura de la mano se dirigieron a la nave, para abandonar aquel planeta.

La vida de Kahal y Laura en Core fue una vida de alegría, prosperidad y amor, pero jamás ninguno de los dos olvidarían la noche en la que se conocieron, jamás ninguno olvidarían en el planeta donde se besaron, ninguno de los dos olvidará aquella piedra, recuerdo de la tierra.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El Relato del Pirata

Todo comenzó un amanecer, un amanecer de julio, a principios del siglo XVIII, un joven marinero, llamado Zymen, volvía a casa tras una dura noche de pesca. Solo deseaba abrazar a su mujer, con la que acababa de casarse, la única mujer a la que había amado. Cuando llegó a la costa descargó la pesca, la llevó al mercado, y cuando la estaba vendiendo vio que alguien se acercaba a gran velocidad, corriendo, cuando aquel personaje se acercó, Zymen vio que era su vecino. Cuando este llegó al puesto de Zymen le dijo que Zahira, la mujer de Zymen, había muerto, a causa de un ataque de un corsario inglés a aquella costa. En aquel momento Zymen se encontraba destrozado, dejó el puesto de pescado, y fue corriendo hacia su casa, donde se encontraba el cuerpo sin vida de Zahira. Cuando lo vio, cayó al suelo, destrozado, sin poder dejar de llorar, en aquel momento las palabras que salían de su boca eran maldiciones hacia los ingleses, aquellos que habían matado cruelmente a Zahira.

El día siguiente, tras haber velado a su mujer, la enterraron, y entonces Zymen tomó una importante decisión, hizo arder su casa, mediante unos paños empapados en aceite. Sus vecinos, creyendo que Zymen había perdido el juicio, se acercaron a detenerlo, pero llegaron demasiado tarde, la casa ya estaba en llamas, y Zymen huía en dirección al puerto. Cuando sus vecinos, que lo habían intentado seguir, llegaron al puerto, vieron como el barco de Zymen se iba alejando poco a poco. Pero lejos de estar loco, Zymen tenía muy claro lo que iba a hacer, se iba a convertir en un corsario contra el Imperio Británico, para de este modo poder vengar la muerte de su esposa.

Viajo durante algunos días, hasta que llegó a un puerto cercano a Argel, allí podría hablar con alguno de los funcionarios del Imperio Turco, o quizás podría habla incluso con el gobernador de aquella ciudad. Finalmente consiguió hablar con un funcionario militar que había sido enviado allí desde Estambul, para tratar los temas de piratería y dar patentes de corso. Aquel funcionario firmo la patente de corso de Zymen, a cambio de la mitad de los bienes sacados de los ataques que realizase, contra barcos ingleses, o cristianos en general. Además aquel funcionario le entregó dinero para que se comprase una embarcación nueva, donde pudiese portar cañones. Tras esta reunión se invitó a Zymen a una comida en casa del gobernador, que estaba cercana al puerto, para que conociese a otros corsarios que había en activo. La diferencia entre Zymen y el resto de corsarios, es que él no quería bienes materiales, sino que su única recompensa era vengar la muerte de su amada.

Tras aquella comida, y para no retrasar su salida al mar, Zymen se dirigió a un edificio portuario, donde le habían dicho que podría conseguir un nuevo barco. Una vez llegó a aquel edificio, le enseñaron todos los navíos, pero de todos ellos, solo quería uno, un viejo velero bergantín, que compro, y armo, poniendo diez cañones por cada costado del barco. A la mañana siguiente contrató unos pocos compañeros, todos ellos tenían un mismo objetivo, la venganza hacia el inglés, no aspiraban a grandes riquezas materiales, compraron los recursos necesarios, y aquella misma tarde, cuando el sol se ponía, partieron del puerto de Argel, a cumplir con su destino.

