Uriel era un ángel que, a diferencia
de otros ángeles, incumplía muchas de las normas que tenían, como
no interrumpir el destino de los humanos, alargando la vida o
acortándola, también huía muchas veces del cielo y viajaba al
infierno para atormentar las almas en pena que allí se encontraban.
Por todo ello se decidió que debería de ser expulsado del cielo y
debía quedar en la tierra hasta que volviese a ser digno de volver
al cielo. Para evitar que pudiese utilizar sus poderes en la tierra
le quitaron sus poderes, y aquello que él más quería, sus alas. Lo
último que escuchó antes de caer fue una voz muy grave que decía
“vete, y gana tus alas...”.
Cuando abrió los ojos se encontraba en
lo alto de una colina, en un lugar que parecía desierto, Uriel se
buscó en la espalda sus alas, pero no las encontró, se las habían
arrebatado, se observo las ropas y vio que eran como las de los
mortales, comprendió entonces que realmente era ya un ángel caído.
Se levantó, mirto a su alrededor, y dio un grito de amargura, un
grito que retumbó por aquellos largos valles. Decidió entonces
bajar de aquella colina y buscar el modo de poder recuperar sus alas,
aunque aquello sabía que le iba a costar mucho trabajo. Probó a
utilizar algunos de sus poderes, mientras buscaba alguna persona, y
comprendió que algunos de sus poderes se habían ido, y los que les
quedaban eran demasiado débiles. Cuando llevaba unas horas de camino
llegó a un pequeño pueblo, que en su plaza tenía una pequeña
taberna. Uriel entró en ella, y le dijo al tabernero que como
podría llegar a alguna ciudad, pero no le explico ni quien era ni de
de donde venía. Aquel tabernero creía que Uriel era un extranjero
que se había perdido, así que le dio dinero para que pudiese coger
un autobús que lo condujese a la ciudad. Poco después se encontraba
en aquel autobús camino de la ciudad, y como el conductor le indicó
que era un camino largo Uriel se sentó al final del autobús, apoyó
la cabeza contra el cristal y comenzó a pensar en el modo más
rápido de conseguir sus alas.
El autobús llegó a aquella ciudad a la
caída de la tarde, y Uriel se encontró solo y sin dinero para poder
pagar nada. Entró en algunos locales, pero a diferencia de lo que
había ocurrido en aquel pueblo, no lo trataron bien, sino que lo
echaron, ya que no tenía dinero para pagar. Comprendió entonces
que debería de pasar aquella noche solo, tumbado en algún parque, y
esperar al día siguiente para intentar conseguir de nuevo sus alas.
Apenas pudo dormir aquella noche, pues aquel parque no era en
absoluto tranquilo, y durante aquella noche pudo observar algunos de
los actos más repulsivos que puede realizar una persona, vio gente
drogándose, vio mucha prostitución, vio peleas, vio hambre, miseria
y dolor, y comprendió entonces que lo más importante no era que él
recuperase sus alas, sino que lo más importante era eliminar
aquellos problemas que de un modo u otro estaban afectando a gran
parte de las personas.
Con la llegada de la mañana Uriel
decidió comenzar a luchar contra todo aquello que había visto, pero
cada vez que eliminaba algún problema o que ayudaba a alguien se
daba cuenta de que los problemas que azotaban a la humanidad eran
ilimitados y muchos de ellos eran fomentados por los propios humanos
con algún tipo de perverso objetivo. Llevaba ya más de diez días
en la tierra, y ya había conseguido dinero, y ya era como un mortal
más, pero no era normal, ya que cada vez estaba más frustrado y
decaído, ya que había un don que aún poseía, el don de intuir los
problemas, y a cada paso sentía que todo el mundo tenía problemas o
iba a causar problemas. Había, no obstante, un lugar donde a él le
gustaba pasar el poco rato libre que le dejaba su tarea, un parque
retirado de la ciudad, donde había una antigua torre, a la cual se
subía para poder observar toda la ciudad.
