Era una fría tarde de invierno y Lucas
se disponía a coger el autobús. Había terminado sus clases y
ansiaba ver a Bea, su chica, pero sabía que aquella noche sería sin
duda una de las noches más felices de su vida. Esperaba con
paciencia en la parada del autobús pensando en si le gustaría el
collar que iba a regalarle, cuando a lo lejos vio acercarse el
autobús.
Cuando llego el autobús se montó,
sacó su cartera y pagó al conductor. Caminó el pasillo del
autobús y se tumbó ocupando los últimos asientos. El autobús
comenzó la ruta, pero poca gente se montó, quizás por el frió que
hacia aquella tarde. Aún no había llegado a su parada cuando se
levantó, y pulsó el botón para que se detuviese el autobús en la
parada. Se bajó del autobús, no se encontraba nadie en la parada
del autobús, ni siquiera había nadie en aquella calle. Había
comenzado a oscurecer y aligeró el paso, ya que conforme se cernía
la noche iba aumentando el frío.
Llegó a un portal, que estaba oscuro,
solamente iluminado por una tenue luz, se fijó y vio que aquella
luz venía de un móvil, y siguió la luz, y comprobó que Bea se
encontraba allí, sentada en las escaleras, esperándolo. Se miraron
a los ojos, ella se levantó mientras el se acerco, y sin pesarlo dos
veces se besaron. Aquella noche no había comenzado, y ya se sentían
las personas más felices del mundo. Bea se puso la chaqueta y ambos
se dirigieron a un restaurante, en el que habían reservado mesa para
su cena.
Estaban cruzando un paso de peatones
cuando una moto, que apareció con las luces apagadas, estuvo apunto
de arrollar a Bea, que se salvó porque Lucas se antepuso entre la
moto y ella, para salvarla. Se escucho un frenazo y después un
fuerte golpe. Bea se dio la vuelta, y vio una imagen que jamás
olvidaría, su novio se encontraba frente a ella, tumbado en el
suelo, rodeado de sangre, y detrás de él la moto sobre el cuerpo del
motorista, que se encontraba ya inerte. No podía moverse, lo único
que pudo hacer fue gritar, gritar como jamás lo había hecho. Tal
fueron sus gritos, que corrieron hacia fuera las personas que se
encontraban en un bar, a la vuelta de la esquina. Se acercaron, y al
ver lo que había ocurrido llamaron a las ambulancias, mientras unos
hombres comprobaban el estado de Lucas y el motorista, el dueño del
bar se llevó a Bea para intentar relajarla. Ella no podía dejar de
llorar, notaba como le faltaba el aire, le dieron agua para que
bebiera, pero ella no quiso.
Las ambulancias no tardaron en llegar,
atendieron a Lucas allí e intentaron reanimar al motorista, aunque
sin éxito. Montaron a Lucas en una ambulancia, y Bea corrió con
rapidez, aferrándose al cuerpo de su novio, y se montó con él en
la ambulancia. Durante el camino al hospital sedaron a Bea, ya que
estaba al borde del colapso. Al llegar al hospital tomaron una
camilla donde tumbaron a Bea, y llevaron a Lucas a la sala de cuidados críticos. No
habían dado aún las diez de la noche, y parecía que aquella sería
la peor noche de su vida.
Bea despertó cuando el reloj marcaba
algo más de las una de la mañana, se levantó, y buscó a una
enfermera, para preguntarle por el estado de su novio. La enfermera
la llevó hasta una habitación cercana, allí estaba él, tumbado en
la camilla. Junto a él había un médico, que comunicó a Bea que
debía de estar feliz, ya que la moto solamente había fracturado su
pierna derecha, pero que su vida no corría ningún peligro. Aún
estaba hablando con el médico cuando noto que alguien la rozaba, se
volvió y vio que Lucas, con lágrimas en los ojos estaba intentando
darle algo que tenía aferrado en su mano. Ella cogió lo que le dio,
y vio aquel collar, que él había comprado para regalarle, lo cogió,
se lo puso, y acto seguido abrazó con todas sus fuerzas a Lucas, y
lo besó en la boca, sabía que era suyo, y que siempre estaría con
ella.
El doctor, comprobando que ninguno de
los dos había comido bajo a un bar que había al lado del autobús y
les compró unas hamburguesas y unas patatas, se las puso en la
habitación y les dijo que ambos debían de comer. Eran las dos y
media de la mañana cuando ambos se pusieron a comer, esa iba a ser
su noche especial, y así acabó siéndolo, él la había salvado, y
estaba allí con ella. en aquel momento se cruzaron una mirada, una
mirada mágica, y entonces comprendieron lo que el destino les quería
decir, aquello había ocurrido para mostrarles que siempre estarían
juntos. Aquella noche jamás la olvidarían, fue una noche muy
especial, su noche más feliz, un momento que marcó sus vidas y las
unió para la eternidad.
Twitter: https://twitter.com/klaus_escritor
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