sábado, 24 de enero de 2015

Capitán Takkar

La historia que aquí voy a narrar no es más que un relato, por lo que su valor histórico es inexistente.


Corría el año 1741, un siglo después de que se produjese la Gran Rebelión, como así conocían en aquella pequeña aldea, que se encontraba a dos días de viaje de Cork, a la Rebelión de 1641. En aquella pequeña aldea vivía un pequeño granjero, que pasaba desapercibido, pero nadie se imaginaba que aquel granjero pasaría a la historia.

Aquel granjero, cuyo nombre era Takkar, tenía unas prosperas tierras, estaba casado y tenía un hijo. En general las tierras de aquella región eran muy prosperas, y sus rendimientos eran muy altos, por lo que desde hacía mucho tiempo los grandes propietarios, de origen inglés aspiraban a conseguir esas tierras. Cierta mañana del mes de marzo de aquel año, llegó a la aldea un jinete, que por sus vestiduras supieron que era un mensajero oficial llegado desde Cork. Este jinete, sin bajarse de su caballo, abrió un pergamino que llevaba y leyó en voz alta y de un modo muy solemne:

"Por orden de la Autoridad de Cork, en nombre del gobierno de su Majestad se hace saber que todas estas tierras, y los que en ellas habitan quedan bajo control de los colonos ingleses que a esta tierra llegaron, y por la misma orden todos los títulos de propiedad quedan anulados en beneficio de esos citados colonos."

Tras leer esto, tiró el pergamino al suelo, con aires de superioridad, y se marcho del lugar cabalgando a gran velocidad. Cuando todo esto ocurrió en la plaza de aquella aldea solo habían unas pocas mujeres y unos niños, entre ellos el joven Gael, el hijo de Takkar. Gael y sus amigos cogieron aquel pergamino y corrieron en busca de sus padres, que se encontraban reunidos en un campo charlando sobre unos problemas con las semillas. Gael y sus amigos contaron con todo lujo de detalles lo que habia ocurrido en la plaza de la aldea, y le dieron el pergamino a uno de los hombres para que vieran que realmente no era una mentira. Takkar y el resto de los campesinos se quedaron parados, sin saber como reaccionar, puesto que aquel papel, que los sometía a un señor británico tenia estampado el sello real. dejaron lo que estaban haciendo y comenzaron a caminar hacia la aldea cuando de repente escucharon el galope de varios jinetes, por lo que aligeraron el paso y pronto llegaron a la aldea.

Cuando llegaron vieron a toda una serie de jinetes entre los que destacaba uno, por la pomposidad de sus vestiduras, y por la decoración sobrecargada de su caballo. Cuando todos se encontraron en aquella plaza, Aquel pomposo Lord inglés se adelanto, y con voz solemne anuncio:

-Dado que soy un hombre temeroso de Dios, y una persona magnánima, no os echaré de vuestras casas, de hecho el único cambio en vuestras vidas va a ser el hecho de que las tierras serán mías, al igual que el molino y el pozo, así como todos los animales, por lo que os cobraré un impuesto por usar mis propiedades, y os venderé mis animales, que vosotros me habéis criado.

Terminó de decir aquellas palabras y se marchó, dejando en aquella aldea a dos de sus soldados, encargados de terminar de dar a los aldeanos las explicaciones. Tardaron varias horas en terminar esa discusión que fue muy tensa y acalorada. Lo que aquel "Lord" había dicho en aquellas palabras conciliadoras era engañoso, pues los impuestos que debían pagar eran muy elevados, y no podrían hacer frente a esos impuestos durante mucho tiempo. Ninguno de aquellos aldeanos descansaron aquella noche, y acabaron en casa de Pádraig y allí hablaron hasta el amanecer de la nueva vida que les esperaban. Gael y sus amigos no eran conscientes de  la nueva situación que iban a vivir, pero pronto comprenderían que sus años de juventud terminarían por culpa de aquel tirano.

Cada vez aquellos aldeanos tenían menos comida para comer, pues el poco grano que tenían lo gastaban en los impuestos, por lo que apenas tenían para ellos, y además cada vez los impuestos que debían pagar eran mayores. Todos se vieron obligados a trabajar, desde los más mayores hasta lo más jóvenes, pero esa situación pronto se haría totalmente insoportable, y estallaría. La chispa que encendió la mecha sucedió una tarde de junio, aquella tarde los soldados de aquel tirano propietario de las tierras fueron a cobrar los impuestos, y todo fue como de costumbre, hasta que llegó el turno de Pádraig, que no tenía grano suficiente para pagar. Los soldados se dispusieron a azotarlo públicamente como escarmiento para los aldeanos, pero entonces Takkar, que en su juventud había llegado a ser Capitán de una sección del ejercito de Dublin, se puso delante de los soldados e impidió que lo azotaran. Los soldados pegaron una paliza a Takkar hasta dejarlo inconsciente, terminaron de recoger los impuestos y se fueron. Pádraig y el resto de aldeanos ayudaron a Takkar, pero cuando Takkar despertó, su cara, que estaba ensangrentada, esbozó una sonrisa, y pidió a todos que por la noche se encontraran en la casa de Pádraig.

