jueves, 27 de marzo de 2014

Frente

Aquel día había amanecido muy oscuro, y había comenzado una llovizna, que no era demasiado fuerte. Esta fue la visión que tuvo Lucas cuando, recién levantado, se asomó por la ventana. El día tenía el mismo aspecto que el estado de animo del joven soldado. Se puso su uniforme, y antes de bajar a desayunar con el resto de sus compañeros, miro el calendario que tenía en la habitación, marcaba el día 19 de Abril. Esto le apeno aún más, pues era su aniversario, y estaba a miles de kilómetros de la única persona que le amaba, y que él amó. Miró la foto de su chica, y dándole un beso decidió llevársela ese día con él, por lo que la guardó en su cartera.

Bajó a desayunar junto a su compañero, ambos charlaban sobre el hecho de que en menos de 15 días podrían regresar por fin a casa. Se sirvieron un café y cogieron unas cuantas tostadas, y se sentaron en la mesa a comer. Estaban muy animados ya que pronto volverían, por lo que hablaban con el resto de compañeros del pelotón con entusiasmo. No habían terminado de tomar su desayuno cuando entró un oficial, en su mano llevaba un papel con las ordenes del día. Las leyó en voz alta, y Lucas supo que ese día le tocaría entrar en combate, para cubrir a una unidad de reconocimiento.

Terminó de desayunar, subió a su habitación se cambió la ropa, y guardó un papel, que tenia doblado encima de la mesa, en el bolsillo del uniforme. Bajó con el resto de su unidad, prepararon el armamento y se acercaron al lugar donde estaba el comandante que los acompañaría, ya que disponía a organizar el dispositivo. Lucas, como el resto de sus compañeros escuchó con detenimiento todas las instrucciones que dio el oficial. El dispositivo ya estaba listo para comenzar su operación.

Lucas iba, junto a dos de sus compañeros, montado en un coche, que abría el cortejo, y tras ellos iba el resto del equipo. Llevaban cerca de dos horas de viaje, durante las cuales Lucas había contado a sus compañeros como conoció a su chica y como comenzaron a salir, un 19 de abril, un día como ese. La lluvia no había cesado, lo que dificultaba mucho la visibilidad, de modo que ni Lucas ni sus compañeros vieron venir el peligro al que se acercaban.

Continuaron andando y cuando entraron en un pequeño pueblo, que se encontraba en situación de pleno abandono, Lucas sintió como un escalofrío en su nuca. El empujón de su compañero hizo que se diera cuenta de que no fue un escalofrió, sino que fue la trayectoria de una bala perdida que había pasado cerca de él. Pararon el vehículo en el que viajaban, cogieron sus fusiles y se dispusieron a entrar en combate. Y Lucas, desobedeciendo las ordenas recibidas abandono la vanguardia del cortejo, y fue corriendo hasta el último coche, pues en el viajaba Lucia, una amiga de su novia. Él lo hizo así, no solo por proteger la vida de Lucia, que había quedado embarazada la noche antes de partir hacia el frente. Él había jurado a su novia que defendería a Lucia con su propia vida, y así se dispuso a hacerlo.

Llegó al último coche, y sacó de el a Lucia, y la condujo a una casa, le pidió que no se asomase a la ventana, él si lo hizo y solo pudo comprobar lo que había intuido, el último coche había sido alcanzado por una granada, pero el resto de vehículos habían podido ponerse a cubierto. En ese momento sonó un golpe en la planta de abajo, y él decidió bajar, no sin antes decirle a ella que pidiese ayuda por radio y que no saliese hasta que llegasen los refuerzos. Bajó las escaleras, con el fusil apuntando a aquellos contra los que luchaban, y cuando estuvo abajo disparó con su fusil a dos, matándolos en el acto, pero entonces sintió como un cuchillo atravesaba su garganta, solo tuvo tiempo de girarse y clavarle su daga a su asesino en la cara.

