Estaba allí frente a la pantalla del ordenador, estaba a punto de empezar a escribir el último capitulo de aquel libro. Estaba exhausto, llevaba horas frente a aquella pantalla y solamente había parado en dos ocasiones, para descansar la vista, y despejar su mente. De aquel ordenador salían aquellas notas rockeras, que lo habían acompañado durante el tiempo que estuvo escribiendo, pues odiaba escribir en silencio. Junto al ordenador había unas latas de cerveza, lo único que había bebido mientras escribía. Cogió la última que había abierto, y bebió lo poco que quedaba de un solo sorbo. Estiró sus brazos hacia arriba, pues estaba muy cansado, y al hacerlo notó que desde su móvil salía una pequeña luz roja, lo que significaba que había recibido un mensaje. Cogió el móvil y leyó aquel mensaje.
"Voy a tardar un poco más de la cuenta, así que no te des mucha prisa en arreglarte."
Había olvidado por completo que aquella noche iba a salir a tomar algo y a despejarse. Fue hacia el cuarto de baño, y sin perder tiempo se afeitó frente al espejo y después se duchó. Por suerte era una persona que tardaba poco en prepararse, y cuando miró el teléfono, vio que apenas habían pasado veinte minutos y ya estaba preparado. Su amigo tardaría en llegar, y al le daba tiempo de sentarse en el sofá y tomarse una bebida energética, pues realmente estaba agotado. Cuando se sentó en el sofá, abrió la lata de bebida energética y se puso algo de música, al tiempo que comenzaba a pensar.
Realmente no se creía que estuviese a punto de terminar su primer libro, aquello había sido siempre su sueño. Llevaba años escribiendo, pero siempre pequeñas entradas en un modesto blog, pero cuando le ofrecieron la oportunidad de escribir su primer libro no dudó ni un solo segundo. Comenzó a acordarse de como a lo largo de su vida casi nadie lo había apoyado, y mucha gente lo trataba como si fuese inferior, como si no hiciese nada importante. Pocas personas lo habían apoyado incondicionalmente, esas personas de las que él nunca se olvidó.
Había aprendido muchas cosas de aquellas personas que lo habían apoyado, pero también había aprendido cosas muy valiosas de aquellos que lo habían menospreciado o traicionado. Sabía perfectamente que aquella sociedad estaba podrida, llena de elementos tóxicos que contaminaban a las pocas personas que valían la pena. Pero pese a que habían sido pocas las personas que lo apoyaron, él siempre las había tenido en mente, y siempre que pensaba en dejar de escribir, pensaba en ellos y en que no podía defraudarlos, por lo que siempre volvía a escribir.
Desde muy chico siempre había leído, y siempre le había llamado la atención el mundo de los escritores. Conforme crecía continuaba leyendo, le encantaba pasar noches enteras leyendo libros de fantasía, su género favorito, aunque su mayor debilidad tenia nombre propio, Espronceda. Había conocido la obra de Espronceda un día en clase, y le pareció lo mejor que había leído en mucho tiempo, de modo que comenzó a leerlo, hasta convertirse en un autor que nunca faltaría en sus estanterías.
De pronto, mientras recordaba aquello esbozó una sonrisa, pues le resultaba irónico que todo el mundo le dijese que su influencia era Lorca, pues vivía en su pueblo natal. Jamás había comprendido la obra de Lorca, ni le gustaba, prefería la escritura clara y armónica de Espronceda a la escritura confusa de Lorca. Aquel escritor no nació en el pueblo de su padre, pero aún así no podía renegar de aquel pueblo, pues fue allí donde decidió comenzar a escribir, y allí fue donde encontraba en muchas ocasiones su inspiración, y allí es donde se encontraban sus amigos, aquellos que siempre lo animaban, y sin los que difícilmente habría logrado lo que estaba consiguiendo.
Pero jamás olvidaría su mayor fuente de inspiración, algo por lo que el sentía un especial cariño, la luna. Siempre que podía cogía un libro, una cerveza, y salía a leer a la calle, a cualquier parque o la terraza de un bar, contemplando la luna, pensando en todos los misterios que esconde. Pensando que ella, aquella luna, era la única que jamás lo abandonaría. De hecho, si podía escribir de noche lo hacía, siempre con la luna de fondo, de este modo se sentía mucho más reconfortado, como si ella estuviese vigilando que todo saliese bien. De hay que muchas de las veces que escribía, la luna o la noche, jugasen algún tipo de papel en aquellos relatos.
Mientras pensaba y recordaba aquello, contemplaba el caos que había en aquella habitación, pero sus ojos se fijaron en una pequeña estampa, la estampa del Campo del Príncipe. De nuevo pensó que sus relatos no tendrían ningún sentido sin aquel sitio, aquella plaza que tantos momentos le había dado en su vida. Aquel amplio espacio al que muchas tardes había subido simplemente con una libreta y un bolígrafo, y debajo de alguno de sus arboles, se había sentado y había escrito alguno de sus más preciados relatos, alguno de los cuales se guardó solo para él.
Muchas personas le habían dicho a lo largo del tiempo que sus relatos mostraban una personalidad en decadencia, oscura y atormentada, y quizás no se equivocaban mucho, pues a lo largo de su vida había sufrido mucho. La mayoría de los que le rodeaban lo trataban mal o lo utilizaban, sin importarle lo que pudiese sentir, o como se encontraba, lo que queda reflejado en todos sus escritos. Su salud había sido muy débil en muchas ocasiones, aunque ahora se encontraba muy bien, pero aquello también marcaría su estilo, que muchos indicaban que era un estilo oscuro.
Aunque también todo el que leía sus obras se daba cuenta de que había un elemento que siempre solía estar presente, el amor. Y a él, que ahora estaba pensando en ello le resultaba muy curioso, porque no es que tuviese precisamente una vida amorosa muy completa, sino todo lo contrario. Poco había sido el amor que había recibido, y el poco que había recibido pronto se había convertido en dolor. ¿Quizás aquello sería su más profundo anhelo, encontrar alguien de nuevo?. Se estaba preguntando aquello cuando de nuevo sonó el teléfono, su amigo ya estaba en la puerta, por lo que cogió el móvil, la cartera, y se fue hacia la puerta, pensando que si el destino había querido así, por algo sería, por lo que seguiría escribiendo cada vez que pudiese.
Dedicado a todos aquellos que nunca confiaron en mi, ya que gracias a ellos no pienso parar de escribir por darle la razón. Dedicado a todos los que siempre confiaron en mi, porque sin ellos nada de esto sería posible. y sobretodo dedicado a esas personas, que no es necesario nombrarlas, porque ellas saben quien son, que siempre me apoyan, me dan ideas, y se interesan por mi, porque estas líneas son para ellos.
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