Por la noche, cuando todos se encontraban en casa de Pádraig, Takkar tomó la palabra, y lanzó un discurso, diciendole a sus compañeros que la única solución que tenían para que ellos y sus tierras quedasen libres era expulsar a todos los ingleses. Algunos dijeron de matar solamente a ese señor, pero Takkar les dijo que después de ese, vendrían otros, que la única solución posible es que Irlanda quedase libre de ingleses. Cuando todos aceptaron la hipótesis de Takkar, este les dirigió a su almacén, donde encontró un montón de armas, que Takkar había guardado de su época de soldado.

Al amanecer del siguiente día Takkar y los demás partieron desde aquella aldea camino a Cork. Fueron parando en cada uno de los pueblos y aldeas que encontraron, y llegaron a formar un pequeño ejercito, con el que pretendían invadir Cork y expulsar a los ingleses de su Isla. Pádraig era, junto con Takkar, el único que había estado en el ejército, de hecho fue allí donde conoció a Takkar. Tres días después de salir de la aldea llegaron a las inmediaciones de Cork, y decidieron esperar unos días para atacar la ciudad. En esos días se dedicaron a atacar a los comerciantes y soldados ingleses que salían o entraban en aquella ciudad.

Las noticias de aquellos ataques llegaron a Cork tan pronto como se produjeron, y el miedo fue cundiendo entre los miembros de la comunidad inglesa. Las autoridades de Cork decidieron actuar contra ese grupo de rebeldes que amenazaban su tiranía sobre la Isla. Prepararon un ejercito bastante superior al de Takkar, tanto en hombres como en material. La lucha estaba preparada, y la batalla se produjo en un llano cercano a Cork, el día 22 de agosto.

Nada más comenzar la lucha las tropas de Takkar se vieron superadas por el ejercito ocupador, y el desanimo cundió entre los hombres de Takkar, pero aún así intentaron mantener las posiciones. Los soldados de Takkar estaban mal preparados, y solo los cercanos a él y a Pádraig defendían bien sus posiciones, sin dejarse arrollar por las tropas inglesas. La batalla dió un vuelco cuando el arma de Takkar se rompió, en ese momento desenvainó su espada y cargó contra el general ingles, hiriendoló a él y matando a muchos otros, pero fue alcanzadó por un proyectil, por lo que no pudo acabar con el general inglés. Pádraig, al ver a Takkar herido corrió hacia el, y apoyó la cabeza de este en su rodilla. Ambos sabían que aquella sería su última conversación. Pádraig tenía un nudo en el estómago, y no podía hablar, así que Takkar tomó la palabra, aunque su voz cada vez era más débil:

-Pádraig quiero que digas estas palabras a mi hijo y a todos los irlandeses de corazón. No lloréis mi muerte, llorad porque Éire sigue dominada por la tiranía, llorad por ella no por mi. Desde hace mucho tiempo lucho porque Irlanda pueda volver a ser verde y libre, lucho porque sus hijos no se vean sometidos a un pesado yugo, pero odio luchar, y odio a los ingleses por hacerme luchar, por haber provocado que haya lanzado a estos chicos a la muerte. Me hubiese gustado tener un poco de paz en la vida, porque esta guerra resulta ya muy larga, mucho desde la Gran Rebelión. Dile a mi hijo y a mi esposa que los he amados más que a Irlanda, que mi último pensamiento es en ellos. Irlanda debe ser libre, Irlanda debe ser verde, Irlanda debe.

No terminó esa última frase, pues Dios lo había convocado a su presencia. Allí yacía, con un viejo casco y su espada bien sujeta en la mano. Pádraig se encontraba de rodillas, con la cabeza de Takkar en sus rodillas. Lloró un momento sobre el cuerpo de su amigo, después de lo cual miró a su alrededor, aquella batalla estaba perdida, y sus hombres huían despavoridos, decidió coger el casco de su amigo y su espada, y junto con otros dos chicos de su aldea, comenzó su huida.

 Tardaron dos días en llegar a la aldea. Una vez llegaron dieron la triste noticia de la derrota y de la muerte del Capitán Takkar. Pádraig dio a Gael la espada y el casco de su padre, y después corrió y abrazó a su propia hija, Erin. Pádraig traslado a todos las últimas palabras de Takkar que habían quedado marcadas a fuego en su mente. A la mañana siguiente, y siguiendo las instrucciones de Pádraig todos abandonaron la aldea y pusieron rumbo al norte, ka mayoría fueron a la zona de Belfast, pero otros (Como Pádraig y su familia, y la familia de Takkar) se quedaron en Dublín. Pádraig acogió entre su familia a Gael y a su madre. Con el paso de los años los padres de Erin y la madre de Gael fallecieron, y ellos decidieron casarse y tener hijos. Finalmente esta familia prosperó y se asentaron en Dublín para siempre, con una tradición, el padre, en el lecho de muerte, le entregaba a su hijo el casco y la espada de Takkar.

Cientos de años después de aquello, el 24 de Abril de 1916, un joven irlandés, heredero de Erin y Gael, preparando sus ropas y su fusil para luchar contra los tiranos que llevaban sometiéndolos cientos de años. Mientras preparaba todo lo que necesitaba observaba la vieja espada y el viejo casco del Capitán Takkar. Y pensando en las palabras del capitán Takkar se dirigió a luchas en el nombre de aquellas generaciones muertas.

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