Cada vez se encontraba más cansado, ya
que se pasaba la mayor parte del tiempo ayudando a otras personas,
e incluso había llegado hasta el punto de olvidar cual era su
verdadera misión, recuperar sus alas, y poder volver a ser un ángel.
Se sentía cada vez más frustrado, pues aunque ayudaba a solucionar
problemas, aquellos mismos problemas volvían por la codicia de los
hombres, e incluso a alguna de las personas que él había ayudado,
ahora atacaban a otras personas o se comportaban de un modo muy frió,
sin ayudar a nadie. Entonces comprendió una cosa, el problema real
de la humanidad es la propia humanidad, ya que la maldad de las
personas no hacía más que aumentar, aún no había conocido a nadie
con un un corazón puro. Y desde aquel momento dejó de ayudar a las
personas, para perseguir a todas aquellas personas que tuviesen
malicia, para intentar de ese modo un mundo mejor.
Paseaba una noche por aquella torre,
cuando vio que alguien se acercaba corriendo. Entonces se ocultó
entre las sobras, para contemplar lo que pasaba, para ver si tenía
que actuar o no. Cada vez la silueta estaba más cercana, y cuando
estaba más cerca, pudo escuchar como aquella persona que se acercaba
estaba llorando. Aquella sombra se sentó sobre una roca, y entonces
Uriel pudo observar que aquella sombra era un chica, que lloraba con
amargura. Se acercó para intentar consolar a la chica, y ella al oir
que alguien se acercaba se asustó, pero Uriel dijo con voz baja que
no se preocupase, que él no le haría nada. Ella accedió a que él
se acercase y hablase con ella, Uriel consiguió que ella le contase
su historia. Ella le contó que su antiguo novio la obligaba a hacer
todo lo que él quería, y que se había dado cuenta de que no la
quería, sino que realmente la estaba utilizando, y consiguió
terminar finalmente aquella relación. Estaba hundida, y Uriel le
preguntó el nombre, ella le contestó que se llamaba Laura. Ambos
estuvieron hablando durante mucho tiempo, y Uriel creyó que había
conseguido animar a aquella chica. Laura le dijo que iba a subir a la
torre para contemplar el amanecer sobre la ciudad, y Uriel la dejó
que subiese, aunque fue tras ella sin que se diera cuenta, pues no se
fiaba aún del estado de aquella chica.
Laura subió, se pusó en el borde de
la torre, y dijo en voz baja y entrecortada “No te acerques más
Uriel”. Entonces dio un paso hacia adelante y se precipitó al
vació, Uriel reaccionó de modo muy rápido, aunque poco lógico,
se tiró tras ella, y la cogió de la mano. Parecía que el tiempo se
paró, ambos se miraron, estaba frente con frente y ella lo beso, muy
agradecida, pues comprendió que se había tirado por ella. Justo
cuando juntaron sus labios Uriel sintió un pinchazo en la espalda,
y noto de nuevo sus alas, y planeo de modo que pudo salvar a aquella
chica de una muerte segura.
Laura estaba sorprendida aunque algo
asustada, y Uriel se acercó a ella, y le juro que nunca la dejaría
sola, ella comprendió que el iba a subir al cielo y le pidió que se
quedará, y entonces Uriel se giro, y comenzó a andar hacia el
borde de aquella colina, sobre la que estaba la torre, y poniéndose de
rodillas perdió de nuevo sus alas. Ella le preguntó que porque
había vuelto a perder sus alas, y el dijo que no había perdido las
alas, sino que había ganado una chica, y le juro que estarían
juntos hasta el final, y así fue. Pasados muchos años, aquella
extraña pareja no había tenido ningún hijo, y ella se encontraba
al borde de la muerte. En el momento en que ella cerro sus ojos,
muerta, Uriel le cogió la mano, y ella se transformó en un ángel,
de modo que se había cumplido las palabras de Uriel, estarían
juntos hasta la eternidad.
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