martes, 6 de mayo de 2014

El destino

Era una fría tarde de invierno y Lucas se disponía a coger el autobús. Había terminado sus clases y ansiaba ver a Bea, su chica, pero sabía que aquella noche sería sin duda una de las noches más felices de su vida. Esperaba con paciencia en la parada del autobús pensando en si le gustaría el collar que iba a regalarle, cuando a lo lejos vio acercarse el autobús.

Cuando llego el autobús se montó, sacó su cartera y pagó al conductor. Caminó el pasillo del autobús y se tumbó ocupando los últimos asientos. El autobús comenzó la ruta, pero poca gente se montó, quizás por el frió que hacia aquella tarde. Aún no había llegado a su parada cuando se levantó, y pulsó el botón para que se detuviese el autobús en la parada. Se bajó del autobús, no se encontraba nadie en la parada del autobús, ni siquiera había nadie en aquella calle. Había comenzado a oscurecer y aligeró el paso, ya que conforme se cernía la noche iba aumentando el frío.

Llegó a un portal, que estaba oscuro, solamente iluminado por una tenue luz, se fijó y vio que aquella luz venía de un móvil, y siguió la luz, y comprobó que Bea se encontraba allí, sentada en las escaleras, esperándolo. Se miraron a los ojos, ella se levantó mientras el se acerco, y sin pesarlo dos veces se besaron. Aquella noche no había comenzado, y ya se sentían las personas más felices del mundo. Bea se puso la chaqueta y ambos se dirigieron a un restaurante, en el que habían reservado mesa para su cena.

Estaban cruzando un paso de peatones cuando una moto, que apareció con las luces apagadas, estuvo apunto de arrollar a Bea, que se salvó porque Lucas se antepuso entre la moto y ella, para salvarla. Se escucho un frenazo y después un fuerte golpe. Bea se dio la vuelta, y vio una imagen que jamás olvidaría, su novio se encontraba frente a ella, tumbado en el suelo, rodeado de sangre, y detrás de él la moto sobre el cuerpo del motorista, que se encontraba ya inerte. No podía moverse, lo único que pudo hacer fue gritar, gritar como jamás lo había hecho. Tal fueron sus gritos, que corrieron hacia fuera las personas que se encontraban en un bar, a la vuelta de la esquina. Se acercaron, y al ver lo que había ocurrido llamaron a las ambulancias, mientras unos hombres comprobaban el estado de Lucas y el motorista, el dueño del bar se llevó a Bea para intentar relajarla. Ella no podía dejar de llorar, notaba como le faltaba el aire, le dieron agua para que bebiera, pero ella no quiso. 

Las ambulancias no tardaron en llegar, atendieron a Lucas allí e intentaron reanimar al motorista, aunque sin éxito. Montaron a Lucas en una ambulancia, y Bea corrió con rapidez, aferrándose al cuerpo de su novio, y se montó con él en la ambulancia. Durante el camino al hospital sedaron a Bea, ya que estaba al borde del colapso. Al llegar al hospital tomaron una camilla donde tumbaron a Bea, y llevaron a Lucas a la sala de cuidados críticos. No habían dado aún las diez de la noche, y parecía que aquella sería la peor noche de su vida.

Bea despertó cuando el reloj marcaba algo más de las una de la mañana, se levantó, y buscó a una enfermera, para preguntarle por el estado de su novio. La enfermera la llevó hasta una habitación cercana, allí estaba él, tumbado en la camilla. Junto a él había un médico, que comunicó a Bea que debía de estar feliz, ya que la moto solamente había fracturado su pierna derecha, pero que su vida no corría ningún peligro. Aún estaba hablando con el médico cuando noto que alguien la rozaba, se volvió y vio que Lucas, con lágrimas en los ojos estaba intentando darle algo que tenía aferrado en su mano. Ella cogió lo que le dio, y vio aquel collar, que él había comprado para regalarle, lo cogió, se lo puso, y acto seguido abrazó con todas sus fuerzas a Lucas, y lo besó en la boca, sabía que era suyo, y que siempre estaría con ella.


El doctor, comprobando que ninguno de los dos había comido bajo a un bar que había al lado del autobús y les compró unas hamburguesas y unas patatas, se las puso en la habitación y les dijo que ambos debían de comer. Eran las dos y media de la mañana cuando ambos se pusieron a comer, esa iba a ser su noche especial, y así acabó siéndolo, él la había salvado, y estaba allí con ella. en aquel momento se cruzaron una mirada, una mirada mágica, y entonces comprendieron lo que el destino les quería decir, aquello había ocurrido para mostrarles que siempre estarían juntos. Aquella noche jamás la olvidarían, fue una noche muy especial, su noche más feliz, un momento que marcó sus vidas y las unió para la eternidad.

Twitter: https://twitter.com/klaus_escritor

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