martes, 29 de julio de 2014

10

Un caluroso día de verano una chica caminaba por Sevilla, su nombre era Mirella. No podía ni imaginarse la sorpresa que le deparaba aquel día el destino. Camino hasta que finalmente llegó a la orilla del río Guadalquivir, se encamino a una zona del río donde suelen quedar los grupos de amigos, y allí hablan, beben o fuman. Cuando llegó allí era nueva, pero tuvo la suerte de que le presentaron a un chico, cuyo nombre era Miguel. Hablaron un poco para conocerse un poco mejor, y pronto Miguel comenzó a tontear con ella, ambos se reían y sonreían, pues se encontraban felices. Pese a esto Mirella no creía que podría surgir nada con aquel chico, ya que en apariencia eran dos personas muy diferentes, pero pronto se daría cuenta de lo equivocada que estaba.
Comenzaron a hablar muy animadamente, y poco a poco fueron adquiriendo más confianza entre ambos, hasta el punto de que finalmente él se la llevó con su grupo de amigos y se los presentó. Cada vez hablaban más animadamente, e incluso comenzaron a tontear, cada segundo que pasaba ellos se sentían más cómodos. Cada vez estaban más cómodos y tonteaban más, hasta que Miguel preguntó a Mirella si podía trolearla. Ella no quería, pero finalmente consiguió convencerla. Entonces Miguel comenzó a acercar su boca a los labios de Mirella, ella creía que lo iba a besar. Sus corazones comenzaron a acelerarse. Pero justo cuando estaba apunto de besarla, Miguel giró la cabeza de Mirella y la besó en la mejilla. En aquel momento ella se sintió algo enfadada, pero antes de que pudiese reaccionar el volvió a besarla, y comenzaron ambos a besarse. No pensaron en nada, ignoraron todo cuanto había a su alrededor, el tiempo no importaba, lo único que realmente les importaban eran sus labios, que se habían fusionado en aquel momento mágico.
Finalmente llegó la hora de marcharse, pero antes de loa despedida, Miguel y Mirella intercambiaron sus teléfonos. Se despidieron y cada uno se marchó por su lado, pero no pasaría mucho tiempo hasta que volvieron a hablar. Aquella misma noche ambos cogieron sus teléfonos y comenzaron a hablar por whatsapp, para ellos la noche era joven, y muchas eran las cosas que querían contarse. Entre todo lo que hablaron acordaron que volverían a quedar, entonces Mirella le preguntó si iban a quedar como amigos, o si se trataba de una cita. Miguel le contestó que iba a ser una cita, y en aquel momento Mirella se sintió más ilusionada que nunca. Una vez terminaron de hablar, cuando ya comenzó a hacer efecto los poderes de morfeo, se acostaron, pensando en aquella cita que tendrían.
Aquella cita que acordaron se produjo el día del orgullo, lo que aumento el ambiente que suele haber en las calles. Sin duda fue una cita muy especial, se notaba que había algo latente entre ambos, pero no se atrevían a dar el gran paso. En los siguientes días continuaron teniendo citas, y cada vez la pasión y la química que existía entre ambos iba en aumento, pero no terminaba de estallar la chispa del amor. Durante esas citas visitaron bastantes lugares, e incluso Miguel la llevó al cine. Cada vez las conversaciones eran más largas y los sentimientos que afloraban eran más profundos, lo que mostraba que realmente era el destino quien guiaba sus pasos.
Su sexta cita fue sin duda la más especial que tuvieron, se dirigieron al Fnac de Sevilla, y fue allí donde todo se precipitó a un ritmo desorbitado. El destino hizo que fuesen frente a la escalera incendios, a un lugar donde nadie les podría molestar. Aquel día no importó el calor, y el sol solamente conseguía reflejar la ilusión de aquellos ojos llenos de amor. Miguel, sin dudar ni un segundo más, sujetó la cara de Mirella con ternura, pero con firmeza, la miró a los ojos, y pronunció esa pregunta que ambos esperaban, si ella quería salir con él. Mirella contestó que por supuesto que si, sin dudarlo ni un solo minuto. No importó entonces nada, ni nadie, ni los problemas ni las alegrías, no importó el tiempo, ni el calor, lo único que importó en aquel momento fueron ellos. Desde ese momento, desde aquel 10 de Julio, aquellos dos extraños que se conocieron a orillas del Guadalquivir, comenzaron a ser un solo alma en dos cuerpos.
Dedicado por Mirella a Miguel, la persona que más quiere.
Twitter: https://twitter.com/klaus_escritor

sábado, 26 de julio de 2014

Sirenas

La historia que ahora contaré empezó en un remoto lugar, en lo más profundo del océano, en un pequeño reino que estaba aislado del resto de reinos, el reino de las sirenas, y su protagonista era Mery, la sirena más inquieta que había.