Lucía había pedido refuerzos por radio, y cuando llegaron, ella bajó las escaleras encontrándose una escena que jamás olvidaría, había tres soldados enemigos muertos en el suelo, tumbado bajo uno de ellos, se encontraba Lucas, con el cuchillo aún clavado en la garganta, y con una sonrisa en la boca. Lucía comprendió que aquella sonrisa era por su novia, había muerto sabiendo que había cumplido lo que le prometió a ella. Solo hubo dos bajas entre los compañeros de Lucas, el comandante y él. Entre sus compañeros levantaron los cuerpos y los llevaron a la base, donde los prepararon para devolverlos a casa. Cuando estaban preparando el cuerpo de Lucas encontraron, medio salido, aquel papel que había guardado aquella mañana, y decidieron leerlo. Era una carta que dirigía a su novia, la leyeron en voz alta, pero hubo un momento en el que la voz parece que los abandono, y solo pudieron tartamudear el final de esa carta:

“...No llores por mí, no he muerto, jamás lo haré mientras pienses en mi. No temas jamás, no te asustes, no te apenes, no tengas miedo, pues no quiero que esa linda cara quede recorrida por lagrimas. Piensa que no he muerto por defender a un gobierno, ni a una nación, sino que he muerto por defenderte a ti, tú que eres mi luna. No llores más, pues al fin me reuní con la luna. Te amo Laura. Siempre tuyo, Lucas.”


La carta se la entregaron junto al cuerpo a su novia, ella leyó la carta, y cumpliendo lo que en ella ponía, abrazó aquella caja y esbozó una sonrisa. Sabía que él siempre estaría, solo debía mirar a la luna.

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domingo, 23 de marzo de 2014

Noche


Alex, un músico que había pasado toda su vida dedicado a la música, volvía a casa, como hacia todas las noches, tras un largo día de ensayo. Realizó el mismo camino que hacia todas las noches, y lo hacia del mismo modo que siempre, con su guitarra colgada en su hombro derecho, y en su mano derecha llevaba su móvil desde el cual escuchaba música por los auriculares que tenia colocados en sus oídos. Como ese día era el ultimo día antes de vacaciones decidió parar en una tienda, y como era costumbre compro unas cervezas y una bolsa de patatas.

Llegó a su bloque, y saco de la funda de su guitarra las llaves. Las cogió y abrió la puerta, y comprobó que un día más no había recibido ninguna carta. Subió las escaleras que conducían a su piso, abrió la puerta y entró. Dejo su guitarra en su habitación, se quito la ropa y se dispuso a ducharse. Después de ducharse se volvió a vestir, pero a diferencia del resto de noches no se puso el pijama, sino que se puso unos pantalones negros y cogió la primera camiseta negra que vio. Una vez estuvo preparado, abrió el primer cajón de su mesilla y sacó una foto de una chica, la miró, con la mayor de las amarguras, y la besó.

Esa foto era muy importante para él, siempre la había llevado consigo. Era la única foto que conservaba de ella, de la única persona a la que había amado, su nombre era Laura. El problema era, que pese a haberla amado desde hacía mucho tiempo,  nunca se había atrevido a decirle lo que sentía por ella. Pese a todo nunca había dejado de pensar en ella, por eso siempre estaba solo.

Cogió la funda de la guitarra, y lo que había comprado en la tienda y subió a la azotea, puesto que sabía que sabia que allí no molestaría a nadie. Se sentó en el suelo, abrió la bolsa de las patatas y abrió la cerveza, había sacado la guitarra, ya. Se puso a tocar canciones, las canciones más tristes que conocía. Era una noche calurosa, y solo la luna fue testigo de lo que Alex estaba tocando.  Esas canciones eran tan tristes y profundas que incluso parecían entristecer a la luna. Eran ya las 5 de la mañana cuando comenzaron a caer de su cara gotas de rocío, que se confundieron con sus lagrimas.

Continuó bebiendo cerveza, e incluso se atrevió a tomarse unos cuantos tragos de su petaca, en la cual llevaba vodka. Estaba cansado, confuso, triste, y el alcohol había hecho estragos en su confusa mente. Decidió entonces asomarse al borde de la terraza, miró hacia bajo, y una idea cruzo como un rayo su cabeza. Decidió actuar por fin. Soltó la guitarra en el suelo, se secó las lagrimas, se puso en pie, y estiro los brazos a los lados. Entonces hizo lo que nunca pensó que iba a hacer, lanzó un grito, un grito que retumbo en toda la manzana:

-Laura te amo, y siempre lo haré!!
- Y yo a ti- dijo una voz de chica- Estaba esperando a que por fin me lo dijeses, siempre he estado esperando este momento.