Durante meses cumplieron con su cometido, asaltando todo barco cristiano que vieron, en especial barcos ingleses. Cada barco asaltado era una victoria para Zymen, que por la brutalidad con la que estaba cumpliendo su objetivo recibió el nombre de el Temido. Una de las cosas que más le gustaba a Zymen de aquella vida era salir por las noches, cuando todos dormían, salía a la popa, y mirando a la luna y a aquellas olas de azul y plata, cantaba bellas canciones, mientras que el viento gemía en la lona de las velas:

"Pero tú conmigo lloras,
que eres el ángel caído
del dolor,
y piedad llorando imploras,
y recuerdas tu perdido
resplandor"

Llevaban ya unos meses de viaje, cuando recibieron  un halcón que venía desde un barco turco. Aquel halcón portaba un mensaje del sultán, que quería conocer a aquel misterioso "temido", que era conocido en todos los mares, de un confín a otro. Zymen no podía rechazar aquella oferta, por miedo a perder la protección que el Imperio Turco le estaba dando, navegó aquel velero, soportando tormentas y bonanzas, que no consiguieron torcer su rumbo. Pararon en una orilla en la costa que va de Italia a Estambul, y al desembarcar descubrieron la destrucción de la guerra que acosaba aquellas tierra, todo porque unos ciegos reyes querían para sí un palmo más de tierra. Una idea sacudió entonces a aquel marino, que hizo que sus hombres volvieran a la embarcación y pusieran rumbo a Estambul.

Navegaron un par de días más, y cuando se encontraban frente a Estambul, uno de sus compañeros le preguntó que si debía esperar para entrar en el puerto. Zymen se volvió hacia donde estaba aquel marinero, y le dijo que no atracarían en Estambul, mientras decía esto destrozó la patente de corso y la tiró al mar. Una vez se hubieron alejado de Estambul llamó a todos los marineros a la popa del barco, y les dio un discurso sobre porque había roto su patente de corso para convertirse en pirata. Somos los reyes del mar, el único sitio donde nadie impuso leyes, ni donde ciegos reyes luchan por un palmo más de tierra, decenas de presas habían hecho a costa de los ingleses, y cientos de países y naciones habían rendido sus estandartes a sus pies. Este discurso lo terminó con una frase que pronto caló en el alma de sus compañeros:

"Que yo soy el rey del mar
y mi furia es de temer."

Desde aquel momento los ataques de aquel velero se dirigieron a cualquier barco que llevase la bandera de algún país, pues dejó de pensar que la muerte de su esposa se debió solo a los ingleses, y comprendió que la culpa la tenían aquellos tiránicos reyes. De los botines que comenzaron a hacer dividían dos partes, el oro y los bienes materiales los daban a las poblaciones costeras, mientras que ellos solo querían la belleza, en forma de arte, de música y de literatura. Las armas y las municiones las utilizaron para dárselas a las poblaciones sometidas, y a los esclavos, para que usándolas pudiesen alcanzar la libertad que Zymen había encontrado en el mar. Y los esclavos que encontraban en los barcos enemigos eran de inmediato liberados, pues en la mar no debía quedar restos de aquellas tiránicas leyes.

Aquello hizo que todas las naciones, incluidos los turcos, pusieran precio a su cabeza, y a la de sus compañeros. Aquello no hizo más que aumentar el odio de Zymen contra aquellos estados y contra sus soldados, que pretendían acabar con él, y con la libertad que había conseguido. Desde aquel momento, siempre que tomaban un barco, tiraban a todos los soldados por la borda, mientras que colgaban al capitán de la su entena. Muchas veces le habían ofrecido refugio en diferentes ciudades, pero el siempre rechazaba, pues no le importaba caer, pues dio por concluida su misión en este mundo cuando sacudió el yugo del esclavo, como un bravo.

Pero la vida de este joven pirata no duraría eternamente, y en cambio, aquella vida de sufrimiento y lucha acabaría más pronto de lo que nadie imaginó. Una tormentosa mañana de Mayo se dispusieron a asaltar un barco de la armada inglesa, como cientos de veces antes. Había un fuerte viento del norte, que parecía que quería acompañar esta batalla con su música. Zymen se encontraba en su barco coordinando aquel ataque, aguantando el estrépito y el temblor del barco, viendo como se sacudían los cables, mientras rugían sus cañones, cuando una bala de mosquete, perdida alcanzó el pecho de el Temido, que cayó al mar, entre aquello sones violentos, entre los truenos  y el viento, quedó sosegado, como dormido, y allí pereció, arrullado por el mar. Aquí terminó la leyenda de este joven capitán pirata, que atemorizó a todos los reyes, y a todos los marinos, aquel que creían que viviría cientos de años, murió a los 34.