Por lo general, a las sirenas no les interesaba todo aquello que ocurriera fuera de las aguas marinas, pero desde pequeña, Mery se había interesado mucho por todo lo que tenía que ver con el mundo terrestre. El resto de sirenas creían que estaba loca, pues incluso quería salir a la superficie para poder ver con sus propios ojos como se desarrollaba aquel modo de vida. Sus padres lo habían impedido, pero cuando ellos murieron, durante el ataque de unos tiburones, Mery se preparó para comenzar un largo viaje con destino a la superficie terrestre. Todos en aquel reino conocían los planes de Mery, y algunas de sus amigas y de sus amigos, hablaron con ella para intentar convencerla de que no realizase ese viaje, pues todos conocían los peligros con los que podía encontrarse en aquel largo viaje. Todo aquello fue inútil, pues Mery estaba convencida de realizar ese viaje, y la noche antes de que se fuera recibió una visita muy inesperada, una de las sirenas más viejas del reino se presentó allí. Mery creía que aquella mujer iba a intentar convencerla de que no se fuera, pero en cambio le entregó una concha en la que había dibujado un mapa que mostraba el camino más seguro y corto para llegar a la superficie. Aún así, aquella vieja sirena le alertó de que aquel viaje no sería demasiado fácil, y al menos debería estar tres días de camino. Cuando hubo descansado un poco, aunque apenas durmió por la emoción, Mery se puso en marcha para realizar aquel esperado viaje.

Mientras aquello sucedía en aquel reino submarino, en la superficie un joven despertó sin saber todo lo que le depararía el destino, las cosas buenas y las cosas malas. Klaus, que era aquel joven, era un campesino huérfano que vivía cerca del mar, y que sentía admiración por el mar y el océano. Aquel día despertó y se dirigió a darle de comer a sus animales, aunque estaba cansado pues llevaba unos días que no podía dormir, pues se encontraba preocupado, ya que la chica de la que se había enamorado se había ido con un caballero a la corte, y él quedó allí, sin nadie, y sin poder pagar los impuestos, por lo que temía que pudiera recibir algún tipo de castigo por no pagar. No había terminado de darle de comer a sus animales cuando un emisario real llegó portando en sus manos una notificación para Klaus. Le entregó aquel papel sin decirle nada, y una vez lo entregó se marchó, en aquel momento Klaus se encontraba realmente asustado, incluso le temblaban las piernas. Cuando abrió la carta se sintió más asustado que nunca en su vida, el rey había ordenado destruir las propiedades de aquellos que no pagasen, y que tras esto fuesen ajusticiados en un lugar público, para que todos lo pudiesen ver. Sin apenas pensar se dirigió a su granja, preparó una bolsa con algunas de sus pertenencias más importantes y se dispuso a abandonar aquel lugar con camino a las montañas que había cerca del mar. Allí paso aquella dos noches, a la espera de que los caminos se despejasen de soldados, para posteriormente dirigirse a otro lugar a intentar reanudar su vida. Al amanecer del tercer día se dirigió al mar, pues sabía que en aquella zona el poder del rey era menor, por lo que sería más fácil pasar desapercibido. Finalmente llegó al mar aquella misma tarde, y antes de dirigirse a una pequeña aldea decidió dar un paseo por la arena de aquella pequeña cala, era la primera vez que se sentía realmente libre.

Estaba dando aquel paseo por la arena cuando vio como a una especie de delfín con colores exóticos que estaba parado en la orilla, como ahogándose. Corrió para empujarlo de nuevo al agua, pero cuando se acerco vio que realmente se trataba de una sirena que estaba inconsciente, se trataba de Mery, y Klaus la empujó hacia el mar, para evitar que muriese. Mery se encontraba en aquella situación ya que tras aquel duro viaje, cuando vio la superficie quiso acercarse demasiado, y las olas la dejaron en la tierra, por lo que no podía respirar. Al ser devuelta al agua Mery volvió a respirar y se despertó, y miró a aquel misteriosos personaje que la había salvado. Lo que más sorprendió a Mery fue el hecho de que aquel chico tenia piernas en vez de una cola, mientras que Klaus no podía salir de su asombro, pues creía que las sirenas eran un cuento de niños. Después de un rato mirándose y analizándose mutuamente, Mery se atrevió a preguntarle:
- ¿Hola chico, como te llamas? Yo soy Mery, del reino marino de Monsi.
-Yo me llamo Klaus- Dijo el chico con la voz muy entrecortada, y continuó preguntando- ¿Realmente eres una sirena?
- Si- dijo Mery.

