miércoles, 23 de julio de 2014

El ángel caído

Uriel era un ángel que, a diferencia de otros ángeles, incumplía muchas de las normas que tenían, como no interrumpir el destino de los humanos, alargando la vida o acortándola, también huía muchas veces del cielo y viajaba al infierno para atormentar las almas en pena que allí se encontraban. Por todo ello se decidió que debería de ser expulsado del cielo y debía quedar en la tierra hasta que volviese a ser digno de volver al cielo. Para evitar que pudiese utilizar sus poderes en la tierra le quitaron sus poderes, y aquello que él más quería, sus alas. Lo último que escuchó antes de caer fue una voz muy grave que decía “vete, y gana tus alas...”.

Cuando abrió los ojos se encontraba en lo alto de una colina, en un lugar que parecía desierto, Uriel se buscó en la espalda sus alas, pero no las encontró, se las habían arrebatado, se observo las ropas y vio que eran como las de los mortales, comprendió entonces que realmente era ya un ángel caído. Se levantó, mirto a su alrededor, y dio un grito de amargura, un grito que retumbó por aquellos largos valles. Decidió entonces bajar de aquella colina y buscar el modo de poder recuperar sus alas, aunque aquello sabía que le iba a costar mucho trabajo. Probó a utilizar algunos de sus poderes, mientras buscaba alguna persona, y comprendió que algunos de sus poderes se habían ido, y los que les quedaban eran demasiado débiles. Cuando llevaba unas horas de camino llegó a un pequeño pueblo, que en su plaza tenía una pequeña taberna. Uriel entró en ella, y le dijo al tabernero que como podría llegar a alguna ciudad, pero no le explico ni quien era ni de de donde venía. Aquel tabernero creía que Uriel era un extranjero que se había perdido, así que le dio dinero para que pudiese coger un autobús que lo condujese a la ciudad. Poco después se encontraba en aquel autobús camino de la ciudad, y como el conductor le indicó que era un camino largo Uriel se sentó al final del autobús, apoyó la cabeza contra el cristal y comenzó a pensar en el modo más rápido de conseguir sus alas.

El autobús llegó a aquella ciudad a la caída de la tarde, y Uriel se encontró solo y sin dinero para poder pagar nada. Entró en algunos locales, pero a diferencia de lo que había ocurrido en aquel pueblo, no lo trataron bien, sino que lo echaron, ya que no tenía dinero para pagar. Comprendió entonces que debería de pasar aquella noche solo, tumbado en algún parque, y esperar al día siguiente para intentar conseguir de nuevo sus alas. Apenas pudo dormir aquella noche, pues aquel parque no era en absoluto tranquilo, y durante aquella noche pudo observar algunos de los actos más repulsivos que puede realizar una persona, vio gente drogándose, vio mucha prostitución, vio peleas, vio hambre, miseria y dolor, y comprendió entonces que lo más importante no era que él recuperase sus alas, sino que lo más importante era eliminar aquellos problemas que de un modo u otro estaban afectando a gran parte de las personas.

Con la llegada de la mañana Uriel decidió comenzar a luchar contra todo aquello que había visto, pero cada vez que eliminaba algún problema o que ayudaba a alguien se daba cuenta de que los problemas que azotaban a la humanidad eran ilimitados y muchos de ellos eran fomentados por los propios humanos con algún tipo de perverso objetivo. Llevaba ya más de diez días en la tierra, y ya había conseguido dinero, y ya era como un mortal más, pero no era normal, ya que cada vez estaba más frustrado y decaído, ya que había un don que aún poseía, el don de intuir los problemas, y a cada paso sentía que todo el mundo tenía problemas o iba a causar problemas. Había, no obstante, un lugar donde a él le gustaba pasar el poco rato libre que le dejaba su tarea, un parque retirado de la ciudad, donde había una antigua torre, a la cual se subía para poder observar toda la ciudad.

Cada vez se encontraba más cansado, ya que se pasaba la mayor parte del tiempo ayudando a otras personas, e incluso había llegado hasta el punto de olvidar cual era su verdadera misión, recuperar sus alas, y poder volver a ser un ángel. Se sentía cada vez más frustrado, pues aunque ayudaba a solucionar problemas, aquellos mismos problemas volvían por la codicia de los hombres, e incluso a alguna de las personas que él había ayudado, ahora atacaban a otras personas o se comportaban de un modo muy frió, sin ayudar a nadie. Entonces comprendió una cosa, el problema real de la humanidad es la propia humanidad, ya que la maldad de las personas no hacía más que aumentar, aún no había conocido a nadie con un un corazón puro. Y desde aquel momento dejó de ayudar a las personas, para perseguir a todas aquellas personas que tuviesen malicia, para intentar de ese modo un mundo mejor.

Paseaba una noche por aquella torre, cuando vio que alguien se acercaba corriendo. Entonces se ocultó entre las sobras, para contemplar lo que pasaba, para ver si tenía que actuar o no. Cada vez la silueta estaba más cercana, y cuando estaba más cerca, pudo escuchar como aquella persona que se acercaba estaba llorando. Aquella sombra se sentó sobre una roca, y entonces Uriel pudo observar que aquella sombra era un chica, que lloraba con amargura. Se acercó para intentar consolar a la chica, y ella al oir que alguien se acercaba se asustó, pero Uriel dijo con voz baja que no se preocupase, que él no le haría nada. Ella accedió a que él se acercase y hablase con ella, Uriel consiguió que ella le contase su historia. Ella le contó que su antiguo novio la obligaba a hacer todo lo que él quería, y que se había dado cuenta de que no la quería, sino que realmente la estaba utilizando, y consiguió terminar finalmente aquella relación. Estaba hundida, y Uriel le preguntó el nombre, ella le contestó que se llamaba Laura. Ambos estuvieron hablando durante mucho tiempo, y Uriel creyó que había conseguido animar a aquella chica. Laura le dijo que iba a subir a la torre para contemplar el amanecer sobre la ciudad, y Uriel la dejó que subiese, aunque fue tras ella sin que se diera cuenta, pues no se fiaba aún del estado de aquella chica.

Laura subió, se pusó en el borde de la torre, y dijo en voz baja y entrecortada “No te acerques más Uriel”. Entonces dio un paso hacia adelante y se precipitó al vació, Uriel reaccionó de modo muy rápido, aunque poco lógico, se tiró tras ella, y la cogió de la mano. Parecía que el tiempo se paró, ambos se miraron, estaba frente con frente y ella lo beso, muy agradecida, pues comprendió que se había tirado por ella. Justo cuando juntaron sus labios Uriel sintió un pinchazo en la espalda, y noto de nuevo sus alas, y planeo de modo que pudo salvar a aquella chica de una muerte segura.

Laura estaba sorprendida aunque algo asustada, y Uriel se acercó a ella, y le juro que nunca la dejaría sola, ella comprendió que el iba a subir al cielo y le pidió que se quedará, y entonces Uriel se giro, y comenzó a andar hacia el borde de aquella colina, sobre la que estaba la torre, y poniéndose de rodillas perdió de nuevo sus alas. Ella le preguntó que porque había vuelto a perder sus alas, y el dijo que no había perdido las alas, sino que había ganado una chica, y le juro que estarían juntos hasta el final, y así fue. Pasados muchos años, aquella extraña pareja no había tenido ningún hijo, y ella se encontraba al borde de la muerte. En el momento en que ella cerro sus ojos, muerta, Uriel le cogió la mano, y ella se transformó en un ángel, de modo que se había cumplido las palabras de Uriel, estarían juntos hasta la eternidad.


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