Tras la derrota de sus hombres, el capitán inglés entró en el camarote de Zymen, y allí, donde creían que encontraría oro y riquezas, solo encontró una cama, y una mesa, sobre la cual había un retrato de una joven, muy hermosa, Zahira, y apoyado en aquel retrato había un sobre cerrado. Lo abrió, y dentro solo había un pedazo de papel con una estrofa escrita por el capitán Zymen, la cual tiraron al mar sin darle más importancia. Aquella estrofa decía:

"Que es mi barco mi tesoro, 
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar."


A José de Espronceda, por quien todo empezó. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

END

Era una soleada mañana de enero, cuando aquel chico despertó. Sentía que su cabeza le iba a estallar, quizás por todo el daño que le había hecho su novia, o quizás por todo el alcohol que había consumido antes de quedarse dormido. No le importaba aquel dolor, sino que lo que realmente lo que le importaba eran todos los hechos que habían ocurrido la noche anterior. En ese momento, cuando estaba más triste que nunca, se dirigió hacia la cocina, a tomar algo más de alcohol, pero se detuvo junto a la puerta, y su mente recuperó lo que había ocurrido horas antes.

Alex se encontraba frente a la puerta, estaba esperando a su chica, con la que estaba saliendo desde hacia dos años, aquel día era su aniversario e iban a celebrarlo con una cena. Cuando pasaban unos pocos minutos de las 9 llegó su chica, pero Alex comprobó que ella tenía un peor aspecto que de costumbre. Él le dijo que pasase, y se sentase, y que le contará lo que le ocurría, ella se sentará, pero no pudo hablar ya que rompió a llorar. Él se acercó a ella, y le secó las lagrimas, acariciándole la cara, y ella cambio su expresión, que pasó de reflejar tristeza a reflejar cierto arrepentimiento.

-Tranquilízate, mi cielo- le dijo Alex- y cuéntame lo que te ocurre.

- No creo que puedas soportarlo- dijo su  chica, con la voz muy entrecortada.

- Nena, me estoy empezando a preocupar- dijo Alex con seriedad- claro que podré soportar lo que me cuentes.

-De acuerdo- dijo ella en un tono algo más relajado- Todo ocurrió hace dos semanas, era de noche y estaba regresando a casa cuando me encontré con Lucas, mi ex, y él insistió en que teníamos que hablar, así que fuimos a mi casa, solté las cosas y bajamos al bar que hay al lado de mi piso. Estuvimos hablando durante un par de horas, tomamos unas cuantas cervezas, entonces él cogió mi mano, me miró a los ojos, y me dijo que el mayor error que había cometido en su vida fue perderme. Yo me acordé de todos los momentos que pasé junto a él , y la única reacción, que tuve, fue besarlo. Tras ello subimos a mi piso, y pasamos la noche juntos.

-Pero.. Entonces- Dijo Alex sin poder reaccionar

-¿Estás bien Alex?- Dijo aquella chica, que contemplaba el rostro cada vez más pálido  de Alex- Por favor, dí algo.

-No se que decir, supongo que te perdono, todos podemos tener fallos.

- No quiero que me perdones, quiero que te enfades, que me chilles.- dijo ella encolerizada- Eso es lo que echaba de menos de mi ex, que no me daba la razón en todo.

- No te estoy dando la razón, nena- dijo sorprendido Alex- Lo que no quiero es que te vayas, no quiero que me dejes solo...

Justo cuando iba a responderle ella, sonó el timbre de la puerta, Alex se levantó, se dirigió a la puerta, la abrió, y vio a un chico, alto, delgaducho, y con cara de seriedad. Alex le preguntó que quien era y qué quería. Pero no fue aquel misterioso chico quien respondió:

- Se que lo nuestro nunca podría llegar a funcionar- dijo la chica, que se había levantado y se había puesto la chaqueta- me voy con él, siempre podremos ser amigos, pero solo amigos.

- ¿ Cuando tomaste esta decisión?- dijo Alex, sin poder salir de su asombro.

- La noche que le bese, de hecho desde esa noche nos hemos visto varias veces... Creo que es mejor que te dejemos solo, me marcho de tu lado, para jamás volver, adiós...