Tras esto ambos comenzaron a hablar de sus respectivos reinos, ambos se encontraban muy emocionados, y las preguntas que se hacían eran infinitas. Así les dio la noche, y Klaus se ofreció a ir a buscar algo de comida. Se dirigió a la aldea, y fue a una pequeña granja que había cerca, y les pidió alimento a las personas que allí había, pero sin contarles nada de su vida. Les dio las gracias por el queso y las verduras que le habían dado, y se dirigió de nuevo a aquella cala. Mery seguía allí, contemplando la luna desde la superficie por primera vez en su vida. Comieron y entonces Klaus le dijo que él no se podía quedar allí por la noche, por miedo a que los soldados lo encontrasen, por lo que se dirigió a un bosque cercano, por su lado, Mery fue a un arrecife cercano, donde se puso a descansar, soñando con la luna y con aquel chico. Klaus por primera vez durmió bien, pensando en aquella sirena y en aquel mundo submarino que le había contado.

A la mañana siguiente, ambos se encontraron en el punto acordado y continuaron hablando de sus mundos, y entonces Mery descubrió que realmente el mundo terrestre era peor que el reino submarino en la que ella vivía, pues Klaus le contó la maldad y la avaricia de los humanos, cosa que no tenían las sirenas. Klaus y Mery se habían enamorado realmente, y ambos querían encontrarse juntos, pero el destino les había jugado una mala pasada, pues él era un hombre y ella una sirena. Entonces Klaus le dijo que si había algún modo de convertirse en sirena, para poder acompañarla, ella le dijo que había un modo, pero que jamás se lo habían contado, poco a poco se estaban enamorando. Los días siguientes trascurrieron de igual modo, e incluso Klaus y Mery bucearon juntos, pero sabían que su felicidad jamás serían completa. El mismo día que nadaron juntos se besaron al atardecer, pero siempre teniendo presente que jamás podrían estar juntos. Un buen día, mientras estaban hablando al atardecer, Klaus escuchó el trote de unos caballos y le dijo a Mery que se sumergiera, el día que tanto había temido acababa de llegar. Los soldados del rey lo habían encontrado, y entonces Klaus comenzó a correr hacia un precipicio cercano, mientras que Mery seguía toda aquella escena desde debajo del agua. Cuando Klaus llegó a la parte más alta del precipicio era de noche, una noche oscura, iluminada solamente por la luna llena. Los soldados lo había rodeado, y cuando se acercaron para arrestarlo, Klaus dijo con voz tranquila:

-Si he de morir no será en este mundo. Me voy contigo Mery.

Acto seguido se tiró al mar desde el acantilado, los soldados se retiraron, pues sabían que aquella caída era mortal, y Mery corrió a buscar el cuerpo de Klaus, con la esperanza de que estuviese vivo. Tardo unos minutos en encontrar el cuerpo, y cuando lo encontró estaba ya muerto. Al caer quedo inconsciente y murió ahogado por amor, pues pudo huir en otro camino, pero él se dirigió a aquel acantilado par cumplir aquello que le dijo un día a Mery, que la amaría hasta su muerte. Ella se encontraba totalmente desconsolada, pues había perdido al único amor que había tenido jamás. Arrastró el cuerpo hacia la orilla, con mucha dificultad y con lagrimas en los ojos, pues todas las personas o sirenas que realmente le habían importado más que nada estaban muertas. Cuando dejo el cuerpo en la orilla, la parte de las piernas se encontraba en el agua, y quiso darle un último beso bajo aquella luna llena. Bajo aquella luz plateada acarició su cara por última vez y lo besó con lagrimas en los ojos, y se quedó abrazada a aquel cuerpo inerte.