Alex se dio la vuelta, y vio que la chica de la foto se encontraba allí, delante de él, con la cara salpicada por las lagrimas, él no lo dudó, se acerco a ella, la tomo entre sus brazos, le miró la cara, le seco las lagrimas, y jurando que jamás la abandonaría la besó. Un beso que vería aparecer la luz del sol, que vería desaparecer a la luna.

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jueves, 20 de marzo de 2014

Una de amor

Una fría tarde de marzo una chica fue a un parque, en el que estaba su amado, para darle una sorpresa, pero poco se imaginaba que la sorpresa se la llevaría ella. Cuando ya estaba en el parque vio la sombra de su amor, se acerco a él con intención de darle un beso, pero no pudo contener aquel grito ahogado cuando vio a aquel que había sido su novio en brazos de otra chica. Él le dijo que lo sentía, pero que ya no significaba nada su amor, que no quería saber nada de ella.

Aquel, que iba a ser un bonito día se convirtió en un infierno, iba por la calle y apenas podía andar, no tenia fuerzas para continuar, solo quería llorar, solo quería olvidar todo aquello que había sucedido. Cayó en un banco, agotada, la tarde cada vez iba oscureciéndose, y ella continuaba en aquel banco, sola, destrozada, cuestionándose su vida cuando oyó unos fríos pasos. Alzó la mirada pero no pudo distinguir nada, ya que sus lagrimas no le dejaban ver nada, y fue entonces cuando escucho aquella voz. Un chico, con su guitarra en la espalda, se había parado frente a ella y le preguntaba si estaba bien.

   -No te molestes, ya no puedo interesar a nadie- contesto ella.

Pero lejos de retirarse y continuar su camino, aquel chico se arrodillo frente a ella, que continuaba sentada en el banco, y se quito la guitarra poniéndola en el suelo, y acercándose a ella le susurro:

   -No entiendo porque dices eso, acaso no me he interesado yo, pero déjame que solo te haga una pregunta, ¿Porque una chica tan hermosa como tú puede estar llorando?

   -No digas tonterías- le respondió ella- solo dices esto porque te doy pena, se que realmente no piensas eso.

   -Déjame que te cuente un secreto- le dijo él, dibujando una sonrisa en su cara- yo soy músico, y muero de amor cada vez que veo una gota de rocío cayendo por una rosa, así que no se de que te extrañas si tus mejillas son pétalos y tus lagrimas son el rocío.

Ella, que creía que él solo estaba allí por pena, para evitar que hiciese una locura se incorporó, se seco los ojos y lo miró, tenía intención de irse. Dio media vuelta, pero antes de que pudiese dar el primer paso noto como le cogían el hombro, se volvió, y nada más volverse noto como los labios de aquel chico se juntaron con los suyos. Noto entonces una cálida sensación que le recorría todo el cuerpo. Tenía la sensación de que aquello era un sueño, el más bonito sueño que había tenido en mucho tiempo. Él se retiro, la miro a la cara y con su mano le retiro las pocas lagrimas que le quedaban en la cara, y juntos se marcharon a la casa de ella.

Una vez llegaron a la casa de la chica, abrieron unas cervezas, y mientras ella cogía algunas cosas para comer él abrió la funda de su guitarra y la sacó. Bebieron unas cuantas cervezas y comieron un poco, ella había olvidado todo el daño que había recibido porque sabía que aquel chico la amaba de verdad. Ella le pidió que se quedará y él no se negó, y cogiendo la guitarra le canto unas canciones, casi susurrándole, y ella se dio cuanta de que cada vez lo amaba más. Habían pasado ya muchas horas desde que aquel chico se la encontrase destrozada, y ahora se había desatado la pasión. Se besaron y poco a poco se fueron quitando la ropa, y se dejaron llevar por la pasión hasta altas horas de la noche.


A la mañana siguiente ella se despertó con mucho dolor de cabeza, se volvió hacia el lado donde había dormido su nuevo compañero, pero no encontró a nadie. Supo entonces lo que había ocurrido, todo había sido un sueño. Se levantó, con lagrimas en los ojos, y fue hacia la cocina, y se dispuso a beber una cerveza. Dio un trago, en el que se llevo media botella, y cuando se dio la vuelta para coger un pañuelo en el que llorar noto algo en sus caderas, dos manos, se giró y él la beso. Comprendió entonces que nada fue un sueño y que el siempre estaría allí.

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