Fue entonces cuando aquella chica le dio dos besos a Alex en las mejillas, y se dirigió a la puerta, con las lagrimas saltadas, y una vez llegó al lugar donde estaba aquel chico, lo besó en al boca, lo abrazó, y ambos se marcharon. Alex cerró la puerta, dio un grito de frustración, se giró, vio la mesa con la cena preparada, y dándole una patada, lo tiro todo al suelo. Se apoyó en la puerta, con la espalda, y se dejo caer, poco a poco, al suelo y se puso a llorar. Cuando ya eran las una de la mañana Alex se levantó del sitio en el que estaba, y del que no se había movido, se dirigió a la cocina, abrió el frigorífico, sacó todo el alcohol que vio, y se sentó en el suelo. No podía creer lo que acababa de ocurrir, se encontraba solo, y solamente le apetecía tomar alcohol, Bebió durante horas, e incluso vomitó por la cantidad de alcohol que había consumido, y fue entonces cuando decidió irse a la cama.

Volvió de repente a la realidad, se giró y vio que todo estaba tirado, tal y como lo había dejado la noche anterior, por lo que comprendió que todo había sido realidad, no un sueño. Se dirigió a la cocina, donde encontró los restos de su propio vómito, y un montón de botellas vacías, algunas de cerveza y otras de vodka. Cogió la única botella que no estaba vacía, y que en su interior contenía vodka, y se dirigió de nuevo al salón. Cuando iba a sentarse vio un papel encima de la mesa, y entonces su mente dio un vuelco. se levantó rápidamente, se dirigió a su habitación, cogió un bolígrafo, volvió al salón, y escribió en aquel papel: "Sin ella no tengo vida, ella me la ha quitado.". Entonces dobló el papel y lo guardo en su bolsillo, cogió la botella de vodka, salió al balcón, bebió lo que quedaba de la botella, la dejó en el suelo, y acto seguido de tiró de cabeza. Fue una caída de cuatro pisos, algunas personas pasaban por allí y se acercaron muy alterados y asustados, y cuando llegaron a donde estaba Alex, comprobaron que ya nada se podía hacer, su cuerpo no había aguantado el impacto. Al retirar el cuerpo, encontraron aquella nota, aquellas palabras que acompañaron a Alex hasta la eternidad, recordando quién había causado aquello.

lunes, 3 de noviembre de 2014

RAZÓN DE VIVIR

Era una fría noche de noviembre, cuando Marcos, un chico de unos 20 años, volvía a casa tras un duro día de clase en la facultad. Llevaba unas semanas muy triste, bastante deprimido, ya que la chica que le gustaba, cuando ya le había pedido salir, lo había utilizado y lo había humillado, lo que le había dejado muy tocado, tanto que se había comenzado a plantear, muy seriamente, el suicidio.

Por el contrario, Marta, una chica de 19 años volvía muy alegre a casa después de haber pasado una buena tarde con sus mejores amigas. Iba acompañada de su amiga Laura, pero cuando quedaba una buena parte del camino de regreso, Laura tuvo que volver, ya que se había dejado la cartera en casa de su amiga, pero Marta continuó, ya que al siguiente día debía de madrugar. Caminó lo que que quedaba del camino algo más rápido, ya que era una noche bastante oscura y tenía cierto miedo de que pudieran asaltarla. Continuó su camino hasta que llegó a un parque, muy cercano a su casa, donde había un chico tumbado en el suelo, gritando de dolor.

Al ver aquello, Marta decidió acercarse para ayudar a aquel chico que se encontraba gritando de dolor. Se acercó y comprobó que había sangre en el suelo, y en la ropa del chico, sobretodo en la zona de la pierna, que aparentemente se había partido. Se agachó para mirar la pierna de aquel chico, que había perdido el conocimiento poco antes de que Marta se hubiese acercado del todo, y justo cuando iba a levantar la pierna del pantalón del chico, para ver su pierna, alguien le golpeo en la base de la cabeza, y lo último que vio antes de desmayarse fue como aquel chico que estaba inconsciente se había levantado, y la miraba riéndose.

Aquellos dos chicos estaban a punto de  llevarse a Marta, a un sitio más alejado, cuando Marcos salió desde la parte más oscura del parque, atraído por los gritos de dolor de aquel chico, y posteriormente por los de Marta. Se acercó a los dos chicos y les dijo que se marcharan, y para asustarlos (y que se largasen de aquel sitio) sacó una botella de cerveza de la mochila. Entonces los dos chicos se marcharon, no sin antes amenazar con que volverían. Entonces se acercó a Marta, la cogió y la puso sobre un banco de aquel parque. Sacó de la mochila su botella de agua (que estaba medio vacía), y un paquete de pañuelos, y curó la herida que le habían hecho a Marta cuando la dejaron inconsciente.