Pero antes de que Mery pudiese reaccionar una cegadora luz plateada bajó de la luna y se posó sobre el cuerpo sin vida de Klaus. Cuando desapareció aquel rayo de luz, Mery miró el cuerpo de Klaus, pero descubrió que había cambiado, ahora tenía cola, se había convertido en sirena, cuando iba a tocar la cola esta comenzó a moverse, y Klaus levantó la cabeza, sobresaltado, pues creía estar muerto. Ambos se abrazaron y se besaron felices, pues no solo Klaus había vuelto a la vida de forma mágica, sino que se había transformado en una sirena. Ambos estaban sorprendidos, y algo asustados, por lo que Mery decidió que ambos viajasen al reino submarino de Monsi, para que los ancianos buscasen una explicación. Cuando llegaron a aquel reino, dos días después, fueron recibidos por el rey y por el consejo de ancianos, en el palacio real, y después de que ambos contasen sus vivencias, el rey Todmer se levantó y tomó la palabra. Les explico que solo hay un modo de que un humano se convierta en sirena, y es que: “aquel humano muera por amor a una sirena, y esa sirena lo bese bajo la luna, mostrando que corresponde a ese amor. Entonces, el cuerpo del humano volvería a la vida, bajo la forma de una sirena”.


Tras eso Klaus y Mery unieron sus vidas para siempre con aquel acto de amor que habían realizado, y comenzaron a vivir en aquel reino submarino, donde tuvieron hijos, y donde fueron felices hasta el fin de aquel reino. Y hasta el último de sus días Klaus y Mery fueron propagando una enseñanza que ellos aprendieron: El destino es incorruptible, pase lo que pase, y superando cualquier problema que hubiese.

Twitter: https://twitter.com/klaus_escritor

miércoles, 23 de julio de 2014

El ángel caído

Uriel era un ángel que, a diferencia de otros ángeles, incumplía muchas de las normas que tenían, como no interrumpir el destino de los humanos, alargando la vida o acortándola, también huía muchas veces del cielo y viajaba al infierno para atormentar las almas en pena que allí se encontraban. Por todo ello se decidió que debería de ser expulsado del cielo y debía quedar en la tierra hasta que volviese a ser digno de volver al cielo. Para evitar que pudiese utilizar sus poderes en la tierra le quitaron sus poderes, y aquello que él más quería, sus alas. Lo último que escuchó antes de caer fue una voz muy grave que decía “vete, y gana tus alas...”.

Cuando abrió los ojos se encontraba en lo alto de una colina, en un lugar que parecía desierto, Uriel se buscó en la espalda sus alas, pero no las encontró, se las habían arrebatado, se observo las ropas y vio que eran como las de los mortales, comprendió entonces que realmente era ya un ángel caído. Se levantó, mirto a su alrededor, y dio un grito de amargura, un grito que retumbó por aquellos largos valles. Decidió entonces bajar de aquella colina y buscar el modo de poder recuperar sus alas, aunque aquello sabía que le iba a costar mucho trabajo. Probó a utilizar algunos de sus poderes, mientras buscaba alguna persona, y comprendió que algunos de sus poderes se habían ido, y los que les quedaban eran demasiado débiles. Cuando llevaba unas horas de camino llegó a un pequeño pueblo, que en su plaza tenía una pequeña taberna. Uriel entró en ella, y le dijo al tabernero que como podría llegar a alguna ciudad, pero no le explico ni quien era ni de de donde venía. Aquel tabernero creía que Uriel era un extranjero que se había perdido, así que le dio dinero para que pudiese coger un autobús que lo condujese a la ciudad. Poco después se encontraba en aquel autobús camino de la ciudad, y como el conductor le indicó que era un camino largo Uriel se sentó al final del autobús, apoyó la cabeza contra el cristal y comenzó a pensar en el modo más rápido de conseguir sus alas.

El autobús llegó a aquella ciudad a la caída de la tarde, y Uriel se encontró solo y sin dinero para poder pagar nada. Entró en algunos locales, pero a diferencia de lo que había ocurrido en aquel pueblo, no lo trataron bien, sino que lo echaron, ya que no tenía dinero para pagar. Comprendió entonces que debería de pasar aquella noche solo, tumbado en algún parque, y esperar al día siguiente para intentar conseguir de nuevo sus alas. Apenas pudo dormir aquella noche, pues aquel parque no era en absoluto tranquilo, y durante aquella noche pudo observar algunos de los actos más repulsivos que puede realizar una persona, vio gente drogándose, vio mucha prostitución, vio peleas, vio hambre, miseria y dolor, y comprendió entonces que lo más importante no era que él recuperase sus alas, sino que lo más importante era eliminar aquellos problemas que de un modo u otro estaban afectando a gran parte de las personas.

Con la llegada de la mañana Uriel decidió comenzar a luchar contra todo aquello que había visto, pero cada vez que eliminaba algún problema o que ayudaba a alguien se daba cuenta de que los problemas que azotaban a la humanidad eran ilimitados y muchos de ellos eran fomentados por los propios humanos con algún tipo de perverso objetivo. Llevaba ya más de diez días en la tierra, y ya había conseguido dinero, y ya era como un mortal más, pero no era normal, ya que cada vez estaba más frustrado y decaído, ya que había un don que aún poseía, el don de intuir los problemas, y a cada paso sentía que todo el mundo tenía problemas o iba a causar problemas. Había, no obstante, un lugar donde a él le gustaba pasar el poco rato libre que le dejaba su tarea, un parque retirado de la ciudad, donde había una antigua torre, a la cual se subía para poder observar toda la ciudad.

Cada vez se encontraba más cansado, ya que se pasaba la mayor parte del tiempo ayudando a otras personas, e incluso había llegado hasta el punto de olvidar cual era su verdadera misión, recuperar sus alas, y poder volver a ser un ángel. Se sentía cada vez más frustrado, pues aunque ayudaba a solucionar problemas, aquellos mismos problemas volvían por la codicia de los hombres, e incluso a alguna de las personas que él había ayudado, ahora atacaban a otras personas o se comportaban de un modo muy frió, sin ayudar a nadie. Entonces comprendió una cosa, el problema real de la humanidad es la propia humanidad, ya que la maldad de las personas no hacía más que aumentar, aún no había conocido a nadie con un un corazón puro. Y desde aquel momento dejó de ayudar a las personas, para perseguir a todas aquellas personas que tuviesen malicia, para intentar de ese modo un mundo mejor.

Paseaba una noche por aquella torre, cuando vio que alguien se acercaba corriendo. Entonces se ocultó entre las sobras, para contemplar lo que pasaba, para ver si tenía que actuar o no. Cada vez la silueta estaba más cercana, y cuando estaba más cerca, pudo escuchar como aquella persona que se acercaba estaba llorando. Aquella sombra se sentó sobre una roca, y entonces Uriel pudo observar que aquella sombra era un chica, que lloraba con amargura. Se acercó para intentar consolar a la chica, y ella al oir que alguien se acercaba se asustó, pero Uriel dijo con voz baja que no se preocupase, que él no le haría nada. Ella accedió a que él se acercase y hablase con ella, Uriel consiguió que ella le contase su historia. Ella le contó que su antiguo novio la obligaba a hacer todo lo que él quería, y que se había dado cuenta de que no la quería, sino que realmente la estaba utilizando, y consiguió terminar finalmente aquella relación. Estaba hundida, y Uriel le preguntó el nombre, ella le contestó que se llamaba Laura. Ambos estuvieron hablando durante mucho tiempo, y Uriel creyó que había conseguido animar a aquella chica. Laura le dijo que iba a subir a la torre para contemplar el amanecer sobre la ciudad, y Uriel la dejó que subiese, aunque fue tras ella sin que se diera cuenta, pues no se fiaba aún del estado de aquella chica.

Laura subió, se pusó en el borde de la torre, y dijo en voz baja y entrecortada “No te acerques más Uriel”. Entonces dio un paso hacia adelante y se precipitó al vació, Uriel reaccionó de modo muy rápido, aunque poco lógico, se tiró tras ella, y la cogió de la mano. Parecía que el tiempo se paró, ambos se miraron, estaba frente con frente y ella lo beso, muy agradecida, pues comprendió que se había tirado por ella. Justo cuando juntaron sus labios Uriel sintió un pinchazo en la espalda, y noto de nuevo sus alas, y planeo de modo que pudo salvar a aquella chica de una muerte segura.

Laura estaba sorprendida aunque algo asustada, y Uriel se acercó a ella, y le juro que nunca la dejaría sola, ella comprendió que el iba a subir al cielo y le pidió que se quedará, y entonces Uriel se giro, y comenzó a andar hacia el borde de aquella colina, sobre la que estaba la torre, y poniéndose de rodillas perdió de nuevo sus alas. Ella le preguntó que porque había vuelto a perder sus alas, y el dijo que no había perdido las alas, sino que había ganado una chica, y le juro que estarían juntos hasta el final, y así fue. Pasados muchos años, aquella extraña pareja no había tenido ningún hijo, y ella se encontraba al borde de la muerte. En el momento en que ella cerro sus ojos, muerta, Uriel le cogió la mano, y ella se transformó en un ángel, de modo que se había cumplido las palabras de Uriel, estarían juntos hasta la eternidad.


Twitter: https://twitter.com/klaus_escritor