Marcos estuvo un rato intentando despertar a Marta, pero viendo que ella no se despertaba ni reaccionaba, cogió el móvil y llamó a una ambulancia. Tras la llamada se apagó el móvil, pues se había quedado sin batería, y decidió guardarlo en la mochila. No había terminado de guardar el móvil en el bolsillo exterior de la mochila, cuando sintió unos pasos detrás de él, se dio la vuelta y descubrió que aquellos dos chicos, que se habían ido, estaban regresando ahora con un amigo más, y llevando cadenas en las manos. Se acercaron a Marcos y le dijeron que si se iba y los dejaba solos, con Marta, no le harían nada, sino le darían una paliza hasta matarlo. Ante estas amenazas, un nuevo impulso suicida recorrió la mente de Marcos sabiendo que si lo mataban dejaría a aquella chica, y sin que ninguno de los otros tres chicos tuviesen tiempo de reaccionar, cogió la botella y se la rompió a uno de los tres que le habían amenazado.

Aquello provocó que los otros dos chicos, aferraron las cadenas con fuerza, y comenzaron a golpear con fuerza a Marcos, con estas cadenas. Él se intentó defender, y en un primer momento consiguió golpear a alguno de los chicos, y esquivar alguno de los golpes de las cadenas, pero su suerte cambió cuando el tercero de los chicos se recuperó, pues se unió a los otros tres, y entonces Marcos vio que ya no podría defenderse, y con una sonrisa en la boca, se dejó caer para morir.

Marta abrió los ojos, y justo vio como Marcos se dejaba caer, ya con algunas heridas, pero con una sonrisa, como si deseara la muerte. Marcos cayó al suelo, pero los golpes no cesaron, sino que aumentó su intensidad, y justo cuando Marta  creía que iban a matarlo apareció la policía, que pasaba por allí y acudió por el ruido de las cadenas y los gritos de dolor de Marcos.

Consiguieron detener a los tres chicos, ayudaron a Marta a levantarse, y comprobaron que Marcos aún continuaba con vida, mientras llegaba la ambulancia. No tardó en llegar la primera ambulancia, que es la que había llamado Marcos, e intentaron reanimar a Marcos, y finalmente lograron reanimarlo pero aún así decidieron llevar a ambos al hospital, para monitorizarlos. Los padres de Marta habían salido de viaje, por lo que fue Laura la que fue al hospital a estar con Marta, mientras que nadie acudió a ver a Marcos, pues sus padres habían muerto en un accidente de moto diez años antes. Pasaron allí toda la noche, y la mañana siguiente dieron el alta a Marta, pero antes de irse decidió ir a visitar a Marcos. Marcos estaba consciente y no había nadie más en la habitación, Marta pasó sola, mientras Laura esperaba en la puerta. Marta se sentó en la silla que había justo al lado de Marcos, lo miró se presentaron y le preguntó:

- ¿Por qué arriesgaste tu vida por defenderme?
- No arriesgué mi vida, es solamente que mi vida no sirve para nada, y prefería morir ya- dijo Marcos con una voz que se notaba dolorida- pena que finalmente no me mataron.
- ¿POR QUE DICES ESO?- Preguntó Marta un poco indignada- No te das cuenta de que todos tenemos una razón para vivir.
- ¿Razón para vivir?- Pregunto ironicamente Marcos- No creo que yo encuentre una razón para vivir nunca.
- Estás muy equivocado Marcos, esta es tu razón de vivir.

Justo cuando termino esa frase, se levantó, sujetó la cabeza de Marcos, y sin pensarlo dos veces lo besó. Se quedó un rato más, hablando con él, cada vez se gustaban más, y cada vez Marcos sentía menos ganas de suicidarse. No le dieron el alta a Marcos hasta pasada una semana, todos los días recibía una larga visita de Marta, que justo el día antes de que le dieran el alta a Marcos, le había pedido ser novios, a lo que este respondió afirmativamente. Como los médicos habían recomendado a Marcos que no viviese solo en un tiempo, por si ocurría algo, le pidió a Marta que se fuese a vivir con él. y ella acepto sin dudarlo.

Finalmente Marcos había encontrado su Razón de Vivir, y tenía un nombre, Marta. Marcos abandonó finalmente sus ideas sobre el suicidio se desvanecieron, y jamás volverá a intentar suicidarse, sino que únicamente luchará por su chica, aquella que le había mostrado que todo el mundo tiene un motivo más que suficiente